Otro recuerdo de Pedro Lombardia, dedicado a Satur.- Jacinto Choza
Fecha Wednesday, 30 March 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


Durante el curso 1968-69, yo era el delegado de los alumnos de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad de Navarra, y Pedro Lombardía un miembro ilustre del claustro de profesores.

Pedro era exactamente como Satur lo describe. Además presumía de feo y le gustaba confraternizar con el pueblo a todos los niveles. Un día que salíamos juntos de la facultad le encontré resoplando y enjugándose con su blanco pañuelo, extendido por toda la cara, esa mezcla de estornudo, sudor y saliva de tabaco que escapaban de su fisonomía según ritmos diversos.

Esta vez su queja era profunda, su lamento ronco, su lagrimeo sentido y su escepticismo doloroso.

- Jacinto, pero tú te crees que se puede mantener una facultad en la que a los alumnos les importa un pimiento lo que se hace en ella...? Una facultad donde los 30 o 40 alumnos que hay están deseando de que terminen las clases para largarse a atender la labor en Tudela o en Logroño?, una facultad donde a la gente el Derecho Canónico les trae completamente sin cuidado y lo único que quieren es acabar para volver a sus países?... Esto desanima a cualquiera

- Pedro, lo que dices es verdad, pero exageras un poco. No todos los alumnos son así.

Y yo, con mi ánimo conciliador y con mi versión habitualmente positiva de las cosas trataba de animarle:

- Mira, Pedro, hay gente a la que sí le interesa el Canónico, y... a mi... en concreto, bueno... a mí, me apasiona....El derecho procesal y el canónico entero.

Pedro me cortó de modo tajante y rápido. Se paró en seco, se giró hacia mi para mirarme a los ojos y me dijo:

- Bueno, Jacinto, yo no pido tanto. Verás, apasionar, apasionar, lo que se dice apasionar, en esta vida hay pocas cosas que apasionen: Gina Lollobrígida, y alguna otra personalidad con una carrocería de ese calibre... Luego, en otro orden de cosas, puede apasionar el encuentro personal con Cristo. Y ya está. El Derecho Canónico, a lo sumo, entretiene, sirve para pasar el rato, te puedes ganar la vida con él... pero apasionar... no, la pasión está para otra cosa.

Tenía en efecto un sentido muy empírico y concreto de lo que es digno de pasión y apasionamiento, y lo ejemplificaba en múltiples anécdotas de las cuales recuerdo una que quiero brindar a Satur.

Contaba Pedro que iba un día de finales de junio, muy caluroso, en taxi por Madrid cuando de pronto el semáforo en rojo obligó a frenar y a parar el coche los minutos reglamentarios. De la acera de la derecha salieron dos suecas [el término "suecas" en Pedro Lombardía no tenía tanto un significado político administrativo cuanto erótico descriptivo] que empezaron a cruzar el paso de cebra con parsimonia. En su parsimonia podía advertirse hasta qué punto la madre naturaleza se había lucido en el esplendor y abundancia de cualidades con ellas, y se advertía también hasta qué punto ambas criaturas eran generosas y magnánimas en el modo de lucir sus encantos para hacer partícipe de ellos al público viandante. El taxista y Pedro Lombardía miraban atónitos el espectáculo, bajo los treinta y tantos grados del mediodía madrileño. Entonces Pedro vio que el taxista, hombre de cuarenta y tantos años, honrado padre de familia, y trabajador de gran constancia y experiencia, pasándose el arrugado pañuelo por la frente, exclamaba con un tono de indefensión, que a Pedro, identificado hacía rato con él, le llegó a lo más profundo del alma:

 - ¡Ay, madre, qué verano me vais a dar!

Y Pedro, continuaba luego en sus comentario elogiosos sobre la vida heroica del taxista madrileño.

Jacinto Choza   









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