Acuerdos y desacuerdos. Para Ana Azanza.- Chamogüiny
Fecha Friday, 03 December 2004
Tema 100. Aspectos sociológicos


Para Ana Azanza

Estimada y erudita Ana:

He leído tu escrito de 1 de diciembre en el que respondes a algunas de mis afirmaciones de un escrito anterior. Y naturalmente tengo que estar de acuerdo con algunas de tus tesis y en desacuerdo con otras. Pero esto es lo divertido de las discusiones: si todos estuvieran de acuerdo en todo, el Mundo sería muy aburrrido.

Dices que Franco se entrevistó en Hendaya con Hitler y le mandó una División Azul para Rusia. ¡A ver! ¡A la fuerza ahorcan! En aquellos tiempos no estaba el horno para bollos y los compromisos se resolvían con hechos de armas. Franco agradeció el favor prestado por los nazis durante la guerra civil española lo más parcamente que pudo.

Pero eso no significa que estuviera de acuerdo con la ideología nacional-socialista que Hitler aplicaba. Es más, incluso salvó a algunos judíos de los nazis, dándoles pasaporte español.

Y, ciertamente, la Falange derivó en un socialismo nacionalista a la muerte del fundador, quien no era así en absoluto, según opinión de Aranguren. Quizá porque el nazismo era el modelo ideológico a seguir en los primeros años cuarenta. Quizás por pura pereza intelectual.

Pero Franco no era así, ni mucho menos. El pensamiento de Franco era el clásico conservador de la pequeña burguesía española, más proclive a la seguridad que da la cercanía al poder que del riesgo de la libertad económica. Por eso Franco, que inauguró todo lo inaugurable, jamás fué a una sesión de la Bolsa, el Mercado por excelencia. El paradigma social del sedicente Caudillo estaba en el modelo anterior a la Revolución Francesa, con sus gremios, con sus marquesas, con su primacía de la Iglesia, ¡que le hacía entrar en los templos bajo palio! ¿Se imagina alguien a Hitler entrando en una catedral bajo palio?

En esta concepción de la vida ideal anterior a la revolución liberal por excelencia coincidía con monseñor Escrivá. También él provenía de la pequeña burguesía y también él aspiraba a un status privilegiado dentro de una jerarquía social inmutable. Su ascensión social lo demuestra: ese rodearse de marquesas, por ejemplo, pero sobre todo la reclamación de un título nobiliario. Su miraba estaba firmemente fijada en el siglo XVIII.

Recuerdo una conversación fascinante con un profesor de Filosofía de la Universidad de Navarra en los años setenta del siglo pasado. Nos contaba cómo Escrivá, después de sufrir sus desventuras por causa de la guerra civil, había llegado a la conclusión de que dicha guerra era un episodio más de los desastres civiles del siglo XIX. Era otra guerra carlista más, entre los malvados liberales y los bondadosos carlistas. Por lo que intentó fijar el momento anterior a aquél en el comenzó el caos del s. XIX: la monarquía de Fernando VII.

Por eso la Facultad de Historia de la Universidad de Navarra empezó una serie de estudios o campañas para tratar de reivindicar la figura de Fernando VII como el bueno de la película. No sé en qué acabaría la cosa, pero me imagino que desistirían al poco de comenzar, pues, por un lado, no se ha vuelto a saber nada de ello; y por otro, lavar la imagen de Fernando VII es tarea para muchas generaciones de Mister Propers.

Pero, en definitiva, la afinidad ideológica de los dos personajes de nuestro diálogo sólo puo darse en España. Y sus fobias personales al liberalismo, a la masonería, y a la libertad individual hicieron de ellos unos aliados objetivos. Aunque la suspicacia del gallego impidiera que fuera obispo.

Un inciso: espero no haber sido aburrido en exceso para nuestros amigos americanos. Pero, claro, de aquellos polvos vinieron estos lodos, y la situación política en España es la que es, porque fué la que fué. ¡Qué se le va a hacer!

Y ya para terminar, tengo que darte la razón en que la libertad, sin igualdad, no es justa. Pero la igualdad entendida como igualdad en las oportunidades. Aquella igualdad en la que todos empiezan igual y cada uno se labra su propio futuro. Lo que significa que la educación debe llegar a todos, para que todos puedan comenzar su vida en igualdad de condiciones con los demás. Esta es, en mi opinión, una de las tareas a las que debe dedidarse el Estado con más ahínco.

En eso choca la práctica del Opus frontalmente, pues su intención es hacer colegios elitistas, donde los privilegiados puedan disfrutar de una educación superior. Tarea en la que han fracasado miserablemente, según nos ha contado Satur, entre otros. Y de lo que yo mismo puedo dar fé.

En los cuales colegios, la libertad se entiende como la libertad de hacer las cosas que responsablemente deben hacerse, es decir, las que la jerarquía ha decidido que es lo correcto. En lugar de ofrecer las opciones posibles, dejando que cada cual opte por lo que libremente decida, y apechugue luego con las consecuencias de sus actos. Lo cual sería, aparte de más justo, más cristiano. Porque, ¿qué mérito moral hay en obedecer lo que te mandan? Conozco una manada de delfines que lo hace estupendamente.

Estimada Ana: como has podido ver, he intentado evitar las palabras derecha e izquierda, dando un contenido más concreto a las opciones políticas que he comentado en este escrito. No sé si he conseguido hacerme entender, pero lo he intentado. De esa manera pretendo evitar las simplificaciones al uso, que nos llevan en algunos casos al caos más absoluto.

Recuerdo que hace unos quince años se cayó el Muro de Berlín y se desintegró la Unión Soviética. Pues bien, los comentaristas de los telediarios las pasaron de a metro para distinguir las diferentes posturas de las facciones en liza. ¿Era Gorbachov más de derechas que Yeltsin? ¿Era Putin un revolucionario izquierdista comparado con Gorbachov? ¿Milosevic era de derechas o de izquierdas; conservador, reaccionario o revolucionario? El desconcierto era monumental. Y en muchos casos todavía lo sigue siendo.

Y en conclusión, estimada Ana, quisiera extraer de todo este tocho una enseñanza: que el Opus no está en este Mundo. Que viven en una realidad ficticia. Que tienen sus piés firmemente anclados en el Ancien Régime y en el paradigma de la Iglesia Medieval que fascinaba a su fundador. Por lo que la Historia los barrerá a la larga o a la corta. No sin haber causado antes los daños que están causando a las víctimas que les caen entre sus manos.

Esperemos ver su final.

Un cordial saludo.

Chamogüiny.









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