HISTORIAS DEL POBLADO. MACARIO. Cap. 13 de 'Retablo de curiosidades'.- Satur
Fecha Sunday, 12 June 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


El Poblado es un conjunto de casas de convivencias al pie de las paredes de un pantano de aguas azuladas, muy cerca de Torreciudad – los lugareños contaban “mira que listos  los del opus que echan “ azulete” en el agua para que quede más bonito (imaginaban que una vez al mes un bedel -probablemente agregado– iba con una barca derramado azulete por  las aguas).

 

Miles de convivencias se han hecho allí, y miles de historias han sucedido y, glosando a San Juan, si se escribieran una por una, me parece que en el mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse. Y gran parte de esas historias no hubiesen sucedido de no haber sido por la existencia de un hombre -una mezcla de vendedor ambulante, actor, feriante e histrión. Un tipo de otro planeta: poliédrico, exagerado, pillo, de una fantasía excesiva… Le llamaremos Macario del Poblado. Y tengo para mí que es uno de los personajes más interesantes y desconcertantes que he conocido; con él llorabas, reías, desesperabas, te subías por las paredes, jurabas no creerle más, no volver más allí… y siempre se regresaba, aun sabiendo que él seguía allí, más inamovible que las paredes de cemento del pantano...



Macario era el encargado de administrar todos aquellos barracones desde su inicio. Unos barracones miserables (entonces, ahora ya son otra cosa), donde en habitaciones de apenas tres por tres metros el tipo era capaz de meter un crucifijo, una imagen de la Virgen, tres literas, tres armarios, seis toallitas que por la textura podrías deducir que eran eso, toallitas, aunque no eran pocos los que la usaban de pañuelo, tan pequeñas eran. La sala de estar era un conjunto absurdo de tapices, retales de mercadillo: cada sillón, cada silla, era un caledoscopio muy difícil de explicar, un amasijo de pegotes sin sentido alguno, muebles ideados por un decorador que, supongo, esa prueba debía de ser el examen de recuperación de la primera evaluación de la especialidad de FP II de  la Escuela de Barbastro de Arte y Decoración. Por supuesto, se lo zingaron, pero allá quedó su obra maestra. El comedor era una nave inmensa, repleta de mesas enormes, gélido en invierno y la gehena en verano… sin embargo, allí se pasaba de maravilla, esa es la verdad.

 

Macario administraba todo aquello con un criterio: no gastaba ni en bromas y, si podía, a la hora de facturar te metía unas cuantas multas por desperfectos y extras varios. Para él desperfectos eran el cambiar un aspersor de lugar “¡¡¡hala, mecagüen la leche, ya me habéis jodido un aspersor: cinco mil duros, a tomal pol culo!!!. ¡¡¡Por favor, por favor, que me ha dicho el Padre que cuidemos el Poblado, que es para la Virgen, oyes!!!.

 

Macario mezclaba sin rubor alguno, y esa era su táctica, los tacos, con el Padre con el que parecía tener contacto directo a diario, Nuestra Señora, la pobreza, el proselitismo,  calcular todo en duros y terminar con ese “oyes” que conmovía mucho … y lo bueno es que le funcionaba, al menos el primer año, cuando no se le conocía. Cuando ya se le había pillado el hilo la cosa cambiaba. Una tarde de agosto llegaron en autobús cuarenta de Granada. Bajaron en pantalones cortos, naúticos y polos vistosos. Nada más verlos bajar Macario sale a su encuentro como un loco.

 

-         ¿Quién es el director?, ¡aquí no baja nadie así!. ¡He dicho que quién es el director!

Baja un tipo así como muy guaperas, un Petronio con rayban, melena muy cuidada, pantalón corto, mocasines de pala corta sin calcetines y un Fred Perry blanco inmaculado.

 

-         Yo soy el directó, qué paza.

-         Pues que les digas a tus chicos que El Poblado es como un centro, como Torreciudad y, mecagüen la leche, que no se puede ir aquí medio en pelotas, como si esto fuera la playa, oyes. Aquí nadie va en pantalón corto. Eso es lo que pasa.

-         Perdone, ¿con quién hablo?.

-         Soy el Director de todo esto. Y el Padre me ha pedido que no bajemos el tono, así que a ver si echamos una mano y colaboramos, oyes.

 

Petronio se le queda mirando y presiente que ese tío no cede ni a tiros así que se gira y ordena al conductor del autobús “a Barbastro, a buscar un hotel”. Macario no da crédito a lo que acaba de escuchar. Se acerca a Brumel, se le abraza al cuello y le expeta.

 

-         ¡¡¡ Mecagüen la puta, qué tío!!!. ¿Sabes lo que te digo?: pues que a mi los soberbios me dan pol culo y, ¿sabes lo qué te digo, oyes?

-         ¿Qué me dice?

-         Pues que me estás dando pol culo, así que ya te estás marchando de aquí. Y esto se lo voy a contar ahora mismo al Rector de Torreciudad, pero ahora mismo (otro recurso habitual era apelar al rector).

 

Otra de sus estrategias era echar la culpa de lo que sucedía al diablo, o a un encargado al que había avisado de algo y, curiosamente, no estaba en ese momento, cuando se le necesitaba. Así todos los directores de cualquier convivencia, curso de retiro o evento espiritual avisaban con días de antelación (sobretodo en invierno) que recordara que llegaban el viernes y que estuviera encendida la calefacción y el agua caliente. Pero, quiá, lo habitual era que el viernes el diablo había estropeado el termo, la caldera. Y puedo asegurar que el frío era de ir a mear y no encontrártela. Macario con ese ahorro, semana a semana, mes a mes, le sacaba beneficio al consumo del Poblado.

 

Una noche de viernes llegaron veinticinco chicos de Barcelona a un curso de retiro. No había calefacción ni agua caliente. Y el director arrambló con todas las perchas del barracón, las puso en medio de la sala de estar, y organizó una hoguera que dejó aquello como la cueva de Altamira. Al día siguiente se largaron con viento fresco, sin decir oste ni moste…

 

A Macario se le invitaba a la tertulia y allí era cuando Macario era un espectáculo. Yo le he escuchado su pitaje de miles de formas distintas, todas dramáticas, extrañas, misteriosas y que te ponían la gallina de piel. Toda la gallina de piel de piel. Nunca conseguí averiguar cuál era la verdadera, si alguna era la verdadera.

 

-         Yo era ateo. Pero ateo, ateo. No creía en nada. Ganaba mucho dinero y tenía un Mercedes y la vida no me importaba nada. Un día, volviendo de una noche de farra con cuatro amigos tuvimos un accidente, fue algo terrible… aquí al lado fue, y se me murieron los tres amigos. Me quedé solo…¡¡¡Y ESTÁBAMOS EN PECADO MORTAL!!! ¡¡¡TODOS EN PECADO MORTAL!!!. ¡¡¡Y EL ÚNICO QUE QUEDO VIVO FUI YO, OYES!!!...

 

Juro que en aquel momento, escuchándole gritar, con esa voz trémula y sentida, te saltaban las lágrimas.

 

-         Y decidí que esa vida no tenía sentido. Poco a poco fui convirtiéndome gracias a un sacerdote –aquí glosaba la importancia de un amigo sacerdote en quien confiar– y ahora soy el hombre más feliz de la tierra. No soy millonario pero, oyes, no me cambio por ese otro porque tengo un amor que vale más que todo el dinero del mundo. Y no hay día que no rece por aquellos amigos míos para que el Señor les haya dado un momento de luz antes de morir… ¡qué sabemos, oyes!. Acordaos de ellos, por favor.

 

Y terminada la tertulia más de uno y de diez corríamos al oratorio para rezar por el alma de esos pecadores que, muy probablemente, caso de haber existido, estuvieran en una discoteca poniéndose ciegos de cubatas, pecando los tíos a troche y moche.

 

Memorable fue la tertulia de Macario en un curso de inglés. Un mes de convivencia da para mucho y Macario tendía a tener sus enchufados entre los chavales. Conocía la vida de bastantes de ellos, sus circunstancias familiares y personales, y le dolía que esos chavales, después de un mes allí, viviendo cerca de la Virgen, rezando, en gracia de Dios y tal, marcharan en agosto a la playa, al abandono espiritual, a ir en pantalón corto y eso. Y en aquella tertulia no se le ocurre otra cosa que contar lo siguiente:

 

-         Cuando yo era ateo y me importaba todo un comino decidí ir con mi familia a veranear a Sitges (pueblo costero conocido por sus laxas costumbres). Yo entonces no conocía para nada el opus dei, pero mis hijas iba por un club como  el que vais vosotros. Yo, oyes, pues las respetaba, porque allí les decían que fueran mejores hijas, mejores estudiantes, mejores amigas y, oyes, a mi eso me gustaba. Además que mis hijas son un sol, que las quiero con locura. Y allí que nos fuimos, a Sitges. No sé cuantas horas de viaje nos pegamos para llegar allí, oyes. Y cuando entramos en el pueblo, viendo el ambiente que había por las calles, van mis hijas y me dicen “para papá, para y date la vuelta, por lo que más quieras”. Y yo les digo “¿pues, qué pasa, hijas?”. Y las chicas, muy serias, me contestaron “PARA, PAPÁ; SI NO QUIERES VER A TUS HIJAS EN PECADO MORTAL”… ¡¡¡Y ME DÍ LA VUELTA!!!. ¡¡¡QUÉ LECCIÓN, DIOS MÍO, QUÉ LECCIÓN!!! Para que veáis la fuerza que tienen los hijos y el ejemplo que pueden dar. Y vosotros, pues lo mismo, ¡que no sabéis la fuerza que tenéis cuando vuestros padres os ven majos y enamorados de Dios, oyes..

 

Claro, luego siempre había algún chaval que chutado de Macario iba con esos modos a sus padres y la armaba bien armada.

 

-Oye – llamaba un padre – que me dice mi hijo que no quiere ir a la playa porque está en pecado mortal y que, además, no quiere que lo estemos nosotros.

 

Macario no paraba ante nada y ya fuera por la playa, o por si uno tenía los padres separados, o tomaba droga, siempre tenía alguna anécdota donde él estuvo a punto de separarse y su hija le ayudó a no hacerlo, o conoció a un amigo íntimo que estaba en la droga… Nunca salió el tema de la homosexualidad, pero estoy seguro de que de haber surgido, o Macario fue maricón una temporada en su vida, o conoció alguno que, arrepentido, volvió a la heterosexualidad y ahora es padre feliz y enamorado con diecisiete hijos. No problemo.

 

En aquella tertulia del  “para, papá”, el problema me lo creó a mi, que era el director. Y es que a mi lado estaban unos nativos ingleses, unos profesores del curso de inglés cogidos a lazo que lo de opus dei le sonaba a Luke Skywalker. Y los tíos, la verdad, estaban muy quemados. Se habían hecho a la idea de venir a España un mes: sol, mujeres bonitas, monumentos, cerveza… y se encuentran en un Poblado de Huesca, un secarral, entre tipos que van a clases de inglés a reírse de ellos, rezan, van a Misa, suben al Santuario, bajan del Santuario y juegan al fútbol como posesos. Y, encima, el día libre tienen que acompañarles de excursión a un valle perdido donde la única especie femenina que pueden ver es la trucha, la vaca y la oveja. Planazo. No ganaban para sustos, los pobres. El primer día del curso sale uno de la ducha igual que Adán antes de la caída: un tipo con poderío, todo hay que decirlo. Un campeón. Un crack. Los chavales, normal, alucinados, escandalizados y divertidos. Yo, al verle, me acerco y le susurro “ponte la toalla”

 

- Ya la tengo ponida -me señala tocándose el hombro donde, efectivamente, está la toalla.

- No, en el hombro no, en la cintura, que me los acomplejas…. (y a mi, qué caramba)

 

Los british se pasaban las horas en la piscina con unos trajes de baños minúsculos cuyos paquetes no los gira ni Seur 10 –y con el cabreo correspondiente de Macario ante tanto derroche exhibicionista.

 

A la salida de la tertulia los profes de inglés pidieron entrevista conmigo.

 

-         ¿Qué ser Sitges? –preguntan con ojos vidiriosos.

-         ¿Sitges?... bueno, Sitges es un pueblo costero, cerca de Barcelona. Un lugar de veraneo

-         ¿Por qué hombre de gafas decir que darse la vuelta al llegar a Sitges?. ¿Qué sucede en pueblo de Sitges?

-         Nada, que Macario es un exagerado y…

-         ¿Por qué hombre decir que sus hijas estar en pecado mortal?, ¿qué pasa en Sitges?

-         Joder, ya, hombre, que no pasa nada, lo que pasa es que la gente va en traje de baño a la playa y toma el sol y esas cosas y este tío se cree que van en pelotas… ¡¡¡que es un exagerado, hombre, ya, joder!.

 

Allí metí la pata, y de qué manera.

 

-         Queremos conocer Sitges –impusieron con los ojos como sapos.

-         Pues de que no.

-         Pues de que sí, porque estar hasta los eggs de aguantar niños y rezos y excursiones a montañas.

-         Pues de que no.

-         Pues go away, aquí quedas con niños y hombre de gafas. Ir a la mierda todos.

 

Me limpié la espuma de los labios. Estaba perdido.

 

-         Pues de que sí, venga, que no es para tanto, hombre, coleguis.

 

Y allí se fueron los cuatro el día de excursión. Y regresaron, ya de madrugada,felices, agotados y gambas total. Hartos de ver curvas mollares y de cervezas y de daikiris: super en pecado mortal .

 

El Poblado creció, se mejoró y dejó de ser un apeadero del far west.  Macario envejeció con él. Dejó de ser sherif y pasó a administrar con nuevas leyes y modos que la civilización fue pautando. Pero un nuevo enemigo descubrió para su cruzada particular: los Tozales, y todas esa chicas pijas que los habitaban, con sus pantalocintos cortos, sus falditas, sus polos, su simpatía contagiosa, su libertad, sus visitas  a la cafetería de la Hostería donde se encontraban con los chicos del Poblado. La tentación vive arriba.

 

Pero eso ya es otra historia, oyes.

 

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