La reforma del Opus Dei.- José Carlos
Fecha Sunday, 27 March 2005
Tema 070. Costumbres y Praxis


La reforma del Opus Dei

 

1. La vía media

 

Hace unos días me escribía un querido amigo de la web, que a mi juicio reúne las tres “cés” (cabeza privilegiada, corazón de oro y los c… bien puestos): queriendo ilustrar en su propia trayectoria lo erróneo de mi posición, comentaba que al principio él era como yo.  Creía que la institución y su espíritu eran buenos, y que algunos individuos con encargos de gobierno eran malos.  Pero con el paso del tiempo, había concluído que lo cierto es lo contrario: en la Obra hay mucha gente buena, pero algo hay en el meollo de su espíritu institucional que es malo, nocivo para las personas.

 

Planteaba así la disyuntiva entre los que escribimos a favor y en contra de la Obra en opuslibros: “institución buena/personas malas” vs “institución mala/personas buenas”.  Es una opinión recientemente recogida por Carmen Charo (7-III)...



Los primeros creemos que en la Obra ocurren errores, como los hay en la Iglesia, pero en el fondo el mensaje fundacional es bueno.  Los segundos creen, como E.B.E., Ana Azanza, Pablo, Carmen Charo y otros, que a la Obra hay que suprimirla o encerrarla, porque tiene algo en sí que corrompe y daña.

 

Con lo que voy leyendo y aprendiendo en esta página, creo que he modificado algo mi posición, y me atrevo a sugerir una vía media, que quizá apunte al camino que se pueda seguir para lograr cambios saludables, iniciativa ya señalada por el concienzudo reciente escrito de E.B.E. (4-III) en el que alude a la “autoridad competente”.

 

Una vez (12-XI-03) hablé de 1) las líneas maestras del espíritu, 2) sus prácticas fundamentales, 3) los criterios variables y 4) las actuaciones puntuales de directores particulares.

 

Sigo creyendo que las líneas maestras del espíritu, sancionadas por la Iglesia, son en sí mismas buenas.  Abstrayendo de su encarnación particular en el Opus Dei que conocemos, acepto la santificación del trabajo, la contemplación en medio del mundo, el apostolado seglar, el amor a la Iglesia y al Romano Pontífice, la formación en la fe, etc, como algo bueno: mucho de esto está glosado positivamente en Christifideles Laici.

 

Asímismo, no tengo grandes objeciones hacia las prácticas fundamentales de la Obra, que algunos llaman fundacionales: las normas de piedad, la mortificación interior y exterior, el verdadero apostolado de amistad, el ofrecimiento diario del trabajo, la tertulia, la corrección fraterna hecha con espíritu evangélico, los medios de formación, la dirección espiritual…  No es una espiritualidad para todos, pero creo que se podría llevar bien a cabo si a alguien le va por ahí; claro que concretar las salvaguardas necesarias llenaría varios otros escritos.

 

Me baso, para afirmar lo de arriba, en una observación de la que no puedo escapar: conozco, como me imagino que conocéis bastantes de vosotros, a varias personas del Opus Dei que son buenísimas, felices, realizadas y aventuraría a afirmar que santas.

 

Pienso en el director del centro de mayores de aquí en Boston, que me invitó a comer por mi cumpleaños el otro día y me detallaba todo lo que está haciendo por cuidar a un numerario de su casa que se está muriendo de un tumor cerebral.  Pienso en ese cura mayor, ex-consiliario, eternamente sencillo y optimista, que sigue trabajando como un caballo a sus ochenta años y es una delicia de persona.  Pienso en los pocos numerarios mayores que he visto morir.  Pienso en el reciente escrito de Satur sobre Don Pedro Lombardía (14-III).  Pienso en mi misma madre, de quien hablé hace unos meses (30-VIII-04).

 

Habiendo querido ser fieles a un espíritu y una vocación, volcados en el servicio a los demás por amor de Dios, llegan al ocaso de sus vidas llenos de paz y alegría.  Si el espíritu y sus prácticas fundamentales fueran realmente nocivos y dañinos, habrían corrompido a estas personas que lo llevan viviendo la mayor parte de sus vidas: y a mi juicio han hecho lo contrario.

 

Sin embargo, ahora admito que muchas disposiciones de gobierno, incluso tomadas en vida del Fundador, responden a criterios variables que han terminado institucionalizándose.  El problema es que no se distinguen muy bien, en teoría, qué cosas son mutables y del momento y cuáles son esenciales; y para nada en la práctica, pues en todo hay que obedecer.

 

De entre esos criterios variables, hay muchos que terminan agobiando a la peña (p.ej. pantalones de las numerarias, la preocupación por la contabilidad); otros que parecen claramente errados (p.ej. seguridad social en las labores internas, transparencia económica de algunas sociedades civiles); otros que pueden terminar desvirtuando las auténticas líneas maestras del espíritu (p.ej. determinadas estrategias apostólicas o la forma de tratar a los ex-miembros); y otros que se prestan a problemas serios (p.ej. la posible confusión de esferas en las obras corporativas, el énfasis en las vocaciones de adolescentes).  Y claro, añade luego la desafortunada actuación de algún director cerril en plan Levítico/Deuteronomio, y mucha gente se quema.

 

Creo que ninguno de los ejemplos mencionados en el párrafo anterior es esencial al espíritu pristino del Opus Dei.  Y creo que esa convicción es la que hace que algunos miembros con madurez, independencia e iniciativa no sigan esas prácticas que muchos habéis presenciado, y que incluso consigan cambiar la perspectiva en algunas regiones como Estados Unidos, apoyándose en las circunstancias culturales e históricas.

 

Sinceramente pienso que en asuntos como la seguridad social, la transparencia financiera, la forma de evaluar la eficacia apostólica de un centro, la libertad individual, el verdadero apostolado de amistad, la manera de tratar a ex-miembros, la responsabilidad personal en el uso de coche y efectivos económicos, etc, USA va muy por delante de otras regiones.

 

En mi renovada formulación, concluyo que existe una alternativa al dilema “institución buena/personas malas vs institución mala/personas buenas”.  Ahora diría “espíritu bueno/institución en necesidad de reforma/personas de todo tipo.”

 

Lo que habría que reformar, sin destruir lo esencial, son todos esos criterios variables que han terminado institucionalizándose pero que no corresponden al meollo del mensaje fundacional.  Creo que es éste el que ha aprobado y bendecido la Iglesia, y a su autoridad corresponde la responsabilidad de evaluar cómo se encarna en la praxis.  Cómo hacer que esto ocurra y discernir qué es trigo y qué cizaña merece escrito aparte.

 

Felices Pascuas a todos,

José Carlos

 

>> Siguiente







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=4456