Hemos caminado juntos (Cap.1 de 'Querida Opus').- Satur
Fecha Sunday, 28 November 2004
Tema 010. Testimonios


 Hemos caminado juntos

Cap.1 de 'QUERIDA OPUS'

SATUR, 28.11.2004

 

Querida Opus:

Hemos caminado juntos un buen trecho del camino de nuestras vidas. Durante ese tiempo bebí tu formación, tus modos, tus gestos... me deslumbraste desde muy joven y caí rendido a tu gracia. Dejé de ser yo para convertirme en ti: mi amor sólo tenía sentido en tu destino. Eras amiga, novia, madre, y no eras amante porque tú no sabes de eso, aunque aconsejabas que me abrazara a una imagen de nuestra Señora, o acunara un Niño Jesús, o besara un Crucifijo, o que cantara canciones de amor a Santa Catalina de la Lutvafe. Curiosos sucedáneos del cariño que a todos nos acompaña desde el primer latido, placebos de afectos que responden a necesidades muy anónimas y muy humanas. Tú eso no lo entendías. Tu eras completa, total, perfecta, esculpida hasta el último detalle: LA OMNICOMPREHENSIVA...



Y besaba imágenes, acunaba y cantaba... hasta que caí en la cuenta que eso, contri menos, es una histeria, sentimentalismos extraños, mecanicismos que pueden estar tan lejos de Dios como la niña que habla con su muñequito Chispipí, y lo acuna, lo abraza, le riñe y le pone un supositorio. Hasta que descubrí que era Él el que me besa cada día, y me habla: descubrí que no importa tanto lo que yo ame.

Contigo no había manera porque tenías la panacea a todos los problemas. Eras un compendio de máximas que uno, en los primeros años de nuestra entrega, creía a pie juntillas. Dabas mucha seguridad, chica: el que obedece no se equivoca nunca, te prometo la salvación si me cumples las normas y me eres fiel, basta que hayas visto mi amor una sola vez, en un solo segundo, para que no dudes que yo soy para ti... y uno, feliz, enamorado, ciego y loco, bebía los vientos por estar a tu lado.

Pronto las cosas entre nosotros no fueron del todo bien pero, como era yo quien fallaba, me sentía en deuda contigo. Tú me perdonabas, mirabas para el otro lado, disculpabas y decías "pase lo que pase, no pasa nada, y si pasa, qué importa, y si importa, qué pasa".Y sí que pasaba, sí.

Eras, esa es la verdad, pelín aristocrática y, como todo aristócrata, te gustaba tapar, que no se dijera que "a nosotros nos puede suceder esto". Los marqueses que a la hija embarazada sorpresivamente se le envía a las Batuecas, o el burgués nuevo rico al hijo tonto a estudiar un Management School Economist of Lousiana, y así, tapando, todos somos maravillosos, encantadores. Tienes mucho de eso, cariño.

Descubrí un día que te importaba más tenerme a tu lado que quererme. Peor: tenerme a tu lado, aunque yo no te quisiera. Dios, por entonces, ya nos quedaba muy lejos de ti y de mi. Tú me hablabas de un dios que no tenía nada que ver conmigo: era un Madel Man. Y yo hablaba con Otro, le hablaba de ti, y sentía que era con Ése con el que debía de comenzar, otra vez, de nuevo. Y lo descubrí porque iba a contarte mis cosas, esas que cualquier otro me hubiera aconsejado con más prudencia y sensatez que tú, y la respuesta siempre era la misma. Siempre. Te importabas más tú misma que mi situación.

¿Recuerdas cuándo tenía 22 tacos y me escapé de ti un mes sin decirte oste ni moste?. Escapé porque tenía más mierda que el culo de un gitano -con peldón de los gitáááános-,y no podía más. Un mes entero, en mayo, perdido, sin que ni tu ni mi familia supierais de mi. Un mes de locura. Me encontraste en una estación de tren por el chivatazo de uno y me acompañaste a casa de mis padres. Hablamos mucho. Te conté todo. Y era para temblar. Al dejarme en esa casa me dijiste "mañana, si quieres, puedes volver". Y volví. Es alucinante. Tú sabes que no era ese el mejor consejo. Si vuelve a sucederte otra vez no aconsejes regresar. Pero... somos así: tú, por aconsejar eso, y yo, porque creía que sí, que el milagro se realizaría. Aunque, bueno, yo en esa época no creía nada. Yo era más tonto que mear en un porrón.

Lo que es un milagro, chica, es que uno esté como está ahora y que lleve tres años siendo fiel en mi nuevo camino. Ése sí que es un milagro... aunque no te lo creas.

Te dejé morir al borde del camino como a un herido al que se abandona. O quizás fuiste tú, cuando herido de muerte porque ya no podía seguir tu camino, me abandonaste. Porque tú sigues igual, tan distinguida, tan guapa y tan aristocrática, y yo las pasé un poco putas para asentarme en mi nueva vida... con cien mil pelas a los cuarenta y tres tacos, ya me dirás. En eso, amor mío, eres muy mala y muy jodida. Muy mal.

Otros poseerán esa alma, ese espíritu y esos modos. A ti y a mí sólo nos quedará mirarnos, cada vez desde más lejos, volviendo la cabeza, por caminos que se apartarán cada vez más hasta que nuestros horizontes se separen. Recuerdo los últimos días antes de dejarte y venían tentaciones, provocadas por la desesperación de esas horas insoportables, donde algo dentro de mi intentaba restablecer el equilibrio. Caí entonces en la cuenta de que la pena aflojaba sus garras y respiraba un poco al pensar que al perderte, no estaba todo perdido.

Sería muy duro reconocer que las cosas que uno ha perdido para siempre son las más preciosas y que ya nunca se podrán alcanzar de nuevo. Eso es mentira. Esa es tu gran mentira, cariño: hacer creer que "después de ti no hay nada", alimentar la desesperación en el alma de tus ex con un horror al vacío. Al contrario que la zorra de la fábula prefiero decirte "la parra está muy alta" en lugar de decir que "los racimos están muy verdes". Estás muy alta, y ya me buscaré parras más a mi alcance. Comeré las uvas que tú negabas a los mediocres.

Para mi eres un paraíso perdido, una utopía, algo que no existe, algo que fue y que me gusta recordar porque, esa es la verdad, tu y yo lo hemos pasado fantásticamente bien. ¡Cuántas cosas aprecio ahora gracias a que te perdí! Te escribo, en parte, porque escribir es un modo de rebobinar y manejar el tiempo, ese tiempo, a mi antojo. Puedo fijar un recuerdo y recrearme en él. Lo hago por mi, pero también por tantos y tantas que has dejado con muchas goteras. Tú de eso no te enteras porque dejas a la gente y ya está. Tu vas a lo tuyo. Si vuelven, los aceptas -faltaría más, siempre tan solícita-, pero eso de arrodillarte y besar las heridas de la tristeza de tus ex te da un poco de cosa. Eres muy pija y algo engreída. Lloras poco. Y lloras poco, probablemente, porque no tienes capacidad de hacerlo. Sin embargo, no llorar te convierte más en alguien desvalido que en alguien fuerte. Esa incapacidad de misericordia te hace increíblemente vulnerable... Ahora lo veo muy claro.

Y es cierto que hablas mucho de alegría -la alegría de los hijos de Dios-, de buen humor, pero si rascas en tu alegría se percibe mucho dolor amargo. Intentas permanecer y mostrarte siempre igual delante de todas las personas. Y eso es muy complicado.

Bueno, cielo, te escribiría más cosas, y quizás lo haga más adelante. Para bien y para mal anduvimos mucho tiempo juntos y, de algún modo, eres mi Arcadia.

Me voy a pasear con otra Arcadia, más pequeña que tú, más tierna, más a mi altura, con unos racimos buenísimos (algunos son amargos, es cierto, como los míos), menos sobrenatural y muchísimo más humana.

   siguiente -->







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=3534