Pesadilla antes de Navidad (Cap.4 de 'Querida Opus').- Satur
Fecha Sunday, 12 December 2004
Tema 070. Costumbres y Praxis


Pesadilla antes de Navidad 

Cap.4 de 'QUERIDA OPUS'

SATUR, 12.12.2004

 

Tuve una pesadilla. No es la pesadilla que se muerde la cola, como sé que a algunas/os se les repite noche tras noche. Te la cuento.

Estaba desnudo en un paisaje sin naturaleza. Tampoco había en él nada humano: era una superficie enorme, como un mar liso de mármol blanco que se extendía por los cuatro horizontes hacia infinitos de líneas delgadísimas. No recuerdo colores, aunque sí la luz...



Unas figuras se acercaron hacia mí desde muy lejos. Eran cientos de personas que caminaban decididas en silencio a mi encuentro. Me avergoncé de mi desnudez al comprobar conforme se acercaban que todas ellas me resultaban conocidas y, algunas, familiares. Se pararon ante mí y comenzaron a increparme. Sus voces se confundían en un griterío de insultos y denuncias que no conseguía escuchar. Tenía mucho miedo. Temblaba de miedo y también de estar tan sin nada, sólo deseaba tapar mis vergüenzas y escapar. Allí nada podía ocultarme.

Llegaste Tú de no sé donde. No te oí llegar, aunque quizás ellos sí lo vieran. No me atreví a mirarte.

- Éste es un traidor -me acusaron dirigiéndose a Ti. Un cerdo. Peor que eso: es el neceser de un cerdo. Durante años vivió con nosotros, en Tu nombre, maquillando su vida de entrega y haciéndose pasar por lo que no es. Vestía nuestras ropas, comía en nuestra mesa, disfrutaba de nuestras casas, hablaba nuestro lenguaje. Ahora nos traiciona y sabemos de él muchas cosas. Sabemos que es indigno de toda felicidad, de toda paz. ¡¡¡Rejalgar para él y sus descendientes!!!

Tú les mirabas en silencio. A tu lado, en cuclillas, no sabía qué hacer. Estaba aterrorizado, tiritaba mirando al suelo y con los ojos cerrados con una fuerza que me dolían. Las voces ya no se confundían y podía discernir quién era quién en sus acusaciones: Don Rafael, Don Ramón, Don José Ignacio, la familia Tal, Julio, Don José Manuel, Fernando, Evaristo... eran muchos y, uno a uno, esperaba su turno y sentenciaba.

- Éste -nadie me llamaba por mi nombre-... éste ha ido de prostitutas gastando el dinero que debía de entregar para Tu causa. Y ha sido adúltero y fornicador. No una vez, no, ¡¡¡repetidas veces!!!. Ha mentido, ha engañado, abusó de la confianza que Tú y nosotros le dimos manchando Tu nombre y el de nuestra Madre Guapa. Se dice que abandonó nuestra Obra, Tu Obra, y se lió con ex numerarias que dejaron su vocación por sus escándalos. Se dice que a una la dejó embarazada abandonándola a su suerte... La Ley dice que hay que apedrearle. Tú que dices.

Las denuncias, como la lista de la guía de teléfonos de Nueva York, se sumaban: mis vanidades tontas, mis pequeñas y tristes ambiciones, mis mezquindades, mis mentiras, mis egoísmos... las calumnias también, sus mentiras, sus torcidas interpretaciones. Era imposible defenderme de todo aquello, tan confuso.

No sé si mirabas a ellos o a mí. Sentía tus dedos acariciándome la cabeza.

- El que esté libre de pecado -sentenciaste- que tire la primera piedra.

Ignoro quien fue el primero que lanzó aquel pedrusco sobre mi sien... pero el cabrón tenía una puntería del patín de la baraja. Luego vino una lluvia de chuzos, cascotes, cantos rodados, cada uno con su grito y su insulto. Una confusión de ira que aterrorizaba. Con los brazos cubrí mi cabeza y perdí el sentido en un charco de sangre.

Desperté con mi cabeza ensangrentada en Tu pecho. Me acariciabas. Sentía el latido de tu pecho, como aquella otra vez, hace años. Sabía que eras Tú. Te miré: estabas sembrado de llagas y muy herido por las mismas piedras -¿cuántas te dieron a Ti, cuántas a mi? - que aquí y allá se desparramaban por el suelo.

- Satur, ¿alguien te ha condenado?.
- Pues... de sí. Me parece que sí. Y por ponerte cerca, mira lo que te han hecho: no todos son Guillermo Tell.
- Pues yo no te condeno. Anda y no peques más. Nunca mais.
- Vale, lo intentaré.
- ¿Cómo que "vale, lo intentaré"?. Te digo que no peques más, caradura.
- Es queeeee...
- ¿A que te comes estas piedras, campeón?
- Vale. Nunca mais.

Y me fui tan feliz y tan campante. Ya no estaba desnudo... o sí, pero no me importaba.

FELIZ NAVIDAD A TODOS.

A TODOS.

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