Querido Juan,

tengo que decirte la verdad. Apenas he leído tu correo me he preguntado: ¿no será esto de otro Adel? Tú quizás no lo conozcas, Adel es un tío que, algunos meses antes, nos contó un montón de patrañas para demostrar al mundo lo malos que somos los ex. Pero no me gusta desconfiar del prójimo porque alguien me haya engañado. Así que alejo perplejidades inmotivadas y te contesto.

Querría decirte muchas cosas pero prefiero resumirla en una frase de Shakespeare, citada en un libro de Edward Bach sobre la homeopatía: "A ti mismo eres fiel y tienes que seguir siéndolo como la noche al día, que tú no podrás engañar a ningún hombre."

Entiendo lo que dices, de cuánto pesa el sentimiento de fidelidad en una persona con muchos años de vocación, pero creo que, si no se es fiel, lo primero de todo a sí mismo y a lo que realmente se siente dentro, se corre el riesgo de convertirse en un ejemplo de hipocresía. No puedes renovar sólo para no decepcionar a tus "hermanos más jóvenes" ni puedes hacerte carga tú de su fidelidad. Tomarías el pelo a ti mismo y los otros que -si conocieran tus motivaciones- probablemente no te darían las gracias por el sacrificio. No te preocupes, por lo tanto, de lo que piensa, pensaría o la gente pensará: tú piensa en ti y tu problema resuélvelo con Dios, visto que es por Él que has elegido este camino, y no por el Consejo pastoral o por tus amigos. Entre paréntesis, si son verdaderos amigos, no los perderás.

En todo caso, te lo agradezco mucho porque tu carta y la de Isabel Nath me han empujado a tomar la decisión de firmar con mi verdadero nombre. O mejor, me habéis dado el empujón final, puesto que eso era algo que quería realizar. He empezado a usar un seudónimo por motivos de carácter psicológico que, con el tiempo, se han ido cayendo. Sólo queda de ellos uno de pie: el cariño por mis familiares (y por algunos amigos queridos) muy ligados a la obra y el consiguiente temor a herir sus sentimientos. Pero ahora creo que incluso podemos seguir queriendo teniendo -y manifestando - opiniones bastantes diferentes. Siempre he respetado las elecciones de los míos y no quiero avergonzarme o esconderme de las mías.

Eso no quita que creo legítimo y sacrosanto el empleo del seudónimo que es una cosa bien diferente del anonimato. Como Ramón ha escrito, aquí nadie es anónimo: los Orejas conocen la identidad de cada uno de nosotros y quién usa un nick tendrá sus buenos motivos para hacerlo.

Volviéndo a ti, Juan, te deseo que encuentres el coraje de hacer lo que sientes, pasando del juicio ajeno. Es difícil, lo sé, pero si has logrado escribir esta carta quiere decir que puedes ir hasta el final ...o donde tú quieras. ¡Que te vaya bien!

Federica Raimondi, alias Frida