El fallecimiento de Juan Pablo II, la Iglesia y el Opus Dei.- Jesús F.
Fecha Sunday, 03 April 2005
Tema 125. Iglesia y Opus Dei


Hace pocos minutos me he enterado, por medio de la televisión, de la muerte de Juan Pablo II, después de una larga agonía. Cabe creer que después de la muerte aparecen ante los hombres, con plena claridad, tanto las buenas acciones (y Juan Pablo II llevó a cabo muchas, ciertamente), como las fallas inevitables, las debilidades y los defectos humanos, que por el solo hecho de ser meros hombres cargamos todos sin excepción a lo largo de nuestra vida. Las grandes acciones perduran en la medida que dejan su huella en la historia, y los errores y las omisiones son ya irreversibles y a veces de tremendas y terribles consecuencias. Pero cabe también creer que hay un Dios amoroso y paciente hasta el final,  quien acoge a todos, sin distinción alguna de ideologías y creencias.

Sin duda Juan Pablo II, una figura ya querida y encomiada por doquier, ya polémica y criticada, fue una de las personalidades más importantes e influyentes del siglo XX. Descanse en paz.

Viene ahora un período relativamente largo, de exequias, de preparación para la elección del nuevo Papa, durante el cual la Iglesia carecerá de gobernante. Ya desde este momento comienzan las especulaciones sobre el futuro de la Iglesia después del pontificado de Juan Pablo II.

En lo que concierne al Opus Dei, esperemos que el próximo Papa vea con lucidez, o disponga de la oportunidad de ver y de combatir, las conductas que lastiman, que hieren a las personas y que contradicen brutalmente el mensaje cristiano de amor al prójimo. Se trata quizá de un deseo que es contradicho por la mayoría de los pronósticos, pues todo parece indicar que el siguiente pontífice será uno tal, que se mantenga en la misma línea en cuanto a las relaciones con el Opus Dei. Empero es válido conservar una cierta esperanza de un futuro mejor en ese sentido.

No creo que la muerte de Juan Pablo II represente para el Opus Dei un motivo de reflexión para reformar radicalmente las conductas que (independientemente de las polémicas ardientes que tanto gustan a los que confunden religión y vida espiritual con ideologías intransigentes consagradas por un "Magisterio" abstracto) son malas porque vulneran y lastiman a las personas en sus sentimientos, en sus capacidades intelectuales y en su dignidad. El Opus Dei difícilmente externará un "mea culpa", como hizo Juan Pablo II, sin darle tantas vueltas y sin trastocar a placer los hechos históricos, reconociendo equivocaciones históricas de la Iglesia. Yo creo que el Opus Dei seguirá el mismo camino de hacer como si los problemas no existieran, como si las críticas provinieran de unos cuantos anónimos carentes de credibilidad, como si la aprobación eclesiástica fuera una ratificación de cualquier modo de proceder. El Opus Dei , mientras tenga éxito en mantener su aparato publicitario, seguirá quizá atrayendo a muchos y así engrosará sus filas (pero esto por cuanto tiempo? Estoy de acuerdo con Khalil en que el Opus Dei está condenado a muerte, tarde o temprano, por que lleva consigo el germen de su propia destrucción, pero no creo, honestamente, que esto sea a corto o mediano plazo).

También pienso que el Opus Dei seguirá representado esa falsa religiosidad que consiste en la repetición hasta el cansancio de prácticas de piedad, de oraciones, de mortificaciones, de arrebatos pseudo-místicos, en la confusión entre un magnífico curriculum vitae laboral y la santidad... y en una ideología, finalmente un conjunto de "verdades" derivadas de la "Verdad", pero completamente secas, inoperantes, incapaces de encarnarse por sí solas en el amor concreto al prójimo pobre, necesitado y doliente, ignorado, perseguido o muerto por otros hombres. Yo por eso no creo en reformas positivas dentro de la Obra, porque lo supuestamente "rescatable" del espíritu de la Obra (la santificación mediante el trabajo, la cercanía a Dios mediante las prácticas de piedad) no conduce por sí solo a lo que siempre ha estado en el centro del cristianismo auténtico, y que los cristianos siempre estamos tentados de olvidar: el amor al prójimo, no en abstracto, sino en concreto, hic et nunc.

El integrismo del Opus Dei (que Ávila ha descrito excelentemente), justamente porque apuesta a una utópica uniformidad intelectual motivada por preocupaciones pseudo-religiosas, mantendrá hasta el final un "estado de guerra" (esto no significa desde luego una lucha armada, sino un estado de permanente intolerancia) contra aquellos que no puede ni quiere aceptar: desde ateos, protestantes, masones, hasta aquellos católicos que no gozan del espíritu de la Obra, aquellos que se han salido de la Obra o que han pasado de largo. El Opus Dei no concibe una "paz" definitiva entre los hombres, a pesar de las diferencias de pensamiento y de modus vivendi, porque no se entiende, ni se ha entendido nunca a sí mismo como una alternativa entre otras, como algo que podría ser prescindible para muchos, sino como "el resto de Israel", el "Arca", etc.

El Opus Dei no crecerá "pescando a los hombres por la cabeza". En los inicios de la Obra se pensaba quizá en una brillante labor de apostolado intelectual, pero esto no acontecerá, creo. Ya en otros textos publicados en la página se ha indicado la esterilidad intelectual de la Obra (por ejemplo Edmundo y ahora Khalil). El Opus Dei no convencerá a adultos hechos y derechos, accesibles únicamente por vía de argumentación, mediante una ciencia y de una filosofía brillantes, sino que seguirá captando adolescentes indefensos, mientras no lo detengan o no se le acabe el combustible.

En fin, sólo resta ahora reiterar el deseo de que Juan Pablo II descanse en paz, en plena unión con Dios, y que a la Iglesia le depare un futuro óptimo en cercanía con el mundo, no el mundo abstracto despojado de sus componentes concretos (por mucho que irriten a los ideólogos que no se acomodan a la diversidad de pensamiento, de credos y de actitudes), sino el mundo concreto conformado de personas de carne y hueso que se alegran, pero también sufren.

Jesús F.









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