No me basta decir te quiero (Cap. 14 de 'Retablo...').- Satur
Fecha Sunday, 19 June 2005
Tema 040. Después de marcharse


No me basta decir te quiero 

(Cap.14 de 'Retablo de curiosidades')

Enviado por Satur el 19-junio-2005

 

Pronto hará cuatro años que dejé la opus y necesito decirte que no me basta decir que te quiero. Necesito que lo sepa todo el mundo.

 

Durante años viví una vida muy triste. Era un tipo muy divertido, pero si alguien me siguiera, se encontraría con un pobre hombre, un desventurado. Un tipo atrapado en miserias y vanidades que sabía simular, esconder y mentir. Un hombre que confesaba en iglesias perdidas historias que no tenían ningún sentido y salía de ellas pensando “¡vaya mierda de vida, vaya mierda!”. Veintisiete años de tonterías.

 

Tú también vivías sola...



La verdad es que nadie lo diría, pero tú supiste ver poco a poco en mí toda esa tristeza y esa soledad, y todas mis mentiras. Al intuir eso sentiste el deseo de salir a defenderme contra no se sabe quién, como si vieses golpear a un niño. Te quiero por muchas razones, pero ésta me conmueve de un modo difícil de explicar: saber que yo no era más que un pobre cobarde, un clown de circo a cuyas mejillas iban todas las bofetadas. Y tú apareciste como aparece el amor: un fatalismo alegre que atrapa, transfigura y rompe de verdad un corazón acortezado, con una belleza insoportable, como la belleza insoportable de la música. Un amor que me comprometía hasta los tuétanos y hacía que mi vida fuese, quizás por primera vez, una auténtica historia tan hermosa, absurda, extraña y misteriosa como la mejor de la novelas, como la mejor de las películas.

 

Por eso te quiero. ¡Qué alegría sentir siempre tu amor!, ¡qué alegría ese segundo exacto en el que nos conocimos!. El segundo ése que nos obligó a amarnos hasta nunca, en el que pasamos a ser un asunto de vida o muerte, una apuesta al todo o nada.

 

Y comenzamos de cero con una inconsciencia maravillosa, encantadora. Nos pusimos el mundo por montera. Estaba tan seguro contigo que todo lo demás me importaba nada. Todo. No tenía miedo al pasado, a todas aquellas historias que sabía podría presentarse y juzgarme con toda la dureza del mundo. Con razón. Y no tenía miedo porque tú las conocías y, desnudo de mentiras, las perdonaste de verdad y de corazón.

 

Te uniste a un tipo que no sabe hacer nada, que ignora eso de amar en la vida doméstica compartiendo porque no ha compartido nada durante años. A mi me lo hacían todo. Y te has encontrado un hombre que ni plancha, ni hace la comida, ni sabe arreglar nada y que es más tonto que mear en un porrón. Por eso también te quiero. Aguantar un fantasma no debe de ser fácil. Soportar un tipo que sólo sabe cantar, escribir, contar chistes, leer… y que vive como un manguta. Me quieres muchísimo, chica. Nadie me ha querido así. Yo también te quiero, aunque no te llegue a la suela de los zapatos.

 

En estos años he conocido mujeres más hermosas que tú, más pijinas, y he sentido ese otro yo que me dice “venga, hombre, que no pasa nada”; hasta creí ser guapo porque  pedorras dispuestas me decían que me parecía a no ser qué actor. En noches en ciudades anónimas las pasiones tristes del ayer me han cantado baladas recordándome quien fui y me han susurrado promesas de caricias intentando que la vida vuelva a ser una mierda. Sin embargo no he fallado -¡qué alegría podértelo escribir!-, aunque fuese a costa de cinco Jacks Daniels de soledad en la habitación de un hotel. Prefiero un colocón de malta, cada sorbo es un te quiero, a llegar a casa y no poder mirarte nunca más a los ojos –también color wiski . Cada uno se defiende como puede, chica. A veces la oración no sirve para nada, ni los cilicios, ni las disciplinas: unos buenos tragos… y a dormir, que mañana será otro día.

 

Y es tanta la alegría que siento de estar contigo que te respeto como nunca antes respeté a nadie. Ni siquiera a mi. ¡Qué suerte haberte conocido!

 

Muchas veces nos hemos enfadado. Muchas. Últimamente no sé qué nos pasa que hace una buena temporada que no sucede. Desde ayer por la mañana. Mala señal, así que hoy volveré a dejar la puerta de la nevera abierta y así tenemos una bronquita guapa. Y luego, hala, a irnos al bar de abajo a tomarnos una cervecitas hasta que se nos hacen las tantas. ¡Qué pensará en el barrio de nosotros?: dos maromos cuarentones en la barra de un bar, un día cualquiera, charlando y charlando… ¿De qué coño hablarán esos dos?.

 

Aunque no necesito palabras para reconocerte -hasta cuando duermes intuyo quién eres- joder, necesito lucirte, porque tu brillo me ilumina ante el mundo entero. Ya sé que hay gente –de los tuyos y de los míos– que no acabamos de gustar. Son peña que les encantaría ser administradores de nuestros afectos, de nuestras vidas, les apasionaría que fuéramos complementarios y armónicos. Y concitamos miradas de sorpresas cuando nos conocen y repreguntan perplejos “¿cómo es posible que se haya enamorado de ésa/de ése, ¿pero qué le ve?: ¡si son como un huevo y una castaña!. Y, sin embargo, ahí estamos, cogidos de la mano, dispuestos a levantarnos de la mesa si alguien insinúa algo malo del otro. ¿Que no sabe planchar? -dices -¡pues me importa una mierda!. ¿Que no le gusta cantar? -digo- ,¿y qué pasa?: si habla mejor que la mejor de las canciones, ¡¡¡gilipollas!!!... decididos los dos a traicionar incluso nuestro sentido común para darle aire a nuestras insensateces, conjurados a no pedirnos nada a cambio porque hasta llegamos a degustar el riesgo cuando no nos va en él más que la aventura y la desventura.

 

Siempre llegas antes que yo a mi propia vida, y ordenas mi mundo como sabes que me gusta, a mi antojo. Entonces me avergüenzo porque sabes hacer de lo extraño lo normal… y siento que soy el hombre más afortunado del planeta: ¡que suerte tiene el que vive contigo!

 

Necesito que lo sepa todo el mundo. Sabiendo que nunca leerás estas líneas, porque para ti Orejas, la opus y la madre que los parió no significan nada: hasta en eso he tenido suerte.

 

No sé exactamente quién es Jesucristo, ni Dios, ni todas esas cosas que otros aseguran que son así y asá, que las ven con una claridad meridiana… ¡ vaya suerte, chaaaato!. Sin embargo, algo me dice que sí, que está muy cerca de nosotros dos. No es un sentimiento, una certeza, ni siquiera una intuición: es que nunca hemos sido tan felices y como niños vamos de estreno todos los días.

 

Satur

 

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