¡Quién me ha visto y quién me ve! (Cap.1 a 4).- Satur
Fecha Sunday, 11 January 2004
Tema 010. Testimonios


Entré en el opus a los dieciséis años. Era un chico ingenuo, desenfadado, divertido y no muy listo; a la falta de luces se le unía una imaginación desbordada y una pereza cementosa. O sea, de esos que el profe le dice a la madre "es listo, lo que pasa es que no se esfuerza". Pues de listo, nada: una cabeza media, y un vaguete de tomo y lomo. Pero simpatiquillo.

¡Ay, qué recuerdos!. Me fui al centro de estudios. La verdad es que si no llego a ser del opus dei mi vida hubiese ido por derroteros muy chungos; ya me explicaré. Quizás hubiese terminado la carrera, pero jamás hubiese accedido a una vida cinco estrellas...

¡Jolines qué vida me he pegado!, y ahora me arrepiento, pero es que no sabes lo pobre que eres hasta que dejas de tener lo que poseías de modo habitual, entonces te das cuenta y dices "¡¡¡mecachis la maaaar, cómo he vivido!!!".

Hice una carrera de esas normalitas, de las de letras para cortitos (ya saben, Historia, Pedagogía, Periodismo, Psicología... una de esas). Al terminar la opus me dio trabajo en un colegio de niños tipo A y, ¡hala!, a pasármelo guapamente: mis clases, mis convivencias, mis excursiones. Casas de primera, coches de padres de alumnos de primera (los coches - y los padres también), ambientes divertidos, hight level. Fueron años estupendos: Roma, Inglaterra, cursos anuales en media España (en casas fantásticas, parajes de ensueño) esquí, montaña,mar... la berza.

Después me enviaron a atender supernumerarios. Centros de mayores, el rien de rien. Mi habitación con su cama de matrimonio, con su mesa despacho, su baño completo, su sillón con orejeras, mis libros, mi ordenador, mi pequeño mundo secreto e incomunicable. Casas en las mejores zonas de todas las ciudades que viví; un servicio de la administración en plan "Los Marquesos de la Table Ronde"": todo servido, todo planchadín, la habitación limpina y recogida. Sala de estar chulimangui; silencio, paz, recogimiento. Tus hermanos, con esos pactos de silencio que se respetan: tu a tu bola y yo a la mía. Buen rollete. Tertulias de la noche (por la tarde estaba en el colegio) distinguidas y relajadas.

Atendías a tu grupo de supernumerarios en el círculo semanal , una horita, recibías su charla cada quince días (el que la hacía) y a vivir. Tus excursiones, tus planes top ten, tus esquiadas... Atendías convivencias, retiros y asistías a tu curso anual en lugares paradisíacos que un modesto profesor como yo jamás hubiese podido ir de no ser del opus (¡7000 pesetas diarias!): Castelldaura, El Llendón (¡qué maravilla!), Valparaíso, Solavieya, Can Nadal, La Solana, La Masada (conocida como La Pasada), Molinoviejo, las del País Vasco, las Navarras... ¡¡¡Eso era vida!!!. Tu mountike bike, tu piscinita, tu frontón, tus jardines, ¡qué nivel!. Una maravilla. Y Dios contigo, en tu alma en gracia: Soy tuyo, para ti nací, dime Jesús ¿qué quieres de mi?. Y a la cena fría en la piscina, tu peliculilla en el jardín, tus risas y tus canciones. "Gratias tibi, Deus, gratias tibi". "En tus manos abandono lo pasado, lo presente y lo futuro...".

¡Qué tiempos!. Eso era vivir como un manguta. ¿Te molestaba alguien?, pues nada, sacabas el Rosario y a pasear por el jardín, o por los nobles pasillos. Rezar el Rosario en el opus es uno de los mejores métodos para que nadie se meta contigo. ¿Se te acercaba el brasa de turno?, sacabas el Rosario y, venga, a pasear.

Y ahora, después de 27 años dentro, y una vez fuera, caigo en la cuenta. ¡¡¡Ayyyy, qué desgraciado soy!!! Me casé con una chica de clase media, tipo B; su familia tiene una casa en un pueblo de Guadalajara que, bueno, ahora han descubierto la rueda y parece que el neolítico ya avanza y se abre camino, aunque creo que su lengua (es prerrománica) hace difícil que arraiguen costumbres occidentales. Allí paso los veranos, con mis cuñados y una tropa que "desdice del lugar y posición que ocupo". Que ocupaba. Vivo en la calle Sub Comandante Marcos, nº 13- 23, escalera F, 7º Y. Ya nada es igual; mire por donde mire, a mi alrededor todo es miseria. Ni siquiera un sillón con orejeras. Tengo un Ibiza que comparto con mi mujer, y no se me ocurre pedir un coche a ningún pariente o amigo ni harto de vino. Hago la compra los sábados; incluso me hago la cama (¡quién me ha visto y quién me ve!). Si llaman a la puerta tengo que abrir yo mismo, ¡el colmo!.

Si el charcos de mi cuñado me da la paliza no puedo sacar el rosario y decir "voy a rezar una parte". " "Una de qué de lo qué, éh?" - me contestaría. "Una parte" -, le repetiría con angelical rostro. "¿Una parte?... ¿una parte de qué trozo?, ¿eh?". Y yo, "pues del Rosario". Y él, pegándose con el índice en la sien, "tú, qué pasa, ¿estás bien, colega? ¿qué te vas a rezar un Rosario ahora"... ¿Se te aparece, eh?".

Estoy fatal. Últimamente como en manga corta. Sí, ya lo sé, pero me estoy abandonando. Y, lo que es peor, nadie quiere escucharme; nada, ni una charlita sobre Los diez minutos de lectura espiritual, ni un triste comentario del evangelio. Ni siquiera mi suegra, que va a Misa los domingos. Antes cuando daba una charla hasta había tíos que tomaban notas en una agenda; para que luego digan de uno.

No sé. Si algún numerario/a está pensando en dejarlo, que se lo piense bien. Aprended de mi; ¡escarnentad en cabeza ajena!... mira que terminarás tus días no sólo comiendo en manga corta, sino -Dios mío que no me suceda jamás- cruzando las piennas en alguna reunión.

¡Cuánto recuerdo ahora, qué añoranzas, aquel que en una penícula de nuestro Fundador en Argentina le pedía con voz entrecortada: ¡¡¡Mímeme; Padre!!!. Pues eso, así estoy; si viera al Prelado un día me abrazaría a sus rodillas y le exclamaría "¡¡¡MÍMEME, MÍMEME!!!".

¡Ay, Señor, quién me ha visto y quién me ve!

Después de lo escrito en el capítulo anterior, si todavía queda alguno dispuesto a dejar la opus, debe de saber más cosas. La primera de ellas es que siempre será del opus, lo quiera o no; deja huella, imprime carácter, queda uno tatuado de por vida, grabado a fuego en la piel de su alma. Por muy en secreto que uno lo quiera llevar, por más que disfrace su nueva vida, el pasado volverá en el momento que menos lo pienses, como "ladrón en la noche" que decía Ramón y Cajal, creo.

Una tarde estaba charlando con el que iba a ser mi actual cuñado, un tipo que admiro por su extraña habilidad para poder hacer simultáneamente cosas como ver una penícula de vídeo, comer toneladas de pipas de calabaza, rascarse con fruicción compulsiva el cogote hasta producir energía suficiente como para iluminar Nueva York de Abajo, mover la pierna derecha durante horas al modo Émbolo Total y bostezar avisando a la ciudad toda de que es el toque de queda. Asombroso. Pues una tarde me dice durante una apasionante conversación sobre por qué el equipo de fútbol de Guadalajara estaba en 2ª B "y, perdona, porque sé que fuiste cura...". Le atajé en seco, "pues, perdona, pero yo nunca he sido cura". El notas no se arrugó y añadió, "bueno, cura o religioso..." Volví a interrumpirle, "que no, que no, que ni cura, ni religioso". El charcos insistió, " en fin, del opus numesupernosequé o algo asín...". "Vale, pero ni cura, ni fraile,¿eh?".

Vas encontrando gente que las dos palabras- "opus dei"- les suena a algo así como "New Wage" o " Happy Day", o qué sabe uno, y explicarles la institución no merece la pena. Todo empieza porque la novia, que en mi caso no era, ni conocía la obra, al hablar de uno a sus amigos, a su familia, pues les decía eso de "no digáis muchos tacos, o cuidadín de qué temas habláis porque fue del opus". "¿De la opus?", -preguntan alucinados- "¿y qué é lo qué é?". Y la niña, para abreviar (y porque tampoco ella sabe muy bien como explicarlo) contesta: nada, como si hubiese sido cura.

Y, ala, a jorobarse.

Entonces notas que si alguien se le escapa una blasfemia te mira y dice "perdona, tío". Y tú pones cara de Santo Cura de Ars bendiciendo a los niños y dices "tranquilo, no pasa nada". Otro va y dice que se va a casar por lo civil y te suelta " ya sé que a ti eso no te gustará porque como fuiste cura...". Y, venga, a tragar. Cualquier día mi suegra me pide que le dé la Extremaunción.

También está quien te consulta profundas dudas teológicas o metafísicas sobre los temas más chachis. "Oye, tú que has sido de la Iglesia del opus, ¿cómo es que Dios le pide a un padre que mate a su hijo?, ¡pues vaya Dios!". Y uno, que tiene el bienio y el trienio, contesta " nada, hombre, que era sólo para probar la Fe de Abraham, que no iba en serio, era así como de broma y tal" ( Suma Th. Libro II, cap. Contra gentiles). "Ya - comenta el Crisóstomo- para mí que el chavalín (por Isaac) era ventríloco, por eso dice que se oyó una voz diciendo que no lo matara". "Pues, ahora que lo dices, a lo mejor sí". Y, venga, a seguir viviendo.

Mi consejo: acéptalo. Ama tu nueva condición. No intentes explicarte porque lo enredarás más. Explicar qué es un numerario a un tipo que no sabe nada del opus es tan difícil como llevar una manada de gatos por una carretera. No lo intentes y sonríe.

Otra consecuencia de esto que escribo es que, con el tiempo, se te recuerda tu antigua condición como arma arrojadiza; especialmente "la piedra", mi maravillosa esposa. Tengo contra la formación del opus que jamás me dijeran nada sobre las mujeres. No sé quién fue el pedazo de imbécil que afirmó que todos las personas éramos iguales, creo que Tomas Jeferson. Ese tío no tenía ni idea; las mujeres tendrían que ir con un libro de instrucciones debajo del brazo, un mapa de la web de su condición, y así andaríamos más espabilados.

Pues, bien, tengo la costumbre, de la que siempre he presumido, de imitar muy bien el grito de Tarzán; es posible que sea el tercero o cuarto del mundo en hacerlo tan bien. Y en ocasiones, para no perder la costumbre y tener en forma las cuerdas vocales, echo un alarido. Reconozco que no siempre en los sitios más adecuado, pero a mi gente, cuando era del opus, les gustaba, incluso me lo pedían en alguna tertulia; es más, en el noviazgo, paseando a altas horas de la madrugada, cuando veía desde la calle que la novia encendía la luz de su habitación, me ponía las manos como altavoces en la boca y echaba un ¡¡¡ayayayaaaaa ayaaaaaaaaaa!!! de Padre y Señor mío como despedida amorosa y exultante deseo de felicidad universal a todo el género humano. Y ella apartaba las cortinas de la ventana y sonreía y brillaba como la más bella estrella de la noche. En esos momentos, de regreso a casa, si me encontrara a mi mayor enemigo, le daría un abrazo, le cubriría de besos y le diría "te amo, te perdono todo, te quiero, hermano".

¡Ay!, pasa el tiempo y un día echas el grito selvático y ella te dice "pero, ¿eso te enseñaron en el opuuuuuus?, ¿no te explicaron que eso es de niños?; anda, deja ya de hacer el payaso y sienta la cabeza. Si quieren reírse de ti que vengan a casa y paguen". Y, claro, se te pone cara de Stan Laurel jugando nerviosamente con la corbata entre los dedos nerviosos...

Otro día, un día cualquiera, después de dejar el baño perfectamente dispuesto para rodar La Tormenta Perfecta II-the return- (al ducharme tiendo a dejar más agua fuera que dentro), oyes el grito de tu santa diciendo "¡¡¡pero a ti que te enseñaron en el opuuuuus!!!".

Una tarde estás adormilado después de la comida viendo un documental de la 2 sobre la reproducción de la Amanita Phaloides en Nebraska y oyes desde la cocina "heyyyy, que los platos no vienen solos desde la mesa, ¿eso te enseñaron en el opuuuuuus...?".

Una noche llegas a la habitación, y dejas los zapatos donde sabes que hay que dejarlos, o sea, en cualquier sitio, y ella, que está esperando que hagas precisamente eso y no otra cosa, te susurra desde la cama "cariño, ¿por qué no dejas ya la costumbre de dejar los zapatos por todas partes?".

-Por todas partes no están amor, están uno debajo de la silla y otro debajo de la cama.

-Ya, pichurri, pero no paro de encontrármelos en todas partes.

-Ok, vida mía, tómalo como si fueran complementos decorativos: hay artistas que usan zapatos para decorar su sala de estar.

-Sí, cielo, pero si alguien usara un zapato tuyo como complemento del hogar tendría que ser como insecticida. No sé si has observado que cuando los dejas en la terraza al día siguiente no canta ni un solo pájaro, ni uno, las ramas de los plataneros están mustias, el vecino de arriba le silba el asma más de lo normal y algo extraño se respira en el barrio.

-Amor, pero...

-¡¡¡¿ Eso es lo que has aprendido en el opuuuuuus?!!!.¡¡¡Pero qué verían en ti!!!

¡Ay, quién me ha visto y quién me ve!

Cuentan, no sé si la historia es verídica, que un pasajero iba en un taxi cuando quiso preguntar al taxista una cuestión y le tocó el hombro suavemente.

El taxista al sentir el dedo en su hombro grita, pierde el control del coche, casi choca con un camión, se sube a la acera, se lleva por delante una farola y se empotra contra un escaparate haciendo pedazo los cristales, y el taxi. Durante unos instantes no se oye nada en el interior del coche, hasta que el taxista dice:
- Mire, amigo, ¡no vuelva a hacer eso otra vez!. ¡Casi me mata del susto!.
El pasajero le pide disculpas y dice:
- No pensé que fuera a asustarse tanto por tocarle el hombro... es usted muy sensible.
El taxista le replica:
- Bueno, la verdad es que es mi primer día como taxista y estoy pelín nervioso, ¿sabe?
- Y... ¿qué hacía antes?, si puede saberse. Preguntó el pasajero.
- Durante veinte años fui chofer de coches fúnebres en una funeraria.

Pues algo parecido me sucedió cuando, después de veintisiete años en la prelatura, salí al mundo. Acostumbrado a otro tipo de vida más, ¿cómo lo diría? ,más de "elegido", de alguien que se sabe "diferente", conocedor del bien y del mal, árbitro de la moral y de las conductas de los demás -que no de las propias- con criterios clarísimos sobre todo tipo de materias, alguien que se le escuchaba con devoción y particular atención... en fin, un saco de vanidad y de estupidez de tomo y lomo. Y me encuentro en medio del mundo, está vez sí, que no logro entender. Una gente con sus problemas, con sus criterios, con su manera de ver la vida, la familia, el trabajo, los amigos, con ideas muy poco preconcebidas, sin fórmulas magistrales. Peña que me tocaba el hombro y uno reaccionaba de un modo que se acercaba bastante a la gilipollez. Yo era un pijín del tres al cuarto, de medio pelo, que había vivido durante años de chófer de Pompas Fúnebres "La Prelatura".

Y a mis cuarenta y tres tacos comienzo a descubrir que ése que va en el metro a las siete de la mañana, con legañas y cara de padre de Zipi y Zape, es un hombre que su mujer admira y quiere, y que sus hijos le ven como un dios, alguien de quien se presume e imita. Y que mi cuñada, que no va a Misa, ni reza el Rosario, y cree que las epístolas son las mujeres de los apóstoles, se está dejando las pestañas por sacar adelante a su familia, que ha llevado una separación sin histerias, sin victimismos, que tiene unos detalles con los suyos de aúpa; que, cuando vamos de tapas con amigos, la gente invita -sí, invita- y se estira, y es generosa con sus cuatro duros, mientras que yo, en mis años en la obra de Dios, era más garrapo que Chewaca gastando en Epilady. Iba siempre de miranda. Y que se está allí cuando hace falta, sin excusas de labores, de que está atendiendo un círculo, o que hay que ir a una convivencia: bautizos, enfermedad, muerte, necesidades económicas, soledad... tantas cosas.

Cuando era "el elegido" nada de eso me concernía. Mis padres podían estar pasando una mala temporada en lo económico, o algún contratiempo familiar o, sencillamente, echar una mano en una mudanza, pero ya se sabía que Satur, san Satur, tenía obligaciones más importantes. San Satur lo que tenía era una caradura como las botas de Chuck Norris.

Y ahora me veo aprendiendo de toda esa tribu que antes despreciaba, juzgaba y ninguneaba con lejanía y acritud porque me parecían gente sin formación, pobrecitos llevados por sus impulsos más primarios, perdidos, sin rumbo y en el lodo. También eso me parece un milagro. Vivo lejos de esos artículos de Crónica:

"En la preciosa ciudad de Botieso, conocida por sus monumentos y sus tradiciones populares, se encuentra el Club Juvenil Montemonte. Allí comenzó la labor hace cinco años, que tantos frutos ha dado de entrega en Botieso y desde Botieso, como decía nuestro santo Fundador, san Josemaría. Son muchas las anécdotas que recuerdo de estos cinco años llenos de iniciativas apostólicas promovidas por miembros de la prelatura y cooperadores que, gracias a Dios, y al impulso de nuestro santo Fundador que, desde el cielo -¡¡¡ cómo se nota su ayuda!!!- nos guía con su aliento".

"Por ejemplo, Satur, Luis, otro Luis, Carlos, otro Satur y Oswaldo Napoleón promovieron hacer una visita a los pobres de la Virgen al putrefacto barrio de Orines. Invitaron a Luis -nada que ver con el primer Luis, ni con el segundo, éste es distinto-: un estudiante de origen persa -sus antepasados parece que nacieron de la generación de uno de los hijos de Noé, de Jafet, aunque ya en la siguiente generación se trasladaron a Botieso. Luis está encajando rápido y pensamos que pronto pedirá la admisión; de hecho, al saber de sus orígenes le propusimos que encomendara la futura labor en Mesopotamia y dijo "¿Mesopoquéééé?". Algo es algo. La visita a Orines dejó mucha huella en el alma de Luis. Y al regresar comentó "¡joé, con la abuela!", no se refería a la madre de nuestro santo Fundador, san Josemaría, sino a la ancianita que habían ido a visitar: un papiro del Qumram de mírame y no me toques. "Joé" es una palabra muy usada en Botieso que denota que le impresionó. El Espí ritu Santo hará el resto.

"Le encomendamos su vocación especialmente a Isidoro Zorzano -Luis estudia mecánica de trenes de cercanías en la Escuela "General Serapio Washington de Cepeda y Ahumada" - escuela promovida por miembros de la Prelatura (el bedel es agregado viudo)- con la ilusión de que sea el primero en la labor en Mesopotamia. ¡Soñad y os quedaréis cortos! (¡y tanto!)"

La mañana que dejé la obra yo tenía 43 años, la gracia de Dios y buen humor. Y nada más. Días antes pregunté si podía disponer del coche -un Rocinante de segunda mano con 180.000 km en sus ruedas y una velocidad de crucero de 40 pulsaciones al minuto-, y con cuánto dinero. Me dejaron el coche, y 100.000 pesetillas (el subdirector de la delegación me preguntó que cuanto ganaba al mes en el colegio -200.000 pts, le contesté (¡ojo!, nadie se engañe: sueldo de directivo); "perfecto -contestó-, pues como te vas a mitad de mes te llevas la mitad del sueldo" . Y a tomar viento.

Llené el coche con mis cosas y salí tan feliz y tan campante rumbo a casa de mis padres, a cuatrocientos kilómetros. Gracias a mi inconsciencia natural no soy de agobio fácil, y si a eso se le añade que durante veintisiete años se me daba todo resuelto, pues menos agobios: yo no sabía lo que era pedir un crédito, ni ir de compras, ni qué era eso de una hipoteca; desconocía totalmente el valor de las cosas todas, desde las más importantes -el precio de una entrada de cine, comprar tampax en el super sin ponerme coloradote, dar la paz en Misa a todo un banco-, hasta las más nimias -pedir una hipoteca de millones, descubrir que el euribor no es un anticatarral, o no rebotarme cuando de regreso a casa me encuentro de visita a una amiga de "la Piedra" que se parece mucho a Leopoldo Calvo Sotelo y que es una brasas. Ciento por ciento brasas.

Aquella mañana yo sólo pensaba en llegar a casa, contarles todo a mis padres y mi familia, llamar a "la Piedra" -la dejé a cuatrocientos kilómetros, sola y triste, como Fonseca- diciéndole "amor mío, esto que oyes no son cañonazos, son los latidos de mi corazón", y buscar trabajo de lo que fuera o fuese: o una dirección general, o director de Recursos Humanos de alguna gran empresa, o escritor de best sellers... en fin, lo que fuera.

Mis padres, gracias a Dios, no tienen un duro, así que tenía que andar estirando las cien mil pesetillas y lo que mi novia me enviaba movida por ese amor que es más fuerte que la muerte. Lo primero que hice fue visitar a todos los amigos, gente que me conocía, y contarles mi situación; pensaba que así no hacía falta currículum y, si les interesaba en sus empresas, pues me darían currele. Los había del opus y no del opus. Los del opus, hay que decirlo todo, me recibían muy bien; después, cuando les advertía de haber dejado la obra, la cosa ya cambiaba, pero alguno sí me ofreció algo, pues reunía el perfil para desempeñar ese trabajo (así me lo dijeron)... pero días después, previa consulta al Dar Vathen de turno, me enculaban y ninguneaban. Los otros, los no del opus, fueron los que de verdad -y no soy de los que piensan que la vida se divide en buenos y malos- se portaron, se preocuparon, buscaron y me reclamaron. Y encontré un trabajo en una ciudad a mil kilómetros de "la Piedra".

¿Qué son mil kilómetros para un corazón enamorado?. Nada. Trabajaba de lunes hasta el viernes y, al caer la tarde, cogía el coche y le daba a la zapatilla para ver "la Piedra" de mi vida y de mi corazón. Cabalgando por praderas, valles y montañas, de noche, con lluvia, con niebla, con nieve, con sol, mi corazón cantaba los viernes. Y el domingo a la noche, vuelta a currar. Así un año. Yo no me acordaba ni del opus, ni del dinero, ni del futuro, ni de ná de ná: "La Piedra" y Dios en mi bolsillo.

Pero, ¡ay!, "la Piedra" sí pensaba en el futuro. La boda, la casa... y un día me habló de hacer un plan de pensiones

- ¿Un plan de pensiones? -le dije-, ¿para qué quieres tú ahora vivir en pensiones si ya vivimos en una casa?, ¿tú te chutas o qué, o sea, que ahora quieres que vivamos en la Pensión Paquita?. Y, encima, un plan, esta semana La Paquita, la próxima Pensión El Cafetal, la otra El Jamaicano...

Otro día me habló de pedir una hipoteca. Fuimos al banco, el director es del mismo pueblo que "la Piedra" (si está callado no lo parece, pero basta que hable un minuto y ya se ve que el tipo es australopithecus evolucionado, no es homo sapiens) y comienza a contar unas historias, unos palabros -allí pillé lo del euribor de las narices-, unas florituras, unas zarandangas, que a mi me hacían sentirme más imbécil de lo que ya soy, así que pregunté. Sólo diré que el tipo aquel, por la tarde, llamó a la que iba a ser mi esposa para decirle que cuidadín conmigo, que a lo mejor le estaba chuleando, que si sabía toda mi biografía. "Por qué piensas eso, Honorio" (se llaman muy raro en el pueblo ese). "¡Joé, por las preguntas que ha hecho", contestó. Al tío le pareció que yo había estado en la cárcel treinta años y un día. La cuestión que más le mosqueó fue cuando le pregunté muy serio: oye, ¿esto de la hipoteca es lo mismo que ING Direct, o algo así?. El mingas miraba a su paisana como diciendo "¿de dónde habrás sacado ésta al pedazo de URCO éste?.

Ella pensaba en el futuro y yo no. Una noche, en la oscura quietud del dormitorio, justo cuando había reunido el valor suficiente -ella, en ocasiones, parece dormida, pero su radar sigue activo-, para deslizarme de la cama y llegar al suelo, y arrastrame como un gato entre las sombras para cambiar el aceite a las olivas, ella me dijo

- ¿Qué sucede?, ¿escapas?.
- Ningún problema; lo que voy a hacer lo puedo hacer solo, cariño. Sigue reset, ¿ok?
- ¿Hacer qué?
- Ir a hacer pipí
- Pero si has ido ya otra vez...
- ¡Vaya!, llevas la cuenta. ¿Te preparas para presentarte a las olimpiadas de Madrid como analistas de esteroides?. Duerme, amor.
- No puedo, estoy muy preocupada.
- Micciono y regreso, cariño.
- Ya no me quieres.
- Te quiero, pero por nada en el mundo me pondría un pañal para hablar contigo.

Yo no lo sabía, pero cuando una mujer en la noche dice que no puede dormir, malo: lo que está diciendo es que tú no vas a dormir.


- Vamos mal de dinero, cielo, y parece que ni te enteras, ni te preocupa , ni quieres saber nada. Tenemos muchos planes, soñamos mucho, pero no controlas los gastos.


- ¿Gastos?, ¿qué gastos?.
- La hipoteca, el gas, la luz, el agua, el coche...
- Sí, y el euribor
- ¿Lo qué?
- El euribor, ¿no te acuerdas?, nos lo dijo Honorio.
- Ay, Satur, naces en Navidad y sales pavo. En fin, que había pensado que podríamos adoptar dos niños, se nos pasó el arroz y creo que deberíamos plantearnos hacer algo más para no andar por la vida sin ofrecer nada a nadie.


- ¡Vale, un negrito y una japonuda!
- Sí, amor, pero eso cuesta dinero, no si se lo sabes.
- ¿Dinero un niño?
- Pues sí, chimichurri: unos cuantos millones de pesetas.
- ¿Y allí habrá euribor?.
- Anda, calla y duerme.

Y en el silencio de la noche, mientras escuchaba el respirar sincopado de "la Piedra" me decía "¡Ay, quién me ha visto y quién me ve!





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