La Señora de los Anillos.- R.
Fecha Friday, 03 December 2004
Tema 900. Sin clasificar


La Señora de los Anillos

Hace hoy siete días, salió desde Brasil un "Hobbit" con un anillo de oro en su bolsillo. Su misión, después de enfrentar criaturas perversas del capitalismo salvaje en las islas británicas, es llevar el anillo a Madrid, donde lo entregará a los Orejas en manos de Agustina.

Dentro de veinte días se cumplirá un año desde que llegué al final de "el otro plano inclinado" y escribí "la otra carta al Padre". Desde aquél día, cada vez que abría el cajón donde dejé mi "anillo de la fidelidad", me preguntaba "¿Qué hacer con eso?".

Guardarlo como recuerdo, yo no lo quería. Recuerdos ya tengo más de lo que me gustaría. Y además, por lo que significó para mi ese anillo, sería más bien un recuerdo doloroso, el recuerdo de un engaño que yo creí ser fidelidad a Dios; recuerdo cómo se ha arrojado a la basura sin miramientos aquello que yo tenía de más valioso en mi corazón. Para recuerdo, todavía conservo mi cilicio y mis disciplinas, que representan con más propiedad aquello que recuerdan.

Convertir el anillo en dinero para mis gastos personales tampoco era una idea que me gustaba. El simbolismo inevitable de convertir ese anillo en "algo más útil" (libros, medicinas, lo que fuera) tiene para mí algo de desagradable.

Fundirlo y transformarlo en otro objeto también no parecía una buena salida. En cualquier forma que le diera, sería un recuerdo indeseable, una sombra que no querría acompañándome.

Como aquél anillo de Tolkien, ese también "no podía" ser usado, ni guardado, ni destruido, ni convertido en otra cosa. Y me ocurrió que, como el anillo de la historia, a ese le podría dar el mismo fin: enviarlo en manos de un portador "al lugar donde ha sido concebido" para ser derretido en el fuego y con eso ayudar a curar los males que otros anillos como él, esparcidos por el mundo, han creado.

Le he pedido a Agustina que el anillo sea convertido en dinero para ser usado en la manutención de OpusLibros. A Agustina le ha impactado ese pedido. Incluso hubo dudas por su parte en aceptarlo. También con el anillo de Tolkien pasa eso de que todos aquellos cuyo corazón se mueve por el bien no lo quieren aceptar, mientras que los que tienen el corazón lleno de rencor, hambre de poder, vanagloria etc. lo quieren a toda costa.

Pero Agustina no cree saberlo todo, ni tener su misión inequívocamente revelada por Dios, ni sus concepciones "más que dibujadas, como esculpidas en piedra". Así que ha actuado con humildad ejemplar. Ha pedido consejo a personas muy idóneas. Me ha honrado mucho con la elección de esas personas. Todas (mis gracias a ellas) le dijeron sin dudar que aceptara mi pedido.

Una de las personas a quienes Agustina le pidió consejo es también ella una víctima de la organización. Contribuye regularmente con OpusLibros y soy un gran admirador de ella. Le ha gustado la idea y le ha prometido a Agustina llevarle su anillo cuando viaje a Madrid. Así que empecé a llamar en broma a Agustina, "La Señora de los Anillos".

Y con eso, hago la invitación a que otros, a quienes les parezca buena la idea, hagan lo mismo. No tanto por la ayuda en dinero que pueda representar para OpusLibros esa donación (no creo que mi anillo llegue para cubrir los gastos de un mes siquiera de OpusLibros), sino por tener la oportunidad de darles gracias a los Orejas (que nunca aceptan nuestras ofertas de ayudarles con los gastos de la web) con un gesto lleno de simbología.

OpusLibros ofrece a las víctimas de la organización una ayuda directa y insustituible. Lo sabemos muy bien. Pero hay algo más, que se descubre después de que "pasó el peor". OpusLibros nos ofrece a todos nosotros la oportunidad de hacer algo de bueno con toda la historia de nuestra equivocada entrega. Y eso, también, es para darles muchas gracias a los Orejas: la oportunidad de convertir en servicio y donación para otros una "entrega" que de otra manera no sería más que una experiencia frustrada.

Pensando en eso, me parece muy apropiado que el anillo que en su día fue el símbolo material de esa "entrega", sea convertido en ayuda material para el medio por el cual esa entrega se ha canalizado.

Les hago también a los Orejas una sugerencia, por si les gusta. Que fotografíen y cuelguen en la web las fotos de los anillos que reciban, con el nick del respectivo dueño y sus "fechas extremas" (la de "la carta al Padre" y la de "la otra carta al Padre"), como una prueba material más de la veracidad y de la rectitud de lo que se publica en OpusLibros.

Una vez más (nunca será demasiado) mis gracias a los Orejas por su trabajo insustituible y a todos los que contribuyen en la web, por su ayuda. Que José Tomás me perdone por llamarle "hobbit" ;) y mis saludos a todos y todas los que se reunirán con él en tertulia en ese segundo Domingo del Adviento.

R.





de Agustina. Querido R., y queridos todos: ya os imagináis la impresión que nos causó el ofrecimieno de R. Las personas a las que pedí consejo sobre si debía aceptarlo o no, me dijeron que sí, sin dudarlo. Una de ellas fue Paloma -no ha sido de la Obra ni tiene nada que ver pero es mi amiga-. Ha pasado por la experiencia de un duelo (murió en accidente su marido a los 8 meses de casados y se quedó embarazada de 3 meses. Su hija Laura tiene ahora 3 años). Paloma me dijo: "tienes que aceptar su anillo por lo que significa de liberación tras un proceso de dolor y de duelo". Otra buena amiga, a la que se refiere R. y a la que pregunté al respecto, me escribió: "espera a que yo te lleve otro 'paquete' semejante cuando vaya a Madrid, porque lo que se le ocurrió a R. es sencillamente una maravilla. Por supuesto tienes que aceptarlo, no tienes derecho a rehusar una ofrenda hecha con tanto corazón y sencillez. Tienes que aceptarlo con el mismo agradecimiento y la misma abertura con la que nosotros a diario aceptamos el esfuerzo y el trabajo de los orejas para hacer la web, tanto en lo que se ve por fuera como en lo que no se ve". Y también le pedí opinión a Javier (el que lucha incansablemente con la nueva web que, por cierto, vuelve a funcionar) y tampoco dudó en que teníamos que aceptarlo por lo que significaba, tal y como R. explicaba los motivos por los que nos enviaba su anillo. Un abrazo para todos y hoy, en especial, para R., de Agustina.





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