Agobiatas de la Opus toda (Cap.11 de 'Retablo de curiosidades').- Satur
Fecha Sunday, 22 May 2005
Tema 090. Espiritualidad y ascética


Agobiatas de la Opus toda

(Cap.11 de 'Retablo de curiosidades')

Enviado por Satur el 22-mayo-2005

 

 

Que estamos hechos de lo mejor y de lo peor se puede constatar día a día desde que bajamos del árbol y nos pusimos a andar a dos patas: a Caín le costó muy poco darle un mangazo a Abel –que debía de ser un tipo algo rarito y repelente– y darle billete… después vinieron los demás hasta hoy.

 

Aristóteles y Santo Tomás se muestran unánimes al definir la virtud como el justo medio entre dos extremos opuestos. Así nos mantenemos en pie. Olvidar esto trae consecuencias desastrosas; negar que en nosotros se desarrollan juntos el bien y el mal tarde o temprano nos encamina al desequilibrio espiritual y psíquico...



Esta es la causa de tantas neuras, tantas depresiones, tantos agobios en bastantes algunos fieles de la Perlatura y de instituciones donde impera un pesimismo moral que no quiere saber nada de uno de los extremos opuestos: el macarril. En su formación se tiende sólo a la santidad, se diluye la presencia del mal, se siente el vicio como enemigo, como algo de lo que mejor no hablar. Tendamos a la virtud, sólo a ella. Somos santos, somos puros, somos alegres, somos pobres, somos ordenados, somos generosos, somos piadosos.

 

-         ¿Y no puedes ser también, por ejemplo, vanidoso, perezoso, orgulloso, tacaño, violento y/o estúpido?

-         No. Imposible: yo soy santo. Tú sí porque no luchas, no rezas y, claro, te pasa lo que te pasa.

-         Ya. ¿Y no sientes “el tigre” enjaulado que quiere saltar y…

-         Yo no hablo de “ESO”.

 

Las virtudes y los vicios tienen la misma base humana; no existen entre ellos ninguna diferencia de naturaleza, sino una diferencia de posición. Una casa bien construida y otra que cae en ruinas pueden estar hechas con los mismos materiales y la proporción en que se emplean aseguran el equilibrio o provocan el hundimiento del edificio. ¿Por qué entonces la constatación de este hecho elemental escandaliza a “formadores” consagrados que se dedican a revelar caminos de santidad?. ¿Exigirían acaso que el deseo de los bienes materiales fuera radicalmente diferente en el ladrón y en el hombre honrado, que la sexualidad del esposo fiel nada tuviera que ver con la del adúltero, la del pedófilo o la del anadófilo (amor desmesurado por los patos que hacen cuá cuá de un modo sospechosamente seductor)?.

 

Hemos llegado al quid de la cuestión. Lo que no pueden soportar esos chicos es que la virtud proceda de la misma fuente que el vicio, que entre las cosas buenas y las malas no hay diferencia de origen. Y es que no perdonan a la virtud su procedencia “ demasiado humana”, que diría Ních –ése gran cabrón que le jodía ser sólo hombre. Hay en esos modos de formar una terrible desconfianza e insatisfacción ante el ser humano. Y eso, a la larga, destroza, lleva a la ruina y se desmorona. Al pensar así se tiende de un modo histérico a huir hacia arriba escapando de lo humano y se habla de la “gracia para escapar de la gravedad“, de la “caridad que es de otro orden”, o de los famosos “actos gratuitos” que tanto gustaban a Gide, Graham Green y compañía. Les requetejode descubrirse “humanos, demasiado humanos”, “frívolos”, “superficiales”, “epidérmicos”.

 

Pero lo son. Lo somos. Les encantaría que el hombre tuviera dos naturalezas, una para el bien y otra para el mal. Pero no; sólo tenemos una, y hay que quererla para ir andando con cierta chulería, garbo y soltura  por este mundo. Sabiendo, y aquí está la sustancia, que hay un Ser más allá de la muerte que nos ama y nos comprende, que para eso nos hizo, qué leches. No sé quién dijo – que a lo mejor era gilipollas – que si conociéramos el fondo de todo tendríamos compasión hasta de las estrellas. Y es verdad.

 

Por eso, queridas y queridos depresivos provocados por esas formaciones, estimados agobiatas, neúroticos todos, os pasa lo que os pasa. No comprendéis nada y os desespera ver las sombras que la luz proyecta en vuestras vidas.

 

¡Benditas sombras!

 

 

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