Nadie que obra contra de su voluntad obra bien, ni aún siendo bueno lo que hace. San Agustín

Así es, todos aquellos que se sienten culpables de haber colaborado, cooperado y formado parte de acciones contra sus semejantes: santas coacciones, santas desvergüenzas, santas mentiras, santos engaños, santas estafas, santos timos, etc, tienen que tener presente que no lo hicieron con una consciencia absoluta, antes fueron "santamente enajenados", "santamente involucrados y embaucados" en dichas empresas de dudosa rectitud.

Dice Ruiz Retegui:

"Las personas bien formadas, las que son auténticas y dueñas en verdad de sus propios actos, resultan evidentemente algo incómodas para quien pretende un gobierno inmediato, de tipo técnico, pero son las que viven la vida de verdad y pueden colaborar de verdad a la realización de los grandes fines, y añade: cuando alguien es muy fiel a sí mismo y no se deja dominar por instancias externas o superficiales, es decir, cuando es sacrificada y fuerte, cuando sabe querer a los demás, podrá dar oído con confianza al juicio interior de su conciencia, aunque este juicio se oponga a lo que le viene más desde fuera, sea la instancia que sea: la autoridad o sus pasiones.

Claro, resulta más facil doblegar voluntades y dirigir conejitos de Duracell que gente que piense y analice. Por todo esto no se da un acto plenamente volitivo en las personas que, adormecida su capacidad de discernimiento, no son plenamente conscientes de la moralidad de sus acciones".

Es por esto que todos aquellos que estéis dolidos y atormentados por la moralidad de actos cometidos o perpetrados durante etapas de "santo abandono y santo rendimiento de juicio" debéis considerar que lo peor que habéis hecho es abandonar y ceder el timón de vuestro propio juicio, ese fue el fallo; los actos derivados de esta situación son consecuencias en la que poco o nada de culpabilidad se os puede achacar, además conviene tener en cuenta que se acerca la Navidad y aquel niño que nació en Belén es el que os va a juzgar, el que sabe la verdad y toda la verdad de el cuento y vino a perdonarnos y con las manos abiertas, los niños Jesús de los belenes suelen tener sus manos abiertas. Heinrich Heine decía: Dios me perdonará, es su oficio. Eso no nos debe de preocupar, yo tengo un icono ruso de la Virgen María, pintado en la clandestinidad de la época soviética y la Virgen aparece con tres brazos. La vieja que me lo vendió me explicaba: tiene una mano para coger a su niño y las otras dos para nosotros, que las necesitamos mucho. Así pienso yo, creo que no va a quedar la cosa por falta de manos para ayudarnos, para acogernos y perdonarnos, ¡será por manos! Nuestra Señora es así, mucha Madre y mucha Señora.

Se huele el aroma del perdón, Mark Twain decía que el perdón es la fragancia que derrama la violeta en el talón que la aplastó. ¡Ya está bien de llorar y lamentarse por lo cometido en aquellas situaciones! Esas lágrimas ya han salpicado a ese niño de Belén. San Ambrosio lo sabía: Las lágrimas no piden perdón, lo merecen. Es necesario olvidar y perdonar también nosotros, el rencor nos arquea la espalda y endurece nuestra faz, vivamos y pensemos que cada año nuevo que empieza es un regalo de aquel niño que nació en un pesebre, cada día es un paso tranquilo de vuelta hacia las manos, las dos, de nuestra Madre y de su hijo.

Brindemos por nosotros (dejar la bebida es bueno, lo malo es no saber dónde) y por nuestra felicidad y la de los demás y riamos, que nos queda mucho por reir y cantemos villancicos que si hacemos grandes fiestas cuando nace uno de nos, que no haremos naciendo Dios:

En el portal de Belén
Rien la mula y el buey.
Y los pastorcillos rien.
¡Ya no son del Opus Dei!

Feliz Navidad, amig@s

Diogneto