Sabía querer y sabía pensar (Anécdotas XI).- Dionisio
Fecha Wednesday, 19 January 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos



Hola, orejas:

Os adjunto otra anécdota para la colección que tengo en nuestra web. Sin embargo, como preámbulo me gustaría contaros algo que me vino a la mente mientras estaba ayer meditando.

Me acordé de unos cuantos personajillos en el opus que me hicieron la vida francamente desagradable. Se despertaron los demonios del resentimiento contra aquellos que me hicieron perder la ingenuidad, la inocencia y la confianza. Son pérdidas graves que todavía no he reparado completamente. El contacto con aquellas personas investidas de altos poderes en el opus fue para mi causa de grave escándalo por su ausencia inexcusable de virtudes elementales. Tratando de controlar estos perturbadores pensamientos surgió de pronto en mí la idea (probablemente la leí en esta web, pero no me acuerdo, no hay nada nuevo bajo el sol) de que gracias a ellos se me cayó la venda de los ojos, que gracias a su brutal soberbia fui capaz de romper los últimos lazos que me ligaban al lado oscuro. Si no hubiera sido por su inmoderada prepotencia quizá aún estaría yo allá dentro haciendo el canelo. Gracias a Dios, y parcialmente, instrumentalmente, gracias a esos elementos de cuidado, me he ido. ¡Qué paz! Y ahora la anécdota.

Saludos
Dionisio


Anécdotas XI

Cap.11 de 'Anécdotas en el Opus Dei'
Enviado por Dionisio el 20-01-2005

 

Anécdota 24.
Mi querido Federico era realmente una persona buena, de esas que dicen que hay a montones en el opus,...  



pero no es cierto, son la minoría y están coaccionados, reprimidos y degradados. Federico era bueno, supongo que lo sigue siendo, sin cansarse de ser bueno. Tenía motivos para estar encabronado como un pavo en Navidad, pero no, el tío siempre sonreía, positivo y amistoso. Federico por obedecer a los directores y hacer lo que se le pedía puso en juego su carrera profesional, perdió el tiempo lamentablemente sin culpa suya, le traían y le llevaban sin la menor consideración. Terminó sus estudios universitarios unos ocho años más tarde de lo razonable. A Federico los chicos de San Rafael se le pegaban como moscas, jugaba a fútbol como una estrella, cantaba y tocaba la guitarra con mucha gracia y arte, además componía canciones, contaba chistes, sus charlas eran divertidas y amenas, no podíamos dejar de reírnos a carcajadas con solo saber que era él quien iba a dar la charla del retiro o de la convivencia. (No, no es Satur)

Para mala suerte de Federico, o a lo mejor para su buena suerte, tenía dos defectos que en el opus no se perdonan. Sabía querer y sabía pensar por su cuenta. Lo suyo realmente no podía durar. El hombre tenía ideas, era original, no se limitaba a repetir el guión. Por lo tanto le sacaron de cualquier cargo de dirección como si fuera un apestado. Luego le sacaron de una obra corporativa en la que se ganaba el sustento y lo pusieron en la puñetera calle sin un duro para que se ganara la vida. Le quisieron dar una lección, que escarmentara, que se enterara que para tener un empleo en una obra corporativa y vivir como un burgués hay que ser obediente y no pensar. El muy cabronazo, como era más listo que los ratones coloraos, se juntó con unos amigos y montó un negocio, con el que ganaba dinero a espuertas y se lo pasaba en grande. Los del opus no podían doblegarle por ese lado. Atacaron por el lado del corazón. Eso no falla. Una de las últimas veces que hablamos estaba realmente herido. Le acosaban sin motivo alguno. Los neuróticos cazadores de impurezas decían que se le apegaba el corazón. El me lo contaba con pena, porque no se le apegaba el corazón, simplemente quería a la gente que tenía a su alrededor. Cuidado, no me estoy refiriendo a que estaba ligando con alguna dama, como me consta que han hecho y siguen haciendo seguramente otros numerarios. Federico no tenía ningún amor prohibido por el opus. Era víctima de una caza de brujas. De las muchas que hay en el lado oscuro.

Un buen día para él, se le hincharon las narices y se fue con una señora. Esta vez sí fue cierto. Solo que no fue un apego del corazón simplemente, fue que le dio una patada a la “madrastra fea” que le decía que era su “madre guapa” y se fue a vivir (luego se casaron) con alguien a quien querer y que le quería. Los mediocres miserables que le acosaron tuvieron buen cuidado de decirme, cuando me informaron, que se había ido con una mujer mayor que él y encima fea. Federico, amigo mío, qué listo eres, te fuiste mucho antes que yo.

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