Envidia.- Emevé
Fecha Sunday, 15 May 2005
Tema 040. Después de marcharse


Quiero regresar a la Opus. Quiero levantarme a las 6 de la mañana, besar el suelo, ofrecer el día, arreglarme “a la volada”, hacer la oración dormitando (o dormitar en el oratorio mientras “Jesús se regocija con mi lucha por mantenerme despierta”), prender las velas para la misa, comulgar como una santa, dar la acción de gracias mientras pienso en lo que me espera en el día, rezar el trium puerorum y salir, saludar a todas con sonrisas veladas cuidando de no mostrar apego por ninguna, tomar el desayuno que ya está servido y salir a trabajar.

Claro, la administración prepararía mi almuerzo, y me llevaría la lonchera más rica de toda la oficina. En la oficina estaría algo estresada, porque no hay muchas “pitables” aquí, mis mejores amigas son divorciadas, o mujeres con una vida sexual activa (que disfrutan mucho, por cierto), algunas casadas que usan la píldora, para no llenarse de hijos, que con el sueldo que tenemos no podrían mantener y el resto son chicos, casados, solteros, lo que sea, pero tampoco ninguno es pitable, no se pueden recomendar al sacerdote del centro. Entonces almorzaría sola o quizá con la más pesada de la oficina que por cierto debe ser virgen por falta de propuestas. A las 5 y media correría al centro, rezando el rosario en el camino, a hacer la oración y la lectura, con el cilicio puesto, porque si me lo pongo en la oficina, al verme cojear se escandalizarían todos. Me caerían correcciones fraternas por hacer “hora santa”, pero no hay otra forma de cumplir con las normas del plan de vida (y claro, esmerarse en no hacer un “cumpli- miento”). Estrés total, pero estrés purificador, que sólo las más fuertes resisten...



A eso de las 7 cenaría o iría al círculo, y preparar charlas o círculos, o hacer la charla, dependiendo del día. Los sábados atender la labor de chicas universitarias que me mirarían con cara de “¿y esta de dónde sale?” y habría que aprovechar porque sólo podría hacer apostolado con las amigas de las amigas de alguna numeraria reciente, que sea universitaria o escolar. Algún domingo retiro mensual. En las vacaciones, curso anual para seguir “formándome”, y así, hasta morir envuelta en una sábana blanca. Directito al cielo. Sin mayores preocupaciones, yo quiero regresar a la ¡Opus!

Seguro que Jesús no me iba a preguntar si tuve tiempo de saber quién era la auxiliar que me preparaba la lonchera deliciosa que disfrutaba cada tarde con un placer desbordado (el único placer que tendría), seguro que al decirle que estuve rodeada de divorciadas y mujeres “impuras” y no me contagié porque les hablaba con mucha caridad, pero sin intimidades, me premiará, seguro que al decirle que guardaba la vista durante el trayecto de la oficina a la casa, me daría sitio junto a Sanchema. Seguro que al contarle que me dediqué a perseguir escolares y universitarias menores de edad para que piten como numerarias y tengan la vida maravillosa que tuve yo, me daría una corona de laurel. Quizá cuando Jesús vea que hice cientos de correcciones fraternas a las otras que usaban zapatos viejos (que desdicen de su ocupación y oficio) o a las que se ponían una cadena con un crucifijo porque parecían monjas, se divertirá y me dirá “pobres tus hermanas, eran como niñas, cómo me divertía”, seguro que cuando sepa que a mis padres no les pude visitar y cuando fallecieron apenas fui al entierro como una extraña más, me dará un fuerte beso y me dirá “pero si tu familia es la Opus, ellos eran sólo un accidente sanguíneo”. Seguro que me premiará por aquellos días en que mi corazón no daba más y necesitaba sentirme verdaderamente querida, no con la caridad oficial sino simplemente por amor, pero me sobrepuse y seguí viviendo la caridad oficial, por serle fiel.

Hombre, ¡yo quiero volver a la Opus! Quizá me darían un puesto de Dirección, y me dedique a escuchar y guiar a todas las demás, sin saber nada de sicología, sólo con saberme de memoria los escritos del Fundador, es que él tiene toda la farmacopea, ¿para qué necesitaría yo saber más?

Caray, quiero volver a la Opus, porque ahora, ¡ay pobre de mi! Directita al infierno! Me levanto a la hora que puedo, algunos días hago ejercicios, salgo corriendo a la ducha, me preparo mi propio desayuno y la lonchera me la hace la asistenta de mi madre que todos los días me pregunta “¿y qué le pongo mañana?” y yo le tengo que decir “lo que sea que vaya usted a cocinar” “sí ya sé, pero a usted no le gustan algunas cosas, ¿qué le pongo?” “señora, lo que se le ocurra”, qué martirio, ¿y dónde están los menús elaborados por Administradoras profesionales?. Luego llegar a la oficina corriendo (aprovechando un rato para rezar el rosario a la virgen), y todas empiezan con sus bromas de doble sentido, y yo veo con sorpresa que cada vez me escandalizo menos, y me río más. Luego almorzar con las chicas (las divorciadas y las “impuras”), que me hacen disfrutar y me aceptan tal como soy, incluso cuando hago mis bromas y si pongo cara de tonta se ríen y me hacen sentir parte del grupo. ¡Me divierto en medio de pecadoras y pecadores! ¡Qué horror!. Luego me robo un poco de tiempo de trabajo (en lugar de santificarlo y trabajar como un robot) para escribir mails o para reírme con los chicos de la oficina de al lado. Al final, salgo cuando acabo (a veces a la hora, otras no, depende de si hay mucho trabajo o no), llego a mis clases, río como loca con todos, les hago bromas y me las hacen, luego llego a casa, me saco los zapatos, me pongo la pijama y converso con la familia cuando tengo ganas y otras sólo me meto a leer o me duermo temprano sin pedirle permiso a nadie. Si un amigo está depre, me llama de madrugada o me escribe en el chat, y me quedo hasta que se le pase. Y si estoy depre, cojo el teléfono (que pago yo, con mi sueldo) y llamo a quien sé que me va a oír y ayudar.

Ahora que me sé no sólo el nombre de la asistenta de mi casa sino el de su marido, el de sus hijos, y lo que gana. Ahora que trabajo con seriedad, sin apuros por cumplir un horario de normas, ahora que ayudo a quien tengo al lado sin importar si es “puro o impuro” si es de otra clase social o si es chico o chica, ahora que los que conviven conmigo me pueden decir lo que piensan de mi, sin hipocresías, el día que estoy muy pesada me lo hacen ver clarito clarito, y ahora que puedo querer a la gente y dejarme querer sin importar nada, sólo el amor, resulta que me voy a ir al infierno.

Caramba, quién fuera de la Opus y tuviera el cielo seguro, sin esfuerzos, sin prepararse la comida, sin lavarse los calzones, sin importarle ninguna “amistad particular”, con una relación mínima con la “familia de sangre” que si sufren por la ausencia del hijo es porque no están en gracia de Dios y no comprenden la maravillosa vocación. Caray, si fuera de la Opus trabajaría en una Obra Corporativa y sin mucho esfuerzo sacaría mi doctorado en otra Obra Corporativa, y mi función primordial sería conquistar numerarias para que seamos más, para que seamos 5,000. Siempre con una sonrisa por fuera, aunque por dentro mi “soberbia” me haga sentir desubicada en un lugar donde ni quiero, ni me quieren, con el corazón intacto, de no haber querido a nadie de verdad, para guardarlo enterito para Jesús, tal como Él lo hizo ver al Fundador.

Quién fuera de la Opus y construyera con sus vidas ejemplares de estrés y represión un mundo maravilloso para “servir a la Opus de Dios”, y llenar el planeta de numerarias “oficialmente felices”. Quiero regresar a la Opus, sólo para irme al Cielo. Porque sólo los de la Opus hacen las cosas bien sin ensuciarse y con una sonrisa preciosa.

Agradezco a los opusinos que entran a la web por recordarme que no es que yo quiera destruir a la Opus, es que quiero volver, y no me dejan. Chicos, no soy su enemiga, sólo soy una triste envidiosa. Relájense que es envidia “de la buena”... ustedes me entienden.

Emevé







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