¿Prima la conciencia en el juicio moral? Preguntas para J. Choza.- Amigo
Fecha Wednesday, 01 June 2005
Tema 900. Sin clasificar


Querido Jacinto:
 
Como bien sabes mi disco duro es muy lento y necesita leer varias veces las cosas buenas que escribes para percibir, aunque sólo sea, los muchos espacios que abres a la inteligencia.
 
Después de leer varios artículos tuyos en los que se concluye -entre otras muchas cuestiones- que la Iglesia no tiene más garantías que la propia conciencia para decidir lo que es bueno y malo, uno se queda con la mosca detrás de la oreja. Y no porque sea turbio o falso lo que dices, sino porque me parece jugar sucio, por parte de la Iglesia, establecer una normativa punitiva, o sea, lo que es pecado mortal o no, y después decir en la autorizada voz de J. P. II; ¡atentos muchachos, que la conciencia personal tiene más que decir sobre la moralidad de vuestras vidas que la reglamentación que yo como-iglesia-verdadera-y-esposa-de-Cristo-he-establecido! Esto es un chantaje de mucho preocupar y eso es jugar sucio. Si la propia conciencia es soberana para decidir si puede comulgar o no, a cuenta de qué se la enfrenta a otras soberanías desconocedoras de su intimidad. ¿A cuenta de qué se habla de dos soberanías para el mismo sujeto, aunque estas no se enfrenten nunca? Ya sabemos por la historia reciente de la banca española que las copresidencias no conducen a ninguna parte, incluso aunque sólo existan como solución temporal.
 
De la misma manera me parece una juerga decir qué es o no pecado mortal -es decir la separación de la unión con Dios y jugarse el pellejo para la vida eterna-, sobre todo cuando esa sentencia moral sólo se levanta con la confesión personal de bis a bis (porque eso del arrepentimiento sincero, perfecto e individual, psicológicamente no ha funcionado nunca). Yo pensaba que una pena tan grave -la muerte del alma-, tenía que tener una facilidad absoluta para ser levantada mediante la confesión, pero ahora es que ya no hay curas, luego ya no es tan fácil volver a la amistad con Dios si a alguien le ha flaqueado el ciruelo con la vecina del quinto, porque la vecina del quinto hay que reconocer que es mucha vecina. Y entonces nuevamente la Iglesia dice; pues si no hay curas, búscate la vida colega, con eso que yo llamo el arrepentimiento perfecto, porque yo no puedo hacer nada por ti en este aspecto. Si ahora es la conciencia la que prima en el juicio moral, ¿por qué sigue vigente una legislación que acepta ese juicio moral particular para momentos extraordinarios? ¿Y quién decide lo que es extraordinario? ¿Y por qué tengo que estar todo el día contemplándome con respecto a un código, y no bajo el fiel de la amistad que es pura subjetividad pero auténtico amor? Esto es una cabronada.
 
Es como si el Estado me retira el carné de conducir por saltarme un stop, o por atropellar a alguien, qué más da, y me dice que si quiero volver a conducir tengo que ir de nuevo a una autoescuela. De acuerdo digo yo, ¿dónde me puedo matricular de nuevo? y resulta que esas academias ya no existen o existen a cincuenta kilómetros de mi pueblo o sólo dan clases de once a doce del mediodía pero no puedo ir por el trabajo o por lo que sea. Digo yo que la pena de la retirada del carné será injusta si aun queriendo redimir mi pena no me dejan hacerlo por cuestiones administrativas.
 
Me parece bien que acudas a la mayoría de edad de cada ciudadano, a su formación humanística superadora de la conciencia moral, pero no es suficiente; rectifico, sí es suficiente, porque ni tu ni yo podemos hacer nada más, salvo denunciar a la estructura eclesial la sinrazón de una legislación que no se cumple. Si ahora ya no nos separa de Dios la sexualidad vivida de un modo privado, el decidir por los métodos que quiera el número de hijos que deseo tener, ¿por qué coño sigue vigente una ley que ya no se vive pero que al mismo tiempo está acompañada de graves penas? Quizá algunos hemos puesto en un pedestal al positivismo y esto sea consecuencia de ese horizonte cultural del que nadie puede escapar, o al menos difícilmente. Como ves estoy de acuerdo contigo; con estos párrafos sólo quería agradecerte de nuevo tu texto.
 
Un abrazo.
Amigo








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