Películas de los años sesenta (Cap.4 de 'La ropa sucia...').- Nacho Fernández
Fecha Monday, 27 December 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis


 

PELÍCULAS DE LOS AÑOS SESENTA


Cap.4 de 'La ropa sucia se lava en casa...'

Enviado por NACHO FERNÁNDEZ, 27 de diciembre de 2004

 

PELÍCULAS DE LOS AÑOS SESENTA

Una de las primeras cosas que te dicen en la obra al escribir la carta para inorporarte como numerario o agregado es que, a partir de ese momento, dejas de ir a las salas de cine comercial a las que hasta tu pitaje habías acudido y, en el caso de los hombres, de salir con mujeres y, si son mujeres, dejan de salir con hombres. La justificación de todo ello, en muchos casos, es la guarda del corazón, ya que, a partir de ese momento, nuestro corazón está entregado a Dios y no existen compensaciones de ningún tipo...



En cuanto a la no asistencia a las salas cinematográficas comerciales, se justifica también por la supuesta pobreza que se vive dentro de la obra, que impide, según los directores, realizar estos "gastos superfluos". Esto contrasta con el hecho de que un conocido numerario de Madrid posee una serie de salas cinematográficas en las afueras de la capital e incluso ha sido presidente de la asociación española que engloba a los empresarios de estos locales, por lo que ha salido habitualmente en la prensa cada vez que se producía una noticia cinematográfica con relieve público.

Los que nos incorporamos a la obra en 1965 padecimos desde el primer momento la situación de no estar al día como cualquiera de nuestros compañeros que vivían en medio del mundo, por mucho que dijera el fundador de la prelatura que en medio del mundo era donde teníamos que santificarnos. En los años sesenta, los varones que se incorporaban a la obra como numerarios no iban a las salas comerciales a ver las películas que se exhibían. En su lugar acudían al centro de estudios de los numerarios --entonces en Madrid había una sola delegación y no dos como ahora--, situado en Castellana, 50 (hoy existe un banco) donde se proyectaba una película todos los domingos a las cinco de la tarde, salvo los días que tenía lugar el retiro mensual, en que se ofrecía la mortificación correspondiente.

Los oblatos (nombre anterior al de agregados) tenían como locales donde se proyectaban sus películas primero en la Glorieta de Cuatro Caminos 4, escalera 4, bajo B, y luego en el ITEP (Instituto Técnico de Enseñanzas Profesionales) en la calle Aravaca, donde durante la semana se impartían clases. En algunos casos, nos acompañaban los directores de nuestros centros. Otro local donde los agregados veían películas era el Instituto Tajamar, en el que sucedía lo mismo que en el ITEP. No había videos y las películas se proyectaban desde máquinas adecuadas de las que se encargaban dos o tres por centro. Si en el local había un centro de la obra el lugar de exhibición era una habitación que abría puertas para la comunicación y así todos podían contemplar las cintas que, en ningún caso, eran de estreno.

Lo más curioso de todo fue que para proyectar las películas los encargados se ponían en contacto con las distribuidoras cinematográficas para elegir entre dos o tres películas. Lo que voy a describir no es una película de Almodóvar, sino una realidad: antes de que los de la obra vieran las películas, éstas habían sido censuradas convenientemente, a través de realizar los correspondientes cortes en el material, con lo que se eliminaban escenas de besos o de protagonistas que aparecían en bikini, un bañador que era atrevido para los directores del entonces instituto secular. Recuerdo que los encargados tenían frascos de esmalte de uñas, para después del corte de los correspondientes fotogramas, volver a unir la cinta.

Los cortes en las películas hicieron que, al final, los responsables de las distribuidoras cinematográficas se dieran cuenta y se negaran a alquilar sus productos a lugares como los señalados anteriormente. Al comunicarte con ellos, bastaba con decir que eras de esos sitios, para que automáticamente afirmaran que a ese lugar no se prestaba o alquilaba nada. Seguro que se habían producido numerosas quejas de otras empresas que quisieron exhibir las mismas cintas y se habían encontrado con la sorpresa de trozos eliminados sin ninguna explicación.

Claro que por entonces, algunos del opus participaban de productoras cinematográficas que realizaban películas populares. Antes de irme de la obra, un sacerdote del centro por donde iba indicó que él había sido uno de los productores de la película "La ciudad no es para mí", intepretada por Paco Martínez Soria, que es una de las cintas españolas que ha tenido mayor número de espectadores a lo largo de la historia reciente. El verano anterior al de mi marcha de la obra, en 1998, vi la película "El perro del hortelano", de la directora Pilar Miró, en el Colegio Mayor Ayete de San Sebastián. Se trataba de la proyección de un video. Los cortes habían sido sustituidos por oscurecimiento de la pantalla con motivo de que se había producido un beso entre los protagonistas. El oscurecimiento había sido decidido previamente por el director y el sacerdote de la convivencia en la que participábamos.

Para el fundador de la obra, el Santo Marqués, la ropa sucia se lava en casa. Varias veces me quejé de estos hechos a los directores. No me hicieron caso. Pienso que no podemos ser tratados como niños y no se me olvida la frase del fundador "lo que daña a un niño daña a un viejo". La única explicación que se me ocurre es que, al cortar las películas, el opus dei ha vivido el criterio de que el fin justifica los medios. Por eso, al salir, he llegado a la conclusión de que "le falta jabón: de tocador, detergente de lavadora o una lavandería".

 

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