EL SANTO PADRE Y UN PATAN.- Flanpan
Fecha Monday, 04 April 2005
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Como tantos de vosotros, me he pasado el fin de semana pegado al TV, sin poder hacer otra cosa que tragarme hora tras hora, los distintos documentales y testimonios de los viajes y trabajos del santo Papa.

 

En esto del Papa, me ha pasado como con tantas otras cosas. El barniz que recibí en la Cosa, en relación al Papa, me cerró los poros del entendimiento, y ha sido ahora, recién fallecido, cuando a través del TV me he enterado de verdad de los distintos mensajes que el Papa repetía incansable.

 

Me ha dado mucha pena pensar que en las distintas ocasiones en que acudí a ver al Papa (Madrid, Sevilla, Zaragoza, Lourdes, Santiago, Roma,...) no hice otra cosa -imbécil de mi- que “ver” al Papa. En la Cosa, en relación con el Papa, todo se resumía en VERLO y HACERSE VER. Y lo más importante era hacerse ver. Que el Papa se enterara de que la Opus estaba allí. La Opus había llevado a muchedumbres. La Opus llenaba estadios. Todas las banderas y pegatinas eran pocas. La Opus que nunca va a procesiones detrás del Cuerpo de Cristo -“no es nuestro estilo”- se desmelena cuando se trata del Papa. Todo esfuerzo es poco por demostrar al Papa que “aquí está la Obra”.

 

Consecuencia de ello, es que al final uno terminaba concentrándose en lo accesorio y perdiéndose lo importante. Como Marta, la de Lázaro. Los preparativos lo eran todo. Escuchar de verdad lo que el Papa nos decía pasaba a un segundo plano. Estábamos tan ocupados en los cánticos, el Totustus y los aplausos, que al terminar uno no sabía bien qué quería trasmitirnos el Papa. Y no me parece mal. La emoción del momento era tan intensa, que no era fácil asimilar los mensajes.

 

Lo triste del caso es que, a la vuelta al centro, la Obra, sus Directores y toda la logística que eso conlleva, hacían un nulo esfuerzo por que las enseñanzas del Papa nos calaran lo más mínimo. Es curioso ver cómo todo el esfuerzo que se hacía en “dar la nota” delante del Papa, desaparecía una vez el Santo Padre se había marchado.

 

¡Qué distinto era cuando venía el “Padre”! Entonces también había montajes, sólo que mucho más comedidos. Dar las brasa al Papa en la Nunciatura estaba bien visto (aunque no le dejáramos dormir), pero dar la brasa al Padre... cuidadito amiguito.

 

Eso sí. Cuando el Padre se había marchado, durante días y días se recordaba lo que había dicho, sugerido, exigido y proclamado. Venía un dire de la dl o de Comisión, te daban la charla, la brasa y la vara. Lo que decía el Padre tenía una enorme trascendencia para la Cosa. Las palabras del Papa, por el contrario, se perdían en el viento, acompañadas eso sí, de millones de gritos “totustus”.

 

¿Alguno de los orejas recuerda que tras una encíclica del Papa, o de un discurso de un viaje, se dedicaran algunas charlas de los círculos a “comentario de encíclica” o “comentario de discurso”? Seguro que no. Sin embargo, los “comentarios de carta de nuestro padre” eran algo habitual y continuo.

 

Es increíble la desproporción que había en la Cosa entre el cariño que se demostraba al Papa y el poco esfuerzo que se hacía en difundir y analizar su extenso magisterio. Se ve que era más importante tratar por enésima vez en los círculos el tema de “el orden en las cosas materiales” que analizar algo referente a la “doctrina social reflejada en una encíclica del Papa”.

 

Como siempre, de puertas afuera, la Cosa se proclamaba seguidora acérrima del Papa, y de puertas adentro se le ignoraba supínamente. Y lo peor es que uno se pensaba que no había nadie que siguiera más de cerca al Papa que los cachorros de la Opus.

 

Ahora que se nos fue el Papa, me encuentro con un triste saldo de todas las ocasiones en que fui a verle. Recuerdo que canté y grité, que me emocioné cuando le vi de cerca. Pero no soy capaz de recordar una sola idea que se me quedara grabada en la cabeza (pero ¿tenía yo cabeza?).

 

Ahora que está en el Cielo lo tendré más a mano, y le pediré que me inspire buenos pensamientos, pues tonto de mi no fui capaz de captarlos en vida.

 

Gracias Santo Padre, y perdona a este patán que ha sido Flanpan.









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