Hola a todos y a todas

Después de leer poco a poco el interesante escrito de EBE sobre "La Santa extorsión" me he puesto a pensar mucho en la vocación, la vocación que nos llevó un día a entregarlo todo, aún a contra viento, y a aceptar y a hacerlo todo, para luego intentar aceptar que no existía tal vocación, aún pensando que podía ser solo producto de nuestra soberbia y de nuestro egoísmo que queríamos marcharnos.

Personalmente puedo dar gracias a Dios porque hubo dos grandes razones por las que me decidí a irme.  Trabajando en un colegio de la Obra, me pidieron que cambiará de profesión para beneficio de la labor apostólica, dirigiéndome a un trabajo que yo tenía claro, no era mi profesión ni la había deseado nunca.

Cuando dije que iba a renunciar porque eso no era lo mío, recibí por respuesta un NO rotundo, ese era mi encargo apostólico.  Explique, insistí y la respuesta siguió siendo no.  Cuando caí en la cuenta que la única forma de librarme de una profesión que nunca había querido, (ya estaba dando clases y había empezado el ciclo escolar) era irme de casa, y así lo dije apareció el lado maternal de la Obra y me dijeron que renunciara... pero ya algo se había quebrado dentro de mi.

Aún así, decidí perseverar y buscar trabajo y seguir adelante, pero entonces enfermó gravemente mi madre y lo único que me dijeron es que Dios se encargaría de cuidarla (supongo que esperaban que mis hermanos también) si yo seguía cuidando sus cosas (en la Obra claro) pero esta vez no lo acepté.

Pedí la dispensa y me fui a cuidarla, aún le agradezco a Dios que la tuvimos 7 años más, creo sin intentar ser petulante, que Dios la premio viendo mi reconstrucción, viendo mi boda y a mis hijas que la llenaron de alegría.  Yo tuve la bendición de estar con ella en los momentos más críticos de su enfermedad y acompañarla cuando murió.

Eso se lo agradezco a Dios, y que en un momento dado me hizo ver claramente que ese ya no era mi camino, y pude retomar mi vida, pero si creo que clama al cielo el hecho de que pregonen una vocación absoluta que no creo que Dios quiera así, ni quiera ese sufrimiento para los que con buena voluntad están dispuestos a entregarlo todo por amor a Dios.  Por esa idea, en su momento casi suplique ser supernumeraria y no me dejaron...

Aunque agradezco a la Obra el haberme acercado a Dios y conocer muchas cosas que de otra forma quizás nunca habría conocido, también creo que se puede ahogar el bien en abundancia de mal, y que el codo puede borronear y estropear lo bueno que escribe la mano.

Aprovecho también para agradecer a Mercy por su escrito.

Abrazos a todos,

Marigo