Cortar por lo sano.- Ángel
Fecha Sunday, 27 March 2005
Tema 020. Irse de la Obra


       El Opus Dei, parafraseando a Camino,deja poso” en quienes formaron parte de él. No sólo por su estructura avasallante de la personalidad, cuasi totalitaria; sino también porque existe un problema de identidad en los fieles de la prelatura, al ser la realidad distinta a la teoría. Un religioso sabe sin ningún género de dudas que es o que pretende ser. A diferencia del numerario o el agregado –por ejemplo- que tiene que aceptar lo que le dicen que es, aunque su experiencia vital sea muchas veces otra.

 

Identidad Iglesia-Prelatura

Los problemas para algunos que dejan la Obra, especialmente numerarios y agregados, se plantean cuando se pretende cuestionar los métodos y la lógica interna del Opus Dei, tratando de dejar a salvo la fe en la Iglesia. El poner en tela de juicio el primero, conduce como por un plano inclinado a cuestionar a la segunda...



La prelatura no es sino una expresión cabal y plena llevada hasta sus últimas consecuencias, de los contenidos ideológicos del catolicismo más rancio, tradicional y clerical, restaurado por Juan Pablo II después que la curia consiguió  neutralizar las orientaciones del  Concilio Vaticano II.  A pesar del ropaje contemporáneo con el que se recubre el Opus Dei.

En el siglo XVI los jesuitas también eran lo moderno. Sin embargo, expresaban Trento y los intereses de dominio del papado amenazado por la Reforma. Es decir, el hecho no es nuevo en la historia eclesiástica.

El ex a veces se llena de esperanzas vanas de que la Iglesia, de la cual quiere ser hijo fiel, en algún momento va a poner coto a los abusos del Opus Dei, lo va a reformar. Esa “fe” en la Iglesia es el más negativo “poso” y condicionamiento mental que te deja la prelatura, porque no permite comprender que eso no es posible ya que ambos son siameses. Produce una percepción casi esquizofrénica; como si Iglesia y Opus Dei  fueran dos realidades distintas y no respondieran a una misma cosmovisión.

Esa percepción, oculta que la Obra y la Iglesia, van en la misma dirección, compartiendo objetivos, y responden a un mismo esquema fundamentalista que busca la dominación social y de las conciencias, frente a un mundo secularizado y muchas veces hostil a lo religioso. En síntesis, la Iglesia no puede negar al Opus Dei sin negarse a si misma.

 

Dos alternativas

Para liberarse de estas cadenas mentales, hay sólo dos caminos. El primero es intentar cuestionar, desde una perspectiva de la fe radicalmente distinta, a una Iglesia que  hace posible que surjan instituciones como el Opus Dei, que no son sino reflejo de ella misma y de sus intereses. No es por casualidad o por manipulación de sus discípulos, que Escrivá es hoy San Josemaría.

Desde los parámetros de la fe que establece la Iglesia, es imposible una crítica real, coherente y a fondo,  que desmonte el Opus Dei para comprender su mecanismo interno más profundo. La censura de la correspondencia, manipulación de la dirección espiritual, etc. son la superficie.

La prelatura no ha inventado esa praxis y métodos, sino que los encontró hasta con bendición eclesiástica y los adaptó a sus propias necesidades. Por ejemplo, la confidencia o charla, es lo que los religiosos llaman “cuenta de conciencia”.

Por eso, lo más importante es que hay debajo de normas, costumbres, criterios o vademecums: toda una concepción del hombre, el mundo y Dios, que pretende ser impuesta a la sociedad por la Iglesia, precisamente  a través de instituciones como el Opus Dei.

Una concepción cuyas primeras víctimas, paradójicamente, son los fieles de la prelatura, particularmente numerarios y agregados.Debatir asumiendo como válida la base ideológica sobre la que descansa el Opus Dei, que no es otra que la de la Iglesia, conduce a un callejón sin salida o a contradicciones.

Por eso, a veces en estas páginas nos enfrascamos en discusiones que parecen apologéticas, en ese afán de negarnos a ver lo evidente: detrás de lo opresivo del Opus Dei; se encuentra lo opresivo –en el campo social, cultural y humano- de la propia estructura eclesiástica. Romper con la prelatura supone necesariamente romper con lo que la hizo posible: la interpretación y elaboración que hace de la fe la Iglesia Católica.

La segunda alternativa es convertirse en un “ateo feliz”, como se ha señalado en esta página, para así poder pensar sin condicionamientos y reconstruir a partir de allí  la vida y la relación con el mundo. Por eso, para muchos el dejar el Opus Dei supone también abandonar la fe.

Pero no por una maldición del santo Marqués de Peralta, sino como una reacción coherente, ante la imbricación profunda Iglesia-Opus Dei, y como una forma de recuperar la autonomía de pensamiento y de vida.

 

Decisiones frente a la salida

Por eso, frente al debate estos días sobre la salida del Opus Dei, creo que lo mejor es lo que señala Alberto Moncada. A la hora de decidir irte hay que dejar de lado los escrúpulos morales, reflejos condicionados inculcados en la Obra para atarte; o evitar entrar al laberinto jurídico de la “dispensa”, también ideado para ganar tiempo para presionar a quien quiere salir. Todo ello usando como arma disuasiva, el entramado ideológico de la Iglesia Católica. Por eso, si dialogas estás perdido o te generas más sufrimiento. Te vas y punto. El problema es de ellos.

Cuando me fui, con la fidelidad hecha,  hace  más de 30 años, simplemente comuniqué que me iba. Soporté unos 15 días, trabajaba en una obra corporativa, hasta cobrar mi sueldo, que por supuesto no ingresé a la caja. También desde que trasmití mi decisión, dejé de hacer las normas y de obedecer. Sólo guardé las formas externas.

Pese a que en esa época sí había votos en el entonces Instituto Secular, que se hacían el 19 de marzo en voz alta y en público -después de la consagración- acercándote y arrodillándote ante el altar (cualquier parecido con los religiosos era mera coincidencia)

Finalmente,  tomé un avión y partí a la ciudad donde me esperaban mis padres. Al llegar a mi destino, era de noche, se econtraban en el aeropuerto mis padres y unos directores. Para no generar una discusión, entregué a mi familia mis maletas y marché sólo con lo puesto a mi nuevo centro. Al día siguiente, me levanté antes de la oración de la mañana, me vestí y salí a la libertad. Nunca más regresé a un centro del Opus Dei o…a pisar una iglesia, oratorio o similar, salvo para contados eventos sociales; ni mucho menos he vuelto a rezar.

Un día me llamaron a mi trabajo. El director me amenazó por teléfono: “¡Te podemos obligar!”. Muy tranquilo le respondí: “¿Dime cómo?”. Guardó silencio y me pidió la carta solicitando la dispensa. Se la mandé con dos escuetas líneas. Desde entonces, soy un agnóstico feliz.

Ángel 







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