Sobre el anonimato y el valor de nuestros testimonios.- Aquilina (Elena Longo)
Fecha Monday, 17 January 2005
Tema 140. Sobre esta web


para Ana Isabel Moscoso

Si las personas que se dedican a enviar intervenciones como la tuya se hubieran tomado el trabajo de leer antes lo que van a criticar de manera tan tajante, se darìan cuenta de que, entre muchas otras intervenciones de mayor interés y calidad humana e intelectual, nuestra web ha publicado varias decenas de correos como el tuyo, a los que han sido dadas las contestaciones màs variadas y argumentadas.

Por lo tanto no voy a repetir estos argumentos.

Sòlo quiero señalarte que lo que argumentas acerca del anonimato no es cierto. Desde el primer momento ha habido en la web personas que han firmado sus aportaciones con su nombre y apellido –como Agustina López de los Mozos, Carmen Charo Pérez de San Román, Alberto Moncada, Ana Azanza, Nacho Fernández, María Angustias Moreno, Jean FranÇois Meyer, Mariano Curat, Sharon Classen, Tammy diNicola, Flavia Dezutto, Dimitri Knobbe, Miguel Fisac, Teresa Castillo, y muchos màs. Puedes encontrarlos especialmente en la secciòn “tus escritos” si se te hace difìcil buscarlos en los màs de dos años de correspondencia de la web-; también hay otros que, por razones que merecen todo el respeto –sobre todo de caridad, por no hacer la vida demasiado dificil a gente de su familia que pertenece al opus; y de prudencia, puesto que en el opus no se va con miramientos con tal de neutralizar las personas que le ponen pegas- prefieren guardar anonimado, con el mismo derecho que hemos utilizado nosotros a lo largo de muchos años en los que pertenecimos a la obra y guardábamos con extremada discreciòn tal pertenencia por razones de eficacia apostolica. Y en fin también hay una tercera categorìa, a la que pertenezco yo entre otros, que empezamos nuestras intervenciones de forma anònima y en cierto momento, cambiadas ya nuestras circunstancias interiores o exteriores, decidimos dar a conocer nuestra identidad.

En mi caso es la identidad de una persona que fue directora regional a lo largo de cinco años, y que por lo tanto fue juzgada idónea por las directoras centrales en Roma y por el mismo padre –don Alvaro, en mi caso- para ser nombrada asociada inscrita y para cuidar de que sus hermanas vivieran e encarnaran el espíritu de la obra. No lo digo en plan de orgullo: he asumido y estoy en paz con mi pasado, en el que hubo muchas cosas buenas, pero no estoy orgullosa de tener la responsabilidad de haber empujado, en primera persona, el estilo tan discutible que se vive en el opus dei de hacer apostolado y proselitismo. Estoy más en el plan de Paulo de Tarso cuando defiende sus derechos declarando “Cives romanus sum!»: cuando doy mi testimonio, sé de lo que hablo, y no puede venir gente como tú a liquidar mis argumentos con lugares comunes como los que tú utilizas.

El hecho de que seas feliz perteneciendo al opus dei vale como argumento de la misma manera que vale para los divorciados que son felices, kamikazes suicidas que son felices, testigos de Jeova que son felices, ex numerarios que son felices. Si queremos hablar, en plan racional, de derechos humanos fundamentales conculcados o no, de dobles verdades, de estilos de vida compatibles con la naturaleza humana, etcetera, ¡venga!, empezamos a utilizar la cabeza. Pero los fieles de la prelatura, en su mayoría, esto no estáis dispuestos a hacerlo.

Elena Longo









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