Iglesia y esclavitud.- Melqui
Fecha Friday, 11 March 2005
Tema 900. Sin clasificar


Como he escrito en otras ocasiones, creo que tratar en esta página sobre temas no relacionados directamente con el Opus Dei es un error. Y por eso no he entrado en polémica, ni siquiera he contestado más que en contadísimas ocasiones, con respecto a opiniones sobre la Iglesia que se han venido publicando en la web y que me parecen erróneas. Voy a hacer nuevamente una excepción para un tema concreto, sin entrar a comentar aproximaciones superficiales que se han hecho sobre otros temas relacionados con la Iglesia. 

 

Si bien el tema de la Iglesia y la esclavitud es muy complejo, y creo que para abordarlo en profundidad sería necesario un espacio que no es el de esta web y un tiempo del que ahora carezco, me parece que se viene repitiendo en exceso en la página, como una cantinela que muchos asumen y repiten sin crítica, la afirmación de que la Iglesia Católica nunca ha condenado la esclavitud.

 

En esa misma línea, Cooper afirma en su último mensaje que "la Iglesia condenó la Esclavitud después de haberla admitido durante siglos y sólo después de que la condenase el Parlamento Británico".

 

Efectivamente, el Parlamento Británico, a instancias del diputado William Wilberforce, aprobó en 1807 una ley que abolía la esclavitud en Inglaterra. Hay que aclarar que sólo la abolía en Inglaterra, mientras que la seguía autorizando en las colonias británicas. Fue en 1833 cuando el Parlamento Británico aprobó otra ley que abolía la esclavitud también en las colonias (Emancipation Act of 1833). Por supuesto que la abolición de la esclavitud en las colonias fue más de derecho que de hecho, como se puede comprobar, por ejemplo, en la historia de la que fue colonia británica de Sudáfrica, pero eso es, efectivamente, otra historia. Hay que felicitarse, desde luego, por esta primera ley de un estado contra la esclavitud y reconocerle a Inglaterra que fue la primera en enarbolar, como estado, la bandera del abolicionismo.

 

Tres siglos antes de todo esto, el 2 de junio de 1537, el Papa Paulo III promulgaba la bula Sublimis Deus, acompañada de los breves Altitudo divini consilii y Pastorale officium, en la que textualmente afirma: “Nos pues, que aunque indignos hacemos en la tierra las veces de Nuestro Señor, y que con todo el esfuerzo procuramos llevar a su redil las ovejas de su grey que nos han sido encomendadas y que están fuera de su rebaño, prestando atención a los mismos indios que como verdaderos hombres que son, no sólo son capaces de recibir la fe cristiana, sino que según se nos ha informado corren con prontitud hacia la misma; y queriendo proveer sobre esto con remedios oportunos, haciendo uso de la Autoridad apostólica, determinamos y declaramos por las presentes letras que dichos indios, y todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos, aunque vivan fuera de la fe cristiana, pueden usar, poseer y gozar libre y lícitamente de su libertad y del dominio de sus propiedades, que no deben ser reducidos a servidumbre y que todo lo que se hubiese hecho de otro modo es nulo y sin valor.”

 

Como es evidente, la bula salía al paso, en ese momento histórico del reciente descubrimiento de América y su incipiente colonización, de los abusos de ciertos cristianos que defendían (incluso teológicamente) que los indios americanos podían ser sometidos a esclavitud. Sin embargo, deja ya sentada claramente también la doctrina del Magisterio de la Iglesia con respecto a la esclavitud para “todas las gentes que en el futuro llegasen al conocimiento de los cristianos”.

 

Ocurre a veces que se confunde lo que hacen, o incluso predican o enseñan, determinados cristianos con lo que es verdaderamente Magisterio de la Iglesia que, por otra parte, muchos ni siquiera se molestan en conocer, tanto en esta como en otras materias. Y es que no todo es Magisterio, tampoco todo lo que predicó y enseñó san José María Escrivá.

 

Precisamente porque los cristianos no nos comportamos como debemos, la Iglesia pide perdón. Y por eso también la Iglesia le hace a Dios, como escuché en la Oración de los Fieles de un día de diario la semana pasada, la siguiente petición: “Por la Iglesia, siempre necesitada de reforma en sus instituciones y de conversión en sus miembros”. Por cierto, no me imagino en una celebración comunitaria del Opus Dei que a alguien se le ocurriera pedir “por la Obra, siempre necesitada de reforma en sus instituciones y de conversión en sus miembros”. Si no conozco mal a la Obra, el que enunciase esa petición sería inmediatamente tachado de “mal espíritu”, con corrección fraterna fulminante incluida. Quizá sea esa una de las diferencias entre la Iglesia y el Opus Dei.

 

Un saludo,

Melqui









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