De un admirador secreto
Jacinto:
Con inmenso interés y agrado he leído tu testimonio del 6 febrero. Al reencontrarme contigo me he reencontrado a mí mismo en mis años de adolescencia y pitaje. Me explicaré, antes de que te hagas un lío.
Yo fui uno de los chavales que fueron captados por los residentes de Aralar que a finales de los años 60 hacían “razzias” apostólicas los fines de semana por las ciudades cercanas a Pamplona en las que aún no había centros de la Obra: Logroño, Vitoria, Burgos... Eran gente ciertamente valiosa, atractiva e inteligente, como A.B., P.A., F.nosequé (gallego prototípico: retorcidillo, menudo, delgado y cetrino; luego cura ). Solían venir acompañado de algún residente de Aralar más o menos “exótico” para montar una tertulia a la que invitar a la gente. Recuerdo a un mejicano llamado Jaime S. y a un canadiense André B., ambos ordenados poco después. Te cito estos nombre porque supongo que los recordarás y de algunos de ellos puedes informarme de su paradero.
El caso es que un día el invitado a la tertulia eras tú.... la verdad es que a los otros asistentes a la tertulia (y posterior meditación a cargo de un cura agregado) no les resultó muy amena. A mí me dejó fascinado (y eso que soy de “ciencias”). Desde entonces te puse en un altarcillo interior junto a otros iconos “intelectuales”, cuya compañía no creo que te disguste. En los años posteriores te fui reencontrando en convivencias, actividades de San Rafael.... y siempre sorbía tus palabras y tus razonamientos. Realmente aprendí mucho de ti. Aún conservo y releo alguno de los folletos que te publicaron y que andaban por los centros.
Sin embargo nunca llegamos a cruzar más de dos o tres frases y aunque te dijera mi nombre completo dudo que lo recuerdes.
Poco después de mi salida de la Obra hubo el famoso debate en TV en que tú participaste. Me decepcionó mucho el debate y tu pobre (con perdón) participación. Ahora lo entiendo...
Esto es todo, sencillamente. Te he querido hacer partícipe de mis recuerdos, que no sé si tienen interés para ti, como muestra de agradecimiento a lo que aprendí de ti en esas cuatro o cinco veces que coincidimos. Y quiero comentarte mi rabia por que hayan hecho sufrir a una persona admirada. Como me hicieron sufrir a mí.
Me he fijado especialmente en lo que relatas sobre el esfuerzo que te supuso escribir la carta de dimisión. Me habría encantado leerla, seguro como estoy que sería un prodigio de rigor, de exactitud... y de dolor. Pero ¿realmente se merecen ese esfuerzo? Si ni siquiera contestan.
En fin, Jacinto, te envío el abrazo que te hubiera dado gustosamente en esas ocasiones que te relato y te deseo de corazón que seas feliz, afectiva e intelectualmente. Y si sabes algo de la gente que cito, y te animas... te agradecería que me lo participases. ¡Ah! Y la vida y andanzas de la “Bestia honorífica” (D. Honorio) con quien tuve que lidiar yo también.
Luis
