Las mentiras (1).- Miguel Angel
Fecha Wednesday, 24 November 2004
Tema 060. Libertad, coacción, control


LAS MENTIRAS  (1)

MIGUEL ANGEL

(Primera entrega, 24-nov-04)

 

LAS MENTIRAS (I). El control de la correspondencia

En mi anterior escrito, publicado el 19 de noviembre, decía que iba a dar mi testimonio particular en tres temas. Empezaré por el control de la correspondencia. De los casos que tengo ya redactados para contar, este es quizá el menos jugoso en cuanto a detalles, pero es contundente, no admite discusión...



En la obra se empeñan en decir que no leen la correspondencia de sus miembros. Así lo escriben en sus páginas afiliadas, oficiales, amigas, etc.

Cada vez que lo leo, me sonrojo. Esta afirmación es rigurosamente falsa. Todas las cartas que recibí, me las entregaron abiertas, y todas las que enviaba debía dejarlas con el sobre sin cerrar en la mesa del director. La única excepción, las felicitaciones de Navidad, que no hacía falta someterlas a censura en el envío.

Es posible, eso sí, que algún director, con un mínimo de lo que hay que tener, no leyera las cartas, limitándose a cumplir con abrir los sobres o cerrarlos. Y también, por supuesto, uno podía enviar las cartas por su cuenta, a escondidas. O también se podía abrir un apartado de correos para recibirlas. O conseguir una copia de la llave del buzón, y abrirlo todos los días antes que el director. Muchas perrerías eran posibles, pero todas, claro está, de mal espíritu.

Estoy hablando de mi experiencia de hace 20 años, entonces no existían más que el correo ordinario y los telegramas. Hoy tenemos además el correo electrónico, el internet, los mensajes a móviles, el mesenger, ... Se complica el control, tanto que quizá lo hayan dado por imposible. De ahí que puedan afirmar que no leen la correspondencia. Me gustaría que alguien que haya dejado la obra hace poco nos contara cómo son estos temas últimamente, cómo se controlan las comunicaciones.

¿A qué fin esa vigilancia de todo lo que uno envía o recibe?. ¿Evitar lecturas inconvenientes?. ¿Información dañina?. ¡Anda ya!. Si hay mil cosas más peligrosas que una carta. Aparte del puro alcahueteo, todo obedece a un afán desmesurado de dominio sobre las personas. El control fundamental se ejerce, obviamente, en el correo recibido, ya que en el enviado pocas cosas se pueden pescar. No creo que a ninguna numeraria o numerario se le ocurriera mantener una relación epistolar amorosa a sabiendas de que se lee todo. O si alguien tenía un secreto inconfesable reflejado en sus cartas, ya se buscaría un medio seguro para la correspondencia. Y no me refiero con secreto inconfesable a nada en particular, no vayáis a pensar mal: puede ser cualquier cosa, por ejemplo, cartas pidiendo consejos sobre las inquietudes de la vocación.

El próximo capítulo va sobre la confidencialidad de la vida personal, muy en línea con los últimos escritos relativos a los informes (traslado y fidelidad), de dos numerarios.

 

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