La ardua cuestión de la chuleta de cerdo.- Ántrax
Fecha Sunday, 06 February 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


Imaginen vuesasmercedes que esta página estuviese dedicada a las experiencias y opiniones de exmiembros de la “Sociedad del Monte Arafa”, imaginaria e influyente hermandad islámica; o a “Las Suprema Filacteria”, notable e igualmente imaginaria secta judáica.

Tampoco es tanto imaginar, qué caray.

Dado tal supuesto, cabe que a estas alturas mantuviéramos un animado debate sobre una chuleta de Sajonia, en vez de discutir sobre el preservativo. Indudablemente la chuleta de Sajonia no ha de ser ingerida por ningún verdadero musulmán, ni por un devoto judío. Luego ya vienen los matices: ¿Y si la chuleta de cerdo no es de Sajonia, sino de Galaroza o de Jabugo? ¿Se trata de una chuleta de costillar, o de riñonada?

Item más, y llevando el asunto a su verdadero núcleo: ¿qué actitud espiritual corresponde a los fieles frente a la alimentación? ¿Se come por unitividad, por digestividad, o por impuro placer? Hay que consultar diversos hadizes para averiguarlo, lo que resultaría fatigoso y, por añadidura, retrasaría la hora de la cena.

Total, que al final nos quedamos sin saber los diversos matices con que Al’Lá y Jehová condenan categóricamente la ingestión de chuletas de Sajonia, porque lo que sí resulta evidente es que la condenan.

Esta es una parte de la cuestión que me desvela durante las últimas noches.

Luego viene la segunda, igualmente peliaguda e intrigante.

Al parecer, la práctica del sexo no procede para un buen católico de la natural obediencia al impulso erótico, estro o deseo, sino de una profunda reflexión previa sobre si pienso procrear, unirme, unitivarme y similares cavilaciones.

Dado que el mamífero humano es de los muy pocos que permanece siempre en celo, a diferencia de la mayoría de sus especies afines, cualquiera sabe por qué el divino designio le habrá dotado de tan notoria cualidad para luego dedicarse a sembrar de obstáculos su ejercicio. Pues sí que Dios nos la ha hecho buena, caramba.

Personalmente reconozco que los preservativos no me hacen ninguna gracia, porque son muy incómodos. En eso coincido con las altas autoridades religiosas que anatematizan su empleo.

Perdonen por la divagación y reciban un cordial saludo de su siempre afecto

Antrax









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