Retablo de Curiosidades (IX).- Satur
Fecha Sunday, 08 May 2005
Tema 070. Costumbres y Praxis


EL ADN DE LA OPUS

 

“Una corona de oro para un espantapájaros”. La imagen se aplica de maravilla a ciertas pretendidas vocaciones espirituales. Cuanta profundidad no purificada bajo una débil capa de virtud y de oración –el que lo probó lo sabe. Cuánto maquillaje de supuestas vidas cristianas, cuantos trucos baratos para ocultar lo que todos somos. Qué gran ventaja si la prueba  o el pecado derriban toda esa aureola mentirosa y dejan al desnudo la podredumbre del alma, y descubrir la verdad en el pecado y la mentira de la virtud simulada.

 

Descubrir que no se puede decir “soy pobre” cuando se vive  según los modos de esa sociedad consumista, anticristiana, que tanto se critica. Se vive en las más  mejores zonas, los mejores pisos, las mejores parajes de casa de convivencias, los mejores coches –basta pasearse por el aparcamiento de bastantes colegios el día de la fiesta del colegio, o en una reunión de padres-, se vive  ese espíritu chincharrero, interesado, práctico, chato, sin aristas, acomodaticio, aburguesado, consumista y ridículamente capitalista, con esos modos de nuevo rico que ya no es privilegio de unos pocos, sino que, en su fatuidad, imitan muchos, aunque sea a costa de hipotecar su vida a un banco. Los colegios más caros, por el prurito de una pijez que no acaba de casar con algunas virtudes cristianas que se predican sin sonrojo alguno...



 

La última. Se monta un catering  a lo grande –40 leuros por persona– para celebrar la primera confesión de las niñas bien de un colegio bien. Joder con las niñas pecadoras. Antes las propias mamás preparaban una chocolatada y asunto zanjado. Ahora las pedorras nuevas ricas han tomado posiciones en eso que, sin rubor, dicen que es “calidad de vida”.

 

En  una primera confesión que organicé el sacerdote era un tipo original y algo lanzado. Chaparro y feo como él solo. La verdad es que era muy pequeñito. Un día fuimos de convivencia con los chavales y los padres que quisieran para celebrar la ceremonia de la primera confesión en un santuario. Primero fueron las confesiones y allí dio una pequeña plática para remover los corazones de las mamás que asistieron –no vino ni un padre. Una de ellas era una mujer de esas que hasta la escultura de un monaguillo de tamaño natural que había en la entrada de la iglesia, una de esas que el niño lleva un cepillo para las limosnas, se le iban los ojillos, al muy pillín. Iba la señora con una minifalda como la de Lulú cuando cantaba Bum  bum ban a bang en el festival de Eurovisión: muy festiva, muy alegre, muy fresca. Y el caso es que cuando su niño va a confesarse le dice la mamá al presbítero “hemos hecho el Jonathan y yo una hojita con sus pecaditos, para que no se le olvide nada”. Y el cura va y le suelta “supongo que cuando entre usted al confesionario vendrá con un listín de teléfonos”. Frús total. Pero frús, frús.

 

Después vino la Misa. Todo bien hasta que llegó la comunión. Se gira el cura para abrir el Sagrario y  coger las Formas y cae en la cuenta que el altar está altísimo, y el Sagrario lejísimos del altar. Y no se le ocurre otra cosa que tomar un poco de carrerilla y lanzarse en plan rodillo, lo contrario al estilo fousbury, o como se diga eso, para ver si consigue abrir la puerta del Sagrario. No lo consigue. Y se queda suspendido entre el cielo y la tierra, la barriga sobre la mesa del altar, los pies zarandeando el aire… descojone del personal, y va y me dice por lo bajini “¡mecagüen la puta, Satur, abre el Sagrario!”

 

Bueno, me he vuelto a divertir. Me convierto de nuevo.

 

Y es que muchas vocaciones no son tal. Piensan bastantes de la opus, y no de la opus, que la vocación es algo que justifica a toda costa su conducta mediante principios a priori. En lugar de reconocer espontáneamente lo diverso y contradictorio de muchos de nuestros móviles –no me refiero a los teléfonos-, y aceptar la vida como algo que se va haciendo, rectificando, volviendo a empezar, equivocándose y acertando, deciden de una vez para siempre que no, que ellos son elegidos y, por tanto, soy pobre porque sí, porque “nosotros somos pobres”, soy casto porque sí “porque nosotros somos castos”, soy alegre porque “nosotros somos alegres”. Y un jamón. La vida se anda, chino chano, y a ver qué pasa, con Dios en el bolsillo, o solo, pero se anda.

 

Es preferible el fanfarrón de la mentira y del pecado al fanfarrón de la sinceridad y del ideal: el que cree mentir diciendo la verdad al que cree decir la verdad y miente. Hay muchos que creen ser sinceros: creen amar y no aman. Hay quien decide que todo en su vida será moral, que hasta su misma sed de gozar, de dominar, de vivir la pobreza ésa, llevará la máscara de la virtud. El engaño es el precio de esa falsa unidad.

 

Sabemos que el ser humano tiene poco más de 30.000 genes, pocos más que el chimpancé (cosa que algunos intuían), y el doble que la mosca del vinagre (eso no lo intuía ni Tarzán). Sabemos que posee 50 trillones de células y, dicen, que si todo el ADN se pusiera en fila haría 60 veces el trayecto entre la Tierra y el Sol.  Casi nada.

 

También nos aseguran que el ADN es el archivo en el que se almacenan cuatro letras químicas esenciales con instrucciones precisas para la vida. Pero todo esto no es la verdad, al menos toda la verdad, ni siquiera la verdad más relevante. Somos algo más que todo ese mapa: somos libres y responsables. Nada está escrito de antemano por mucho que así lo profetice de cada uno la opus cuando condena a la desgracia terrena, y quizá la eterna –por escrito y de palabra (ojo, que es muy grave el asunto)- a quien busca otros caminos honradamente y de buen corazón. Cuando afirma que traicionamos a la opus, a la Iglesia, a nuestros hermanos, al mundo entero. Cuando determina a priori las acciones de sus fieles según el código de un ADN  muy particular, el suyo, que lleva inscritas las instrucciones precisas para ser feliz en esta vida y, después, en la vida eterna… ¡Ay, pero como rompas esa cadena de letras!: no vales ni un duro, ni dos pesetas. No vales nada.

 

No se me olvida la última noche antes de dejar  la opus. Una conversación en una terraza de un colegio mayor con el que entonces era mi director. Fue a matar el tío: “te veo dentro de unos años solo, alcoholizado, en una barra americana, contando una vida muy triste”. Le contesté que yo también me veía así… porque lo cierto es que sí me veía así. Era una posibilidad.

 

¿Qué “letra” me saltó en la cadena del ADN  para impulsarme a buscar una vida donde yo pudiera ser, quizás, mejor persona, mejor Satur, que la pedazo de cosa que estaba hecho?. ¿Qué letra saltó de esa cadena cuando me precipitó a un mundo sin garantías, sin nada más que pensar que las cosas “saldrán porque Dios viene conmigo”? ¿Fue la A (adenina), la G (guanina), la T (timina) o la C (citosina)?  ¿O fue la  I (ingenuo), o la C (caradura), o la T (traidor)?… ¿pudo ser la A (amor), o la S (sinceridad), o la C (confianza en Dios), o la P (de Piedra)... unas letras que los científicos más avisados, los opusimos listillos, y todos aquellos que creen que las cosas son como ellos las predican,  no “ven” en el ADN, pero que ellas solas pueden revolucionar los 50 trillones de células que integran el ser humano. Una sola de esas letras, la A, hacen saltar por los aires todos los planteamientos más falsos, todos los  intereses espúreos, todas las mentiras, todas las comodidades, todas las profecías agoreras y todas las tristezas.

 

Esas letras han hecho posible las mayores locuras de este mundo. Y por eso hoy, ahora, en algún lugar de este mundo alguien está quemando las naves.

 

Hablando de naves.

 

San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás decía que la opus era una barca y a los que dejaban la opus les gritaba, glosando la idea de que preferían ir a un portaviones que quedarse en esa barca humilde, “vete, vete al portaviones…”. ¡Joder con la barca de la opus!

 

Yo no sé en que portaviones estoy, me muevo y ando, y desconozco cuantos de los que han dejado la opus viven en portaviones, ¡pero anda que no hay que tener cara para decir que la Prelatura Perlada es una barca!. ¡¡¡Joder con la barquita!!!: ¡¡¡QUIERO ESA BARCA!!!.

 

Y ante planteamientos así habrá que plantarse delante de esa opus y  decirle que naranjas de la China: que están muy, pero que muy equivocados, que andan mal, que así no van a ninguna parte: una corona de oro para un espantapájaros.

 

<<Anterior - Siguiente>>







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=4824