La elección del nuevo Pontífice. Para José Carlos.- María Cristina
Fecha Friday, 22 April 2005
Tema 900. Sin clasificar


José Carlos:

 

Me asombra enormemente que encabeces tu mensaje del día miércoles diciéndome “Querida Maria Cristina” y admiro tu capacidad para endulzarlo todo; porque yo no llamo queridos/as a personas con las que no me siento afín. Serán “señor” “señora” “fulano” “mengana” pero nunca queridos para nada.

 

Esta vez voy a empezar por el penúltimo párrafo de tu último mensaje:

 

Mira María Cristina, muestras en tus palabras, tu actitud hacia mí, tus interpretaciones a mi parecer temerarias, tus condenas continuas a mi persona, tus juicios sobre mi relación matrimonial y tus especulaciones sobre lo que pretendo fundadas en una realidad que poco conoces, que tú no deseas ni quererme ni comprenderme.  Involuntariamente – supongo – me faltas al respeto con frecuencia, y francamente ya estoy cansado de desviar la discusión a lo personal en vez de enfocarme en los temas que interesan a la gente...



 

Nobleza obliga, así como me reconociste que sos soberbio; y que semanalmente te lo hacían notar en el opus… pues esta servidora te reconoce que estás en lo cierto: no me interesa quererte (no tengo por qué, de todas maneras no te odio ya te lo dije) ni tampoco comprenderte porque simplemente todo lo que leo de vos, de tu comportamiento, de tu vida “de piedad” y otras yerbas es absolutamente incomprensible e incongruente con ser un cristiano corriente, un hombre CASADO.

 

Pero bueno… te arreglarás vos y tu mujer con ese tema el día (que seguramente te va llegar) en que ella diga como el personaje de la historia de Satur, que harto de oler tanto “perfume” grite ¡quiero oler mieeeeeerrrrrdaaaaa!

 

Pero como me pides enfocar en los temas que interesan a la gente voy a referirme a la elección del nuevo pontífice. Supongo que estarás contento porque triunfó tu modelo de iglesia hegemónica, dura e intransigente y habrás descorchado botellas de champagne junto a tus amigos numerarios y los curas de “la” opus. Se habrán alegrado seguramente de las personas “que nos pudriremos en el infierno” porque con esto habrán consolidado su posición de “elegidos, verdaderos y perfectos” de las que tanto gustan hacer alarde. Se habrán alegrado de las lágrimas que derramamos amargamente (me incluyo) los que queremos una iglesia preocupada más por los pobres que en prohibir un preservativo, una iglesia más comprometida con el dolor y la injusticia que con andar excomulgando.

 

¿Vas a decirme ahora que la obra no tiene intenciones de poder en el Vaticano después que han “manipulado” la candidatura del tipo más duro, más intragable y más represivo que podía ser electo? ¿Quiénes si no? ¿A quien le convenía un papa como Ratzinger, un excomulgador profesional? ¿Quién se beneficia con un papa intransigente, condenador y de la línea más dura? La respuesta es obvia…

 

Lloré, lloré mucho toda la tarde cuando supe la noticia de la elección del alemán, del panzerkardinal como le llaman en su propia tierra.

 

Yo tuve mil y una oportunidades de salirme de la Iglesia Católica Romana; nunca lo hice porque tuve esperanzas y creí que un día Dios nos mandaría un buen pastor que se ocupara de los olvidados de la tierra, un buen pastor que tuviera la suficiente energía para decir NO a la guerra antes que se hubiera concretado la invasión y no después, un buen pastor que se preocupara por la expoliación de los recursos naturales y riquezas del tercer mundo a manos de multinacionales de ese país tuyo al que tanto ponés de modelo.

 

No quise irme, siempre me sentí católica romana y quisiera seguir siéndolo. Pero no me dejan, no me dan alternativa. Me presentan como única vía una iglesia en manos de poderosos, una iglesia que da más importancia al cilicio y a la ducha fría que al sufrimiento de un niño hambriento, una iglesia que castiga brutalmente con la excomunión ope legis a un divorciado que vuelve a casarse pero que ante el problema del desempleo, la pedofilia y la ruleta financiera de los países ricos dice “hay que rezar mucho”, una iglesia que indica a los jueces civiles no dictar sentencia en casos de divorcio para que se retrasen los procesos pero arregla nulidades cuando conviene o se paga bien, una iglesia que se mete en asuntos de estado mandando a capellanes militares a desearles la muerte a funcionarios que pretenden despenalizar el aborto en casos de extrema gravedad (aclaro que no soy pro aborto).

 

Yo crecí en una familia donde se inculcó el amor a la Iglesia como familia, como motor de evangelización a través del amor. Estos con sus actos demuestran que quieren evangelizar a palos. O estás con ellos o contra ellos. Por algo Bush se puso tan contento con la elección papal.

Decididamente: esa no es mi Iglesia ni ellos ni los que piensan como vos son mis hermanos de fe. No los quiero, no puedo quererlos. No me muestran el ejemplo de Jesús en sus actos.

 

Casi podría decirse que la tengo fácil: me voy a la religión de mi marido y con eso ni siquiera pueden excomulgarme (por el concordato que mencioné entre Paulo VI y Athenagoras I). Tendré las mismas oraciones, los mismos sacramentos…pero tendré dentro un inmenso dolor, el dolor de haber sido expulsada por la intolerancia y la desvergüenza de los que en lugar de buscar una iglesia realmente “católica” (universal) han ido abonando el terreno de una religión para pocos sin importarles el dolor y el daño que ocasionen.

 

Contigo no tengo nada más que intercambiar, José Carlos. Lo mejor que puedo desearte en este momento es que reacciones, madures afectivamente y que tengas una larga vida junto a tu mujer e hijos (cuando los tengas).

 

Best regards

 

María Cristina







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