Mi hermana. Una historia más.- Machús
Fecha Monday, 03 January 2005
Tema 080. Familias del Opus Dei


Espero que alguna vez pueda comenzar con un ¡Hola amigos!, pero hoy por hoy no conozco a nadie. Es la primera vez en mis 47 años que participo en esto y para mi es difícil el simple hecho de dar el paso.

Nunca he pertenecido al Opus Dei, pero desde muy joven 'sufrí' las consecuencias, si se puede llamar así. No recuerdo la fecha, pero coincide con la entrada en la universidad de mi hermana, que es casi cuatro años mas joven que yo. Empecé a notar que se comportaba de forma distinta a lo habitual en ella, de repente dejó de usar pantalones (era lo que más utilizaba), ¡ya no le gustaba bailar!, pero lo que a mi más me molestaba era el increíble empeño que ponía para conseguir que la acompañara a conocer el grupo de amigas que había hecho.

¡Hasta su manera de hablar había cambiado!, era a mi entender, cursi, ñoña, fingidamente dulce, pero sobre todo tenaz, no se cansaba nunca de intentar que la acompañara aunque solo fuera una vez para conocer a tanta 'gente BUENA'.

Por supuesto, yo no tenía idea de lo que era la Obra, pero mi familia era bastante religiosa (excepto mi padre), y todo lo que tuviera que ver con Dios, misas y rezos era digno de alabanzas.

¿Os imagináis lo que es aguantar a una persona que duerme en un cama pegada a la tuya diciéndote todas las noches lo mismo: 'anda dime que vendrás a conocer a mis amigas, ¡son muy buena gente y simpatiquísimas, y te invitan a merendar!, ¿porqué no quieres venir?' Pues yo lo recuerdo como una tortura.

Empecé negándome simplemente diciéndole que no me apetecía, que yo tenía mi grupo de amigos/as y no necesitaba más. Yo no entendía aquel empeño y el desasosiego que le producía mi negativa, y esto me enfadaba porque la respuesta que me daba para justificar tal insistencia era: es por tu bien, solo quiero que vengas y las conozcas porque son la gente más buena que conozco y quiero que tú también seas su amiga. Aquello era una pesadilla porque nunca se daba por vencida y mi paciencia se agotaba. No teníamos muchas cosas en común, y este hecho acabó por separarnos del todo.

Pasaron años en los que yo solo hablaba con ella lo estrictamente necesario, pero la imagen que dábamos era muy desigual: ella era la buena, la sumisa y yo la rebelde y grosera porque no le tenía ningún miramiento (a los ojos de mi padre era distinto, yo era la lista y guapa y ella la tontita y feucha, cosa que nunca me pareció justa y que demostraron unos test de inteligencia: ella era más inteligente que yo).

No sé cuando, pero algún día dejo de insistir y se resignó (no se si tendrá un pedacito de cielo ganado gracias a tanto ofrecimiento por mis desplantes, pero a mi me produce escalofríos).

Las circunstancias de mi familia eran distintas a los demás, pero no quiero contar mi vida familiar, sino mi conocimiento sobre la Obra y como influyó y lo sigue haciendo sobre mi vida. Me casé con 25 años y me fui lejos de todos los problemas que había en casa para formar mi propia familia y a pesar de que era la mujer más feliz del mundo, tenia la sensación de que estaba abandonando a los que más me necesitaban por 'egoísmo', ya que todo lo que yo hacía en casa quedaba en manos de mi hermana. Pero poder vivir mi vida y no la de mi familia me hacía feliz y fue superior a mi 'mala conciencia'. Era libre, me había casado con el hombre más bueno del mundo y por fin era dueña de mi vida y no tenía que pedir permiso a nadie para nada.

En mi nueva vida hice amigas, y con una entablé una confianza especial. Comenté con ella mi relación con mi hermana y se me abrió un mundo que desconocía por completo. Un buen día me dijo: tu hermana es del Opus. Así empecé a entender todo lo que había de misterioso para mí en su comportamiento. Entendía las 'misteriosas pérdidas' de los regalos que mi marido y yo le hacíamos en Reyes o en cualquier otra ocasión, los encierros en su habitación cuando más se la necesitaba en casa, o las salidas sin decir donde iba hasta que regresaba (siempre iba a misa), las faldas largas, los bañadores 'antilujuria', las caras de mártir, el hablar de manera cursi e infantil, etc. etc.. Todo encajaba. Me sentí manipulada por no haberme dicho la verdad de lo que estaba haciendo y la sutilidad con que pretendía hacerme sentir mala cristiana por no hacer lo mismo que ella.

Las circunstancias que había en casa de mis padres no le permitieron irse a vivir a ninguna casa de la Obra, pero cambiaron su vida por completo. Mi madre es muy creyente y mi hermana siempre estuvo pegada a sus faldas, pero a ella creo que tampoco le habló de lo que hacía, y cuando le pedían explicaciones a sus 'desapariciones' misteriosas, se perdonaba y tapaba toda regañina al estar relacionadas con Dios, rezos y buenas obras. Mi madre la defiende a ultranza, y aunque yo siempre tuve muy buena relación con ella, con el paso del tiempo y al vivir tan lejos, la relación se ha ido enfriando hasta el punto de que ahora ya no tienen ningún interés en saber nada de mi, de si estoy bien o de cómo me siento.

Mi padre jugó un papel fundamental en nuestra vida. Era una persona muy autoritaria, con una vida muy difícil y siempre analizando todo y buscando en todo la verdad. Muchas veces nos acompañaba a misa y era el que estaba más atento a lo que el sacerdote predicaba, y al salir se empeñaba en hacernos pensar y reflexionar sobre lo que decían para acabar atacándonos de nuestra falta de inteligencia por creer muchas de las, según él, tonterías que el cura decía. Interiormente yo le entendía, pero me hacían daño las formas de atacar a mi madre primero, y luego a nosotras, por lo que nos enfadábamos con él porque creíamos que no respetaba nuestras creencias y nosotras las suyas sí. A mi no me gustaba la forma de ser de mi padre, pero en el fondo le admiraba por lo que había conseguido el la vida únicamente con su esfuerzo y tesón, sin ayuda de nadie. Mi hermana siempre le obedecía como un corderito, creo que por miedo, pero yo aunque también tenía que acatar sus deseos, me rebelaba y nunca aceptaba de buen grado sus órdenes, lo que me acarreaba continuamente castigos físicos y psicológicos (una manera muy fina de describir las palizas). A pesar de esto, yo siempre fui su favorita, y yo lo notaba continuamente aunque no hiciera diferencias entre las dos en nada, solo en el trato. A mi me tildaba de inteligente y a mi hermana de pobrecita tontita que no sabe pensar y estár todo el día pegada a su madre.

Por circunstancias que no vienen al caso, hace años (no recuerdo si diez o doce), mi padre no aguantó más, él dijo que por cuestiones de salud y yo creo que a parte de eso, también porque no resistía más la situación familiar, se fue a vivir mucho más lejos de casa que yo. Empezó yéndose en invierno y volviendo en verano, hasta que su salud se deterioró tanto que decía que no resistía los viajes y prefería estar tan lejos y solo que dar guerra a la familia. Para mi hermana tuvo que ser un palo gordo porque toda la responsabilidad de la casa, y el cuidado de mi madre (está parapléjica desde el año setenta) recaía sobre ella, pero en el fondo pienso que estaba contenta porque así tenía más sufrimiento que ofrecerle a Dios.

Hace unos años, estando con mis hijos de vacaciones en su casa, mi hermana me dijo que quería hablar conmigo. Empezó diciéndome que llevaba tres años con depresión y habían permitido que saliese de la Obra, que no podía sobrellevar sus obligaciones en esta con el trabajo y con el cuidado de mi madre, así que había tenido que elegir, y por supuesto, el trabajo no podía dejarlo y a mi madre tampoco, con lo cual no le había quedado otra opción. A mi jamás me habló de que perteneciera a ninguna Obra, sin embargo aquel día con lágrimas en los ojos de las dos, se sinceró y me dijo que le habían permitido irse. Ese día yo quité esa barrera que me había puesto con ella y sinceramente le ofrecí mi apoyo. Quiero que quede muy claro que yo nunca le comenté todo lo que yo sabía sobre el Opus y siempre le respeté esa parcela, para mí muy íntima, guardándome para mí las opiniones negativas que yo tenía.

Recuerdo que a mis amigas les conté con lágrimas de emoción que, por fin, tenía una hermana con la que compartir mi vida. Estaba feliz porque a menudo me llamaba y me hacía partícipe de sus cosas, igual que yo a ella. Parecía otra persona. Cambió su manera de hablar, de vestir y de andar por la vida, disfrutaba como una niña por cualquier nimiedad y yo por fin sabía lo que era tener una hermana normal. Era perfecto, ella venía a mi casa algún fin de semana, y yo se la ofrecía cuando alguna amiga venia a mi ciudad para que no pagaran hotel. Adoraba a mis hijos y disfrutaba con todo, pero un buen día estando ella y mi madre de vacaciones conmigo, todo se truncó.

Aparentemente mis hijos eran muy importantes para ella. Mostraba muchísimo interés en todo lo que a ellos se refería y parecía estar muy orgullosa de todos sus logros académicos, pero mis hijos, que siempre han sido muy 'adultos' se quejaban del trato que su tía tenía con ellos. Sus comentarios eran del tipo: ¿mamá, la tía se cree que somos tontos o qué?, no entendemos que nos esté diciendo siempre tonterías como si fuéramos bebes. Me imagino (esto es algo que yo interpreto) que tantos años en la Obra reprimiendo sentimientos, le afectaron en gran medida para crecer como una persona normal. Yo también la veía muy infantil y con una gran necesidad de cariño, por lo que siempre les decía a mis hijos que tuvieran paciencia, que su tía lo había pasado muy mal en la vida y que aguantasen e intentaran comprenderla, pero un día estando en una terraza tomando un refresco, mi hijo (tenía ya doce años) no aguantó mas que le hiciera pasar vergüenza con tanta ñoñez delante de la gente y le dijo que si era tonta y que le dejara en paz. Se lo dijo con los malos modos de un niño de doce años harto de tanta infantilidad y con la mala suerte de que la quiso apartar de su lado de un manotazo y, sin querer, le hizo daño. A ella se le saltaron las lágrimas, entre dolor y, cada vez pienso más que de rabia, y sentenció: no te preocupes que nunca más te voy a molestar. En aquel momento yo regañé seriamente a mi hijo, pero en el fondo le entendí porque a mi también me parecía muy ridículo el comportamiento de mi hermana.

¿Os podéis creer que cumplió lo prometido?, y de este hecho ya han pasado cuatro años. Pero no solo lo cumplió con mi hijo, también nos incluyó en el lote a mi hija mayor y a mí. Desde ese día solo nos dirige la palabra cuando es estrictamente necesario, pero con el agravante de que solo lo hace cuando estamos a solas con ella, porque, eso sí, delante de mi madre o de la gente de la calle se transforma y es una tía amantísima, correctísima , pero cuando no hay nadie, nos ignora descaradamente. Por supuesto, dejó de llamarme, cuando íbamos a verlas aprovechaba para irse ella con cualquier disculpa, no nos aceptaba ninguna invitación, ni para ir al cine, con la disculpa de que ya tengo planes, pero jamás nos los contaba, etc.. Con mi marido seguía siendo encantadora, y el, que es la persona más segura de si misma y para él todo esto eran chiquilladas de mi hermana, me decía que yo le daba demasiada importancia a todo y veía cosas donde no las había. Llegué a pensar que me estaba volviendo loca, nadie veía los desplantes mas que yo, y esto me hacía sufrir muchísimo. ¿Como se podía cambiar tanto por un suceso tan nimio con un niño? ¿Acaso se puede dejar de querer a tus sobrinos y a tu hermana en un minuto, cuando antes éramos 'lo mejor'?

En medio de toda esta situación, yo consigo superar los conflictos y la rabia que le teníamos a mi padre, y mi marido me convence para ir a visitarle. También me dice que invite a mi hermana para que también le vea, y mi sorpresa fue su contestación: No puedo ir porque tengo ya planes hechos para esos días. No me lo podía creer. Mi marido dijo que ella se lo perdía y eso fue todo. Fuimos nosotros cuatro y pasamos tres días con él, duros pero volvimos contentos de haberlo hecho y con la promesa de volver lo antes posible. Las cicatrices del alma que había entre mi padre y yo se iban suavizando y me daba muchísima pena que estuviera tan solo y tan lejos aunque fuera su decisión inquebrantable. Antes del año decidimos volver a verle, y de nuevo invitamos a mi hermana a venir con nosotros, pero de nuevo tenía planes para esos días, así que volvimos otra vez solos. Le encontré muy delicado de salud, pero feliz como nunca de vernos. Nos presentó con orgullo a sus amistades y recuerdo con dolor su sonrisa, triste pero llena de emoción y agradecimiento. En fin, tres días que nunca olvidaremos ni nosotros ni él, pero esta paz que nos proporcionó ese último viaje, duró muy poco porque a penas un mes después y en la llamada que mi madre le hacía todos los domingos, esta le notó muy raro y me lo comentó a mi. Al día siguiente hablé con él y me preocupé aún más, así que le dije a mi hermana que había que ir a ver cómo estaba porque no me gustó nada, y mi sorpresa fue que ella me dijo que no podía ir porque tenía trabajo y que me fuera yo.

Le comenté que nosotros le habíamos visto hacía un mes, y que era posible que si no iba ella, no le llegaría a ver con vida, así que después de poner todas las pegas posibles, dijo que se iría con una amiga el jueves (era el puente del seis de diciembre, por lo tanto fiesta). No es cuestión de sacar aquí todos los trapos sucios, pero el caso es que cuando ella llegó, el estaba vivo pero muy muy mal. Hablé con él por teléfono para convencerle de venirse a vivir conmigo pero se negó en rotundo. No quería dar que hacer a nadie y quería morir solo y en su casa, y se despidió de mi. Esa noche su salud se deterioró tanto que mi hermana me dijo que le quedaban horas según el médico, así que saqué un billete para mi hija y para mi y a las cuatro de la tarde embarcamos las dos, pero antes de tener que apagar el teléfono llamé a mi hermana para saber como estaba. Se me saltan las lágrimas solo recordarlo. Me dijo tranquilamente: No tengas prisa que ya está descansando, se ha muerto hace una hora. Lo hizo en mis brazos y ya está con Dios. Todo sería perfecto si mi padre fuera creyente, pero da la casualidad de que no lo era (a pesar de eso era mucho más humano y buena persona que ella), y estando consciente y lúcido le llevaron a casa a un cura del Opus para darle la extremaunción. ¡Con cuanta rabia e impotencia recuerdo a la amiga de mi hermana contándome muerta de risa la reacción de mi padre cuando se dio cuenta de lo que le estaban haciendo!, con qué guasa me contaba la cara que puso mi padre, pero que no tenía fuerzas para oponerse, y me dice que mi padre había echo un gesto irónico como diciendo que tontas sois, ¡y estaba orgullosa de ello!

Lo que ocurrió en los dos días que mi hija y yo pasamos allí con ellas arreglándolo todo ( le incineramos y tuvimos que dejar libre la casa), es tan fuerte que me lo voy a reservar, solo os contaré lo que más me dolió. Mi padre era un 'no creyente' convencido y razonado, cosa que yo respeté siempre, sin embargo me encuentro el día que le incineraron con que le daban una misa en el tanatorio, y a la que acudieron con el más sincero sentimiento los pocos amigos que tenía allí. Pero mi sorpresa y la de sus amigos fue ver que allí empezaron a llegar un montón de chicas totalmente desconocidas para mi y con la cara del que se va de compras, sin ningún atisbo de sentimiento. Yo creí que se habían equivocado de difunto y no comenté nada, pero un amigo de mi padre no pudo resistir la curiosidad y preguntó a la amiga de mi hermana quienes eran todas aquellas chicas, y a eso esta chica respondió con total naturalidad y sonriendo: son amigas nuestras del Opus. Es que el sacerdote es del Opus y estas chicas vienen en el lote. A continuación llega un sacerdote con cara de pocos amigos, bastante joven, se dirige a una de las chicas y con total indiferencia le pregunta: ¿cómo se llama el muerto?. Yo no se si esto se verá como algo normal, pero a mi me sentó como una patada en el culo. En mi vida he visto algo tan falso y tan frío y solo se salvaron porque me tengo por alguien educada, pero el daño moral que nos hicieron a mi hija y a mi no se lo deseo a nadie.

No merece la pena que yo remueva todo esto porque la que peor lo pasa soy yo, y solo espero que ese Dios en el que tanto cree, la perdone algún día todo lo que está haciendo en su vida, porque 'mi' Dios es alguien bondadoso que hace el bien sin mirar a quién y perdona cualquier cosa que hagan sus hijos. Mi Dios no es hipócrita, ni cínico, ni masoquista, está siempre al lado de los que sufren, de los pobres, enfermos y necesitados de cariño, y el ejemplo que yo veo en la gente que conozco (bastantes y varios muy cercanos a mi) que pertenece al Opus, dista muy mucho de lo que predica el evangelio.

¿Es este el comportamiento propio de una 'elegida' por Dios para seguir sus enseñanzas?. Es muy triste pero lo que ha conseguido con su comportamiento es que cada vez nos alejemos más de ellas. Mis hijos ya no son niños y se dan cuenta de todos los desprecios que les hace, así que ponen todas las pegas del mundo cuando decimos que hay que ir a visitarlas. Hasta mi marido ha reconocido que no son ideas mías, sino hipocresía total de su parte, y que no se merece que yo me sienta mal por algo que hace ella.

Sueño con que recapacite y algún día se de cuenta de lo mucho que ha desperdiciado de su vida. Aunque solo sea por lo sola que se va a quedar el día que mi madre falte, ya que, en mis hijos, ya es muy difícil vislumbrar algo de cariño hacia ella. Dicen que son una gran familia, pero mi experiencia con la gente que conozco es solo de destrucción de todo lo bonito que hay en la vida, de represión, de pecado por casi todo, y al final una profunda DEPRESIÓN.

Machús









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