Más anécdotas, última entrega de "A quien pueda interesar".- Satur
Fecha Friday, 19 November 2004
Tema 100. Aspectos sociológicos


A QUIEN PUEDA INTERESAR (entrega 31 y última)

 

Fue en Torreciudad, en 1976. Por aquellos años en la opus había gestos de la liturgia que no estaban bien vistos, uno de ellos era el dar la paz en Misa. En los centros se saltaba esa línea del Misal y se pasaba directamente al Agnus Dei. Pero en las ceremonias públicas alguno decía eso de “daos fraternalmente la paz”, más por quedar bien delante de algún obispo o de sacerdotes diocesanos que por otra cosa. Es el caso que nos ocupa. Era una Misa concelebrada con varios sacerdotes que asistían con fieles de distintas diócesis a honrar a Nuestra Señora de Torreciudad. Llegó el momento de la Paz y el párroco todo solemne mira a los fieles, abre los brazos en señal de acoger al templo todo y dice enfático “DAOS FRATERNALMENTE LA PAZ”. En estas estábamos, dispuestos a sacudirla con la fila entera, cuando se oye una voz gravísima, profunda y potente que dice “¡¡¡NI PAZ, NI POLLAS!!!”.



Parecía una Teofanía, como si el mismo Dios desde el Óculo Eucarístico del Santuario  la hubiese pronunciado. Hasta tal punto que yo mismo, que estaba dispuesto gentilmente a dar la mano al de mi izquierda, di un respingo pensando “joé, a ver si palmo por esto”. Nos quedamos todos, y todas, quietos, indecisos, atemorizados.

 

Y es que el párroco llevaba un micrófono a modo de pinganillo en la casulla y al ir a abrazar a Don M. S –sacerdote numerario de voz grave y pelín intransigente– y decirle “paz contigo”, el otro le soltó la frase, nada litúrgica por otro lado, que dejó traspuestos al presbiterado y a los fieles.

 

Y ya que ésta será la última correspondencia de la serie, sigamos con más anéldotas. ¡Marchaaaaaa!.

 

En un UNIV asistió un estudiante joven, ¿qué habrá sido de él?, que no tenía ni idea no sólo de la opus de dei, sino de ná de ná. Estaba verdísimo en todo lo que se refería a la vida interior, la ascética, la mística, los medios necesarios para salvarse y las relaciones intratrinitarias. Ya digo, verde. Y durante la convivencia se le provocó un uñero en el dedo gordo del pie izquierdo. Alguien le vendó con unas gasas , y aquel vendaje parecía el turbante del Maharajá de Bramaputra. Algo muy aparatoso. Llegó la audiencia con el Santo Padre y al que le vendó el dedo gordo del pie no se le ocurrió mejor cosa que pedir una silla de ruedas y colocarse con el tío en primera fila, junto a los enfermos de verdad: parapléjicos, autistas... Efectivamente, el Papa, al terminar la audiencia, acostumbra a bajar y atenderlos uno a uno con un gesto de cariño. Todos los de nuestro grupo observábamos a nuestros dos hombres, en medio de esa primera fila, el uno con la pata chula, el vendaje que llegaba hasta el guardia suizo de la escalera, y el otro detrás con cara de buen samaritano. El Papa estaba por entonces ya mayor y apenas cruzaba palabra con nadie y se limitaba a una caricia, dejarse tocar la mano... hasta que llegó al Bramaputra. Alucinante: le abrazó, le acogió la cabeza en su pecho y le dio tres bendiciones. No una, no, ¡¡¡tres!!!. Nos quedamos todos a cuadros.

 

Por la noche, en la tertulia, le preguntamos el motivo de semejantes muestras de cariño y dedicación para con él. Y el tío, sin cortarse un pelo, nos contó “pues estaba yo viendo que se acercaba el Papa y pensaba en qué decirle y, en esto, que me fijo en el papel que nos dieron al entrar (un díptico donde estaba escrito el Ángelus, la Salve y alguna oración para seguir durante la ceremonia), y veo una frase que me gustó mucho “he aquí la esclava del Señor”, y me dije “pues le digo esto”. Y va el urco, coge la mano del Santo Padre y le dice así como muy dolido “he aquí el esclavo del Señor”.

 

El Papa, claro, un tipo que le dice que es el esclavo del Señor, con ese pedazo de vendaje y en silla de ruedas, debió de pensar que ese hombre tenía de todo: próstratra mórbida, cáncer terminal, anorexia nerviosa, microfimosis de Hopskins, alzheimer y almorranas... un retablo de dolores, un esclavo del cuerpo. Y le bendijo tres veces, le acogió en su seno y le consolólo como pudo. Así que para otra vez ya lo sabéis: uñero y silla de ruedas. Se moja fijo.

 

Don Gabriel Mernabo era un supernumerario con fama de santidad. Hombre muy bondadoso, muy entregado –era celador desde hacía muchos años- piadoso, con afán de almas, apostólico, generoso... La verdad es que es un gran tipo. Tenía un porrón de hijos, varios de ellos numerarios y numerarias, de los que se sentía muy orgulloso de su vocación. No tenía un no para nadie, y menos para la prelatura. Los hijos se habían hecho mayores y  cada uno había volado. Su chalet en las afueras de la ciudad se había hecho grande y siempre estaba disponible para cualquier actividad.

 

Un día una de sus hijas le pidió si podían disponer de la casa para una convivencia con chicas de san Rafael. Mernabo no puso inconveniente, excepto que él y su mujer debían de estar viviendo en ella también.

 

-¡ Guay! –dijo alegre su hija– asín verán como es nuestra familia... algunas de ellas no se han educado en un ambiente cristiano y sabrán contrastar. Les irá bien.

 

El primer día de convivencia fue una maravilla. Mernabo y su mujer daban gracias a Dios de poder colaborar en la labor apostólica de su hija preparando el desayuno, acompañándoles a Misa, rezando el Rosario en familia, cantando en las tertulias.

 

-         Tienes unos padres encantadores– comentaban las chicas. ¡¡¡Tu padre, sobretodo, se le ve  tan bueno!!!.

 

Mernabo tenía una sonrisa, unos gestos, que daban mucha paz.

 

El segundo día también fue perfecto... pero la madrugada del tercero Mernabo sintió que algo en su vientre no funcionaba. Le venían “rayadicas”, como si un gato le corriera de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, en su interior. Vamos, que se iba en mierda. Así que el buen hombre sale zingando de la habitación sprintando hasta el lavabo y, patapám: está ocupado por una de las niñas de la convivencia. Da unos suaves golpecitos - ¡toc, toc, toc!

 

 -¿Sííí? –contesta una voz angelical?.

 

-         Pejjjjdona ujjj – la voz de Mernabo, aunque quería aparentar dulzura, era tan patética como su situación -¿tienejjjjj para mucho ujjjjjjj?

-         Un momento, por favor.

 

Mernabo no disponía de ese momento, así que se dirige disparado al baño de la planta superior. También cerrado... toc, toc, toc. Otra niña angelical.

 

-         ¿Síííí? –susurra

-         Disculjjjjjpa aujjjjjj –la voz de Mernabo, por mucho que se esforzaba porque pareciera la de siempre, denotaba matices que hacían dudar de su salud mental y, por lo tanto, de que no sólo esa chica le abriera; nadie lo haría- ¿te falta aujjjjjj mucho para saliiiiiiiiijjchhhhh?”

-         Un ratito.

 

A Mernabo se le escapa, apenas le pueden quedar cuatro o cinco segundos de retención, así que baja zumbado al lavabo de abajo a ver si tiene suerte y está libre...¡¡¡horror!!!, está ocupado. Y ya, perdida toda esperanza, la paciencia y la presencia de ánimo, se pone a golpear la puerta a puñetazo limpio como una energúmeno mientras grita al mundo entero “¡¡¡ABREEEE, PUTAAAAA, ABREEEEEEEE!!!”, ante el acojone de la niñas, la hija, la mujer y la estampa del entonces beato Josemaría, que no daban crédito a lo que se oía y, sobretodo, veía.

 

Así fue.

 

Es cierto que podía haber puesto en práctica el consejo de Camino . ése que habla de “Bendito sea el OLOR, amado sea el OLOR, santificado sea el OLOR, glorificado sea el OLOR”, y haberse quedado allí, lleno de paz, como un torero. Pero eso es fácil de decir y difícil de hacer.

 

Ahora, cuando sus hijas  le hablan de convivencias, a Mernabo se le pone una caraaaaa.

 

Satur

 

Nota: Satur nos envía la foto que servirá de portada (o tapas) para la recopilación de su escrito “A quien pueda interesar”. En los próximos días estará en los Libros silenciados.

 







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=3456