Me has hecho ver la luz.- José Carlos
Fecha Wednesday, 08 December 2004
Tema 900. Sin clasificar


Me has hecho ver la luz

Querido R.:

Te agradezco mucho tu respuesta del 6-XII, no sólo por tu delicadeza y respeto sino porque en lo que has dicho me has ayudado a descubrir un matiz que antes no veía. Y por cierto, ¡tu español es estupendo!

Claro que te parece una locura seguir llevando el anillo de la fidelidad: para ti es una sombra, recuerdo de un compromiso con una institución que piensas que te engañó, símbolo de ese "camino a ninguna parte;" visto desde esas coordenadas, es completamente lógico que te quieras desprender de él. Lo explicas muy bien.

Por lo que dices, deduzco que el problema radica en que para ti - y quizá para otros muchos - ese compromiso fue, sobre todo, con la Obra. Así lo asumiste, o así te lo hicieron ver con libros o asignaturas como los que mencionas. Lo que te vino de ella es por tanto materia de sospecha; como lo pasaste mal en ella, es natural que quieras deshacerte de todo lo que te ata al pasado. Y como comentas, cuando todo lo que viviste y aprendiste ha de someterse ahora a tal escrutinio por tu parte, el proceso de reconstrucción se torna en laborioso y a veces agobiante, y en ocasiones se tira todo por la borda.

Precisamente, creo que ahí está el meollo de la cuestión, que puede diferenciar mi caso de muchos ex-miembros, los cuales se devanan los sesos pensando cómo puedo decir lo que digo, y me quedo tan ancho: piensan que o soy tonto, o sigo embaucado como los nueve espectros de Tolkien.

Reflexionando sobre lo que me decís , Mr. M. y María Cristina (¡otra argentina vehemente! :)), me parece que he dado con algo clave: fíjate que cuando escribí la primera carta al Padre, aunque la dirigí a Don Alvaro, la verdad es que siempre pensé que me entregaba a Dios, no a una institución. Cada vez que renovaba mis compromisos el 19 de marzo, lo hacía por amor a Dios y diciéndoselo a Él; comunicárselo al director era, para mí, una mera formalidad. Y con esa perspectiva, el anillo siempre fue para mí símbolo de una relación con Dios muy especial, sí, particularizada en un camino concreto, porque ésas eran las circunstancias de mi vida; pero con Él ante todo. En esto, me da la impresión de que me acerco más a la postura de primar "lo teologal" sobre "lo institucional" que articula D. Antonio Ruiz Retegui.

Y con Él percibí mi libertad. De su mano tomé una decisión que nunca habría podido tomar por mi cuenta. Y me sentí comprendido, querido, apoyado: conocido hasta la médula.

Por eso, para mí ese anillo sigue simbolizando el sinnúmero de gracias que he recibido de su providencia, también "el cuponazo" de Flanpan. Y mi compromiso agradecido con Él, que continúa, y que no veo reñido con mi devoción inquebrantable y enamorada a mi mujer (y ella tampoco, me lo acaba de confirmar). Y a los que me preguntan, les muestro el escudo familiar grabado en él, que también llevan mis padres junto a sus alianzas.

Es, pues, un anillo que no veo viciado, que no me subordina a autoridades del pasado: refleja para mí el amor de Dios, todo lo bueno que he recibido de Él dentro y fuera de la Obra, todo lo que disfruto en esta vida y todo el bien que por su gracia pueda hacer: como los tres anillos de Gandalf, Elrond y Galadriel.

Y este tema me lleva a comentar un par de puntos que me parecen fundamentales:

1. Aunque muchos dentro y fuera de la Obra equiparan el compromiso de un numerario al del matrimonio (en cuanto a status jurídico), la analogía es imperfecta: si bien un numerario cometería una infracción canónica, por ejemplo, al pretender casarse sin obtener la dispensa de sus compromisos, una vez obtenida ésta es completamente libre para casarse en la Iglesia. No peca, ni pierde el estado de gracia, ni ha de negar que el compromiso de numerario existió.

Esto no es así con una persona previamente casada, la cual está imposibilitada para el matrimonio canónico, a no ser que muera su cónyuge o se declare que ese matrimonio, en realidad, nunca había existido. Por tanto, existe una diferencia radical entre el matrimonio válido, que vincula de por vida y no hay autoridad en la tierra que lo pueda disolver, y los compromisos de un numerario (aparte de que ni la oblación ni la fidelidad son un sacramento, está de más decirlo).

2. A lo mejor me tengo que leer el libro de Pedro Rodríguez, pero que alguien me explique por qué Dios no puede decidir llamar a alguien a servirle en la Obra un tiempo, y luego llevarle por otros caminos. Por qué ha de ser una vocación perpetua, para todos. No es que Dios "cambie de opinión"; pero puede planear para ciertas almas que reciban un periodo de formación y de hacer apostolado en el Opus Dei (o un tiempo de cruz, para algunos), y luego llevarlos por otros derroteros donde puedan seguir haciendo el bien.

Ejemplos parecidos haylos: Santa Teresa de Ávila se sintió llamada por Dios a un convento, pero ella también terminó yéndose: a fundar una orden distinta, todo ello al parecer dentro de los planes de la divina providencia. Y la Madre Teresa de Calcuta, otro tanto: de dar clases a niñas bien, se fue a fundar otra orden entre los indeseables.

Vamos, que Dios es muy grande, y trasciende a las instituciones. Las instituciones eclesiales están al servicio del hombre y de la mujer, de su santificación y de su perfeccionamiento; y las normas y leyes, por ser humanas en su formulación y por definición, no pueden prever y regir todas las variadas circunstancias del devenir humano ni las intervenciones de la Trinidad en la intimidad de cada alma.

No soy teólogo ni canonista, así que estoy dispuesto a que se me corrija con argumentos inteligentes y sobrenaturales.

Gracias, R., Mr. M. y María Cristina, por hacerme pensar. Es curioso, y bonito: los cuatro, en este lado del Atlántico, encontrándonos en un cibersitio allende el mar.

Un abrazo a los tres,
José Carlos







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