El gato con botas.- Amapola
Fecha Sunday, 27 March 2005
Tema 900. Sin clasificar


Hola orejas, con y sin pendientes: Cuando leáis este escrito ya habréis vuelto de vuestro merecido descanso de Semana Santa. Espero que hayan sido unos días muy felices.

Hoy todavía es jueves, jueves santo, y..., pensando en cuentos, he recordado que un día en el chat le comentaba a Prof que yo veía cierto paralelismo entre el marqués de Peralta y el marqués de Carabás. Entonces él me dijo que no sabía quién era el tal marqués de Carabás, a lo que le contesté que dicho marqués aparecía en el cuento de El gato con botas.

Fue inútil aclararle eso pues (quizás no haya tenido abuelas) nadie le había contado jamás ese cuento.

Pero eso tiene remedio Prof, aquí estoy yo para relatártelo:

Hace muchos, muchos años, había un molinero que, a punto de expirar, llamó a sus tres hijos para repartirles su herencia...



Al mayor le entregó el molino; al segundo un burro; y al tercero tan solo pudo darle un gato.

El muchacho al que le había tocado el gato se sintió muy desgraciado y, sentado en un ribazo junto al animal, se lamentaba diciendo: "Pobre de mí, mi hermano mayor con el molino podrá ganarse la vida, el segundo con el burro..., algo podrá hacer, pero yo con un gato..."

En ese momento, dándole un susto de muerte, el gato comenzó a decir: "No te preocupes mi amo, si me das lo que te pida podré hacerte un hombre muy rico".

Cuando salió del trance de haber oído hablar a un gato, le preguntó que qué era lo que deseaba.

"Unas botas, una capa, un sombrero y un saco".

Sacó de su bolsillo las últimas coronas; florines; chelines o cualesquiera que fuesen las monedas de la época y  lugar, y fue a comprarle al gato lo que le había pedido.

El gato se puso las botas y se fue al monte, llenó el saco de codornices y se dirigió al castillo del rey. Por el camino fue cavilando el nombre de un título nobiliario y cuando llegó al puente levadizo se puso a gritar: "Ahhh del castillo, echadme el puente que he de pasar a entregarle al rey un saco lleno de codornices que le envía mi dueño: ¡¡EL MARQUÉ DE CARABÁS!!"

Al día siguiente se presentó con el saco lleno de conejos: " Ahhh del castillo, echadme el puente que he de pasar a entregarle al rey un saco lleno de conejos que le envía mi dueño: ¡¡EL MARQUÉ DE CARABÁS!!".

Al otro día le llevó truchas. Y así un día tras otro hasta que el rey, intrigado, tuvo deseos de conocer al tal marqués de Carabás.

Entonces buscó el gato a su dueño, que a esas alturas ya creía que el animal lo había timado haciéndole gastar sus últimas monedas, y le contó el plan que tenían que seguir al día siguiente, pues el rey había decidido trasladarse, con su joven y guapa hija casadera, hasta el castillo (inexistente) del famoso marqués de Carabás.

Como, para acudir a la dirección que el gato le había dado, el cortejo real debía de pasar por el único puente que atravesaba el río que debían cruzar, fue allí mismo donde el animal le pidió a su dueño que se introdujese, totalmente desnudo, en el río y que cuando viese la carroza real fingiese que se estaba ahogando.

Así lo hizo, y el gato se puso a gritar: "¡Socorro, socorro, que mi amo se está ahogando!"

Fue el rey en persona quién, al reconocer al gato, se acercó en el río para ayudar al "marqués".

Entonces el gato le espetó: "¡Qué desgracia majestad, había salido mi amo a encontrarse con vos, montado en un brioso corcel cuando unos bandoleros han derribado al animal y le han robado a mi señor todo lo que llevaba, no le han dejado ni la ropa interior, y, para colmo, lo han arrojado al río y él no sabe nadar!".

El rey hizo sacar de su arca unas ricas ropas repujadas de oro y plata, y se las entregó al "marqués de Carabás", luego, viendo que el hombre estaba agotado, decidió llevarlo con él a su castillo para que lo atendiesen sus sanadores personales.

Mientras tanto, el gato, se dirigió a un castillo de un país donde gobernaba un ogro y, por el camino, les iba diciendo a los segadores que encontraba en el campo que cuando un rey extranjero, que iba a pasar por allí, les preguntara que de quién eran aquellas tierras, dijesen que pertenecían al marqués de Carabás, y que, si lo hacían así, él les libraría del tirano que los gobernaba. Cuando los convenció, se dirigió al castillo del ogro y, como sabía que éste era mago y podía convertirse en el animal que pretendiese ser, lo desafió diciéndole que, como era tan grande, jamás podría convertirse en un ratón.

Naturalmente, el ogro se transformó en ratón y el gato se lo comió.

Luego el marqués de Carabás se casó con la hija del rey y vivieron en el castillo del ogro desaparecido.

Y colorín, colorado...

¿El parecido...?, bueno, varía en que el marqués de Peralta tenía muchos gatos con botas, algunos ministros, que le consiguieron más de lo que pudo soñar, aunque lo del título (también comprado) no lo pudiese usar jamás.

Amapola







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