El diálogo y las mentiras.- Miguel Ángel.
Fecha Friday, 19 November 2004
Tema 140. Sobre esta web


Hola colegas.

 

Veo últimamente que hay correos de personas empeñadas en decir que aquí se miente, que somos unos resentidos, y que hacemos daño a la gente.

 

También aparecen aquí otros, ya ¿fuera?, intentando buscar un diálogo. Sobre la intención de José Carlos, ya le habéis contestado alguno, el problema es que por parte de ellos nunca va a haber intención de rectificar en nada fundamental, ni van a pedir perdón por errores cometidos. Sólo querrán imponer lo suyo, como han hecho siempre. Eso, desde luego, no es dialogar. ¿Cómo dice el refrán?. Dos no discuten si uno no quiere, o algo así creo que era. Cambiamos discutir por dialogar, y ya está, con ellos no va a haber manera.

 

Entre los que escriben en esta web, habrá de todo. Desde los que en algún momento han descubierto simplemente que esa no era su vocación, hasta los que se han sentido engañados, por no corresponderse la realidad dentro de la obra con lo que les explicaban antes de entrar, o incluso ya dentro. Los hay que se han alejado de la Iglesia, y otros se sienten más cristianos que nunca. Pero ninguno de los testimonios aquí publicados pondría en duda. Ha habido quien ha querido aprovecharse de nuestra buena fe, por supuesto, pero al final se les descubre siempre. Son esos errores y horrores que todos, más o menos, aunque alguno parece ser que no, hemos sufrido, y que ellos siempre se han empeñado en negar. Si uno relata su vida y los malos ratos pasados por una mentira, eso no es ser resentido; ¿qué pasa, que hay que dejarse engañar, y encima, si lo descubres, a callar?.

 

Contaré en mis próximos correos situaciones que me han ocurrido a mí personalmente. A quien diga que miento en mis relatos, le contestaría que allá él con su conciencia, yo si sé quien de los dos miente, con eso a mí me basta. Será, pues, en mis próximos correos, por partes, para no aburrir al personal. Los tres temas serán el control de la correspondencia, la confidencialidad de las charlas con el director o el sacerdote, y el control sobre las personas. Seguro que ya se han tratado aquí estos temas, pero no creo que importe un testimonio más que abunde sobre la cuestión.

 

Siempre intento poner en mis escritos algo positivo. En cierta revista española, controlada por la obra, leí una carta en la que una señora pedía que no compráramos los productos de determinada marca, pues sus anuncios en televisión eran frívolos. Esto se corresponde fielmente con esa norma de criterio que hay en la obra, sobre la cooperación al mal. Así, si un laboratorio fabricaba píldoras anticonceptivas, quedaba prohibido comprar nada de ellos, ni una triste pomada, pues eso era cooperar al mal. Lo recordáis, ¿no?, pues algo parecido con la historia que cuento, pero esta vez era por un anuncio. Inmediatamente redacté unas líneas para la revista, en las que les decía que qué bonito, hagamos todos caso a lo que decía esa señora, así igual tiene que cerrar la empresa, todos los trabajadores a la calle, sus hijos sin pan y sus familias sin techo, qué maravilla, qué alegría, qué logro, cómo hemos conseguido parar al demonio. No sé para que la escribía, total, iba en contra de línea editorial. ¿Sabéis qué?. La publicaron. Lamento los desmayos que se hayan podido producir.

 

Un abrazo,

Miguel Angel









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