Policarpio Polaino. (Cap. 15 de 'Retablo de curiosidades').- Satur
Fecha Sunday, 26 June 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


La verdad es que Aquilino llevaba tiempo metiéndose en jardines de los que difícilmente se sale de rositas. Probablemente ni él mismo fuese consciente de su situación y chapoteando en la vanidad de su condición de Catedrático de Psiconosequé por la Universidad de Nosédónde, jaleado por una peña de gente dispuesta a creerse todo a condición de que el que habla diga lo que ellos quieren oír, y viviendo cada vez más de reservas, de tópicos, de lugares comunes, pues al final , después de una frenada magnífica, se ha dado un meco de padre y señor mío.

 

Supongo que como pichiquiatra sabrá de algo, incluso mucho...



Lo que no puede ser, porque no puede ser, es que trate de la psicopatología del divorciado, de las neurosis del endemoniado, del enfermo homosexual, de la afección neuropatológica del hombre en el arte postmoderno, de la angustia hiperactiva del adolescente en la movida, de la sexualidad vacía del viudo en cuanto viudo, de los problemas sádico mentales de la fecundación in vitro (y que conste que yo no invitro a fecundar a mi mujer a nadie…). Escucharle en la COPE cada semana era constatar que ese hombre tocaba de oído y desafinado sobre muchos temas, eso sí, con una seriedad muy de catedrático, muy de tío con una experiencia vastísima y sin fisuras. Sucede que habitualmente se ha movido en escenarios donde espectadores entregados aplauden hasta con las orejas, pero,¡ay!, un día el tío se lanza a una piscina donde lo que hay no son pececitos de colores.

 

Al increíble Aquilino le invitamos a dar una conferencia en un colegio hace más de diez años, previo pago de cien lechugas, hotel y desplazamiento, sobre “la Movida: un estudio de campo”. Lo del estudio de campo al Polaino le ponía. Lleno a rebosar –el cartel de ése hombre tenía tirón– y, la verdad, que el catedrático tiene más cara que un zapato, y se tira unos mocos de los de echar hilo a la cometa: mucho rollito de estudio científico por pubs de Madrid junto con un equipo de investigadores –serían colegiales del Colegio Mayor donde vivía-, y él de copas con ellos para “observar in situ los comportamientos tribales de los adolescentes“ -siguiendo unos protocolos  aparentemente sociológico-estadísticos… total, para decir una cantidad de sandeces que cualquier monitor de club de bachilleres, cualquier tutor de campamentos, cualquier catequista, cualquier profesor, o inclusivamente Debodeserlerdo le da mil vueltas y, encima, le resfría. Una hora diciendo tonterías, cien mil pelas y a tomal pol saco.

 

Hace cuatro años en los cursos anuales de Galicia, Asturias, Aragón, Andalucía, Castilla –León… bueno, de todas las comunidades autónomas de nuestra Península, se emitió una entrevista a Aquilino que versaba precisamente sobre la homosexualidad. Le entrevistaba un jambo que daba cera que no veas, y Polaino, venga, a dar caña. Reconocía sin pudor que no tenía mucha experiencia y que ésta se reducía en el trato con homosexuales a unos cuarenta (hoy son 150…). A mi lado dormitaba un catedrático de Navarra –nos lo emitieron a las cuatro y media de la tarde en Sevilla, que hay que ser cabrón para tratar así a peña con la fidelidad hecha y el cuadrienio-, y el hombre va y dice “este tío no tiene ni puta idea de lo que dice”. Y era cierto: patinaba y patinaba sobre los mismos conceptos que cuatro años después le llevaron a no tener conciencia de donde estaba, con quién estaba y a quienes se dirigía. Y se la dio. Merecido se lo tiene por inepto, por creído y por frívolo.

 

Dos días después de la sesión de Aquilino un senador nacionalista –Jordi Casas- tratando el mismo tema dejó las cosas muchísimo más claras, definidas y aplastantemente asentadas sin recurrir a enfermedades, ni a modos sexuales patológicos, ni a padres alcohólicos, violentos… sencillamente, habló desde el sentido común. Porque el tema no es la homosexualidad, el tema es qué norma jurídica se busca para amparar los derechos y deberes de los  homosexuales en sus relaciones con la sociedad civil. Si es el matrimonio, una ley de parejas de hecho o algo. Y también si pueden o no adoptar.

 

Cualquiera que lleve años en la Enseñanza sabe que la homosexualidad es algo muy difícil de comprender. En realidad, la sexualidad misma, sea como sea, ya se hace laberíntica porque se encarna, nunca mejor dicho, en pelsonas cuerpos humanos, y a su vez, en afectividades, en biografías hereditarias, en sensibilidades tan distintas, que hay que ser muy estúpido para afirmar “esto es así, así y así”. Y un jamón.

 

De mi puedo decir que conocí, y sufrí, tres casos de homosexualidad de nacimiento. Y sus padres no eran ni violentos, ni alcoholizados, ni tenían pelo en los nudillos: eran padres de familia numerosa más normales que una piedra que se quedaron con cara de “pero, ¿por qué a nosotros?” cuando comprobaron que no había nada más que hacer que aceptar que el chico era de la acera de enfrente. Ni enfermo ni gaitas: nacieron así.

 

También conocí unos cuantos que en algún recodo del camino se perdieron, no se sabe dónde. Son los que en mitad del camino de la madurez, en esas edades ambiguas donde la sexualidad se difumina y, de una manera difícil de definir, se confunde sexualidad, afectividad, querencias extrañas, requerimientos, apegos a líderes cercanos, obsesiones inmaduras, timideces peligrosas, curiosidades… y te quedas allí, en ese mundo tan complejo, por unos años , o para siempre. No son pocos los profesores cariñosos, los monitores entusiastas, los catequistas entregados, los campamentarios efusivos, que llevados de su afectividad han “tocado”, y al “tocar” han “sentido”, y al “sentir” han caído en una telaraña de sentimientos y de enganches físicos que ni ellos mismos sabrían explicar ni explicarse: perdidos ellos, y perdidas las criaturas.

 

Madres posesivas que tienen al hijo como sucedáneo de cosas muy raras que impiden que se desarrolle la intimidad del chaval, que fagocitan su interior como Hanibal Lécter, negándole su derecho al pudor en edades que si no lo haces explota de manera incontrolada y fatal. Madres que bañan a sus hijos a los quince años, madres que continúan con la costumbre de pedirle que duerma con ella cuando papá está de viaje, madres que les preguntan si se masturban, si tienen erecciones cuando ven cierta escenas… y el chaval, que “siente” lo que no le gustaría “sentir” de su madre, de sus padres, pues se hace la picha un lío y sale por donde buenamente puede.

 

Padres de familias hechos y derechos que les da por probar y , derrepenete, depronoto, se descubre que tiene un amante, como aquel de un colegio que le pillaron con el subdelegado del gobierno en la provincia y el tío, en pelota picada, le decía a la mujer y al suegro “¡ pero si sólo era por probar!”.

 

Y de unos se dirá que son unos pervertidos, que lo son, de otros unos enfermos, que los habrá, de los de allí, unos pobrecicos, y de los de acá pues buena gente… ¡ yo qué sé!. El lío es magnífico. Y quizás algún mecanismo misterioso hace que no podamos comprenderlo del todo, sería comprender el misterio fascinante de cada persona, y que no podamos buscarlo directamente, sino sólo al desgaire, como de reojo… dejando un terreno a la duda.

 

Polaino no. Polaino lo tiene clarísimo.

 

Y el caso es que las morales sexuales se pueden dividir en dos grupos: los que se preocupan de los actos, sus regulación, sus casos, su prontuario y sus criterios. Y los que se interesan por el carácter, la forma de vida de una persona, su calidad en la convivencia. La moral de los actos supone de antemano que todo acto es intrinsecamente bueno o malo. La del carácter piensa que los actos son buenos o  malos según configuren la personalidad del sujeto. Lo que dice exactamente es que un conjunto de actos perfectos puede engendrar una personalidad terrible. Es lo que les sucede a todos los puritanismos: es peor el narcisismo de la perfección que el del placer, que es más tonto.

 

Se dirá, como afirma Aquilino, que son 10.000 los pichiquiatras que creen que la homosexualidad es una enfermedad. Todos necesitamos vivir de algo, y cobrar, y trincar de familias preocupadas, desechas y desesperadas con “el problema de su hijo”. También hay 27.512 tipos por este mundo que se dedican a la ablación del clítoris, y a nadie se le ocurre pensar que son gente razonable.

 

Quede claro que estoy por los derechos de los homosexuales, pero no en la figura del matrimonio. Y que lo de la adopción, pues que no lo veo.

 

Por último. Una curiosidad. ¿A quién se le ocurre apellidándose Polaino ponerle de nombre a su hijo Aquilino?. ¿No cayó en la cuenta de la Sinequadquoque literaria que creó y del lío que metió al pobre Aquilino con ese juego de palabras?. ¿Por qué se empeñó en que el “ino” de Aquilino rimara con el “aino” de Polaino ¿Por qué no le puso Policarpio, que queda más mejor: “Policarpio Polaino? (Popó para los amigos). En fin, misterios del alma humana…

 

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