De la censura en los sesenta y profecías.- Joem
Fecha Friday, 07 January 2005
Tema 100. Aspectos sociológicos


Nacho Fernández (27-12) describe muy bien cómo en los años sesenta se montaba todo un dispositivo para censurar aquellas películas que los directores habían previamente seleccionado para ser expuestas en los centros de la Obra.

Abundando en el asunto, recuerdo muy bien haber sido encargado de la proyección de las películas en el Centro de Estudios y añadiré algunos detalles a lo que ya han referido otros recientemente y que no dejan de tener su gracia, vistos desde esta perspectiva.

Las películas se conseguían alquilándoselas a una distribuidora local. Lógicamente se trataba de películas ya antiguas, ya que los precios de las de estreno eran probablemente inasequibles en aquella época (principios de los setenta). La elección la llevaba a cabo el director o subdirector correspondiente y supongo que sería motivo de sesuda discusión en el consejo local. Una vez decidida y vista su disponibilidad íbamos a recogerla a la distribuidora que nos hacía firmar un papel comprometiéndonos a no dañar la copia, ni manipularla y a no realizar más de una exhibición de la cinta.

Rápidamente se montaba la sesión de censura, a la que eufemísticamente denominábamos "la previa". Desde la sala, un botón que encendía una luz roja en la cabina servía para que el director y el sacerdote (únicos espectadores) indicaran qué partes había que suprimir. Ni que decir tiene que algunas cintas quedaban irreconocibles porque el listón se ponía ciertamente muy alto. Creo que alguien ya lo ha contado pero el proceso consistía en marcar en el rollo de 35mm con papel de periódico el principio y el fin de la escena en cuestión.
Una vez terminada la previa, los encargados nos metíamos en la sala de rebobinado y allí mediante unas cuchillas y un bote con acetona descontaminábamos la más pecaminosa de las películas.

Hubo también ocasiones en que eran tantas las escenas que había que cortar que el director se levantava rosario en mano y gritaba "corta, que esta noche no hay cine", ante lo cual, se rebobinaba y tertulia normal al canto.

A continuación, si la previa había sido positiva trasladábamos los rollos a un Colegio Mayor distante sólo 1 KM del centro de estudios donde daba comienzo la proyección una media hora antes que en el Centro de estudios. (segundo pase). Desde el Colegio Mayor se nos iba trayendo rollo por rollo de nuevo al Centro de Estudios para el pase allí (tercer pase). Por supuesto que tan complicado sistema acabó alguna vez con retrasos notables o con la suspensión porque alguna de las máquinas se había estropeado o porque el coche había tenido un percance en el camino (cosa que también ocurrió)

Este proceso de doble proyección llegó a ser triple en algún caso coincidiendo con alguna fiesta cuando también se proyectaba en algún otro centro.

Como esto normalmente ocurría los sábados por la noche, el domingo los encargados devolvíamos las escenas pecaminosas a su lugar de origen y el lunes la peli volvía a la distribuidora en sus sacos originales.

Todo este cortar y pegar, junto con la poca calidad de alguna de las máquinas que utilizamos y por qué no admitirlo, la impericia de algunos de los operadores hacía que la cinta sufriese daños notables en el proceso, cuando no auténticas catástrofes provocadas por la pérdida de alguna escena o la confusión de su lugar apropiado.

Lógicamente las distribuidoras empezaron a ponerse muy serias y a denegar el alquiler o a intentar cobrar por los daños ocasionados. Cuando la cosa se ponía muy fea, se cambiaba el nombre de las personas que lo alquilaban o incluso del club o centro donde se proyectaría.

Todo esto representaba un flagrante incumplimiento de contrato del que todo el mundo se jactaba anotándolo en el capítulo de la pillería que debíamos tener los hijos de Escrivá.

Y pasando a otro asunto, éste más serio, últimamente se viene hablando mucho en la web sobre la fecha de la muerte del fundador. Todos los que en alguna ocasión asistimos a tertulias piratas sobre el asunto sabemos del convencimiento general que existía de que Dios había comunicado al fundador la fecha de su muerte. Cuando murió, las palabras del sucesor en la carta que escribió y que se referían al cómputo triple de los últimos años, no hacen más que confirmar ese convencimiento y de alguna manera intentar justificar el clamoroso fallo en los cálculos.

Varias versiones se han ofrecido sobre este asunto, unas más escabrosas y otras menos. Yo, con los años pienso que, como tantas otras cosas, esto se debe a la enorme soberbia del fundador que debía pensar honestamente que merecía esa gracia divina, y a la tremenda deslealtad que con él tuvieron todos los que le rodeaban de no hacerle ver la enorme torpeza que aquello representaba, sino alabarle el gusto, reírle las gracias y seguir adelante con semejantes desatinos, teniendo incluso la desfachatez de ponerse a hacer cálculo numérico con los últimos años de su vida en función de su sufrimiento para justificar el desaguisado. Al final va a ser verdad que era santo, pero un santo víctima del coro de psicofantes y, como dicen en Andalucía, "agradaores" del que se rodeó toda su vida y que acabó convirtiéndole en el personaje soberbio, amanerado, engolado y gruñón que todos conocimos.

Perdón por la extensión y que los reyes de Oriente os traigan lo mejor a todos los que por ser buena gente gastamos parte de nuestra vida en seguir a desaprensivos. Y si los reyes de Oriente no nos traen nada, al menos podremos seguir disfrutando de nuestra LIBERTAD para seguir siendo buena gente.

Gracias Orejas por vuestro trabajo y mucho ánimo para el nuevo año.

joem









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