De cómo te cae una vocación (sin saberlo).- M.J.
Fecha Friday, 05 November 2004
Tema 050. Proselitismo, vocación


DE CÓMO TE CAE UNA VOCACIÓN (SIN SABERLO)

M.J., 5 de noviembre de 2004



Yo fui una de esas tantas adolescentes que se encontró metida en un lugar donde no recordaba haber querido entrar.

Soy hija de supernumerarios; eso quiere decir que de pequeña mis padres me llevaron a un Club. Eso tenía sus ventajas; había actividades y manualidades, excursiones y cursos de verano (hoy puede no resultar fascinante, pero en aquellas épocas no había mucho donde elegir). Había un lugar donde una podía meterse a pintar (cosa difícil de encontrar en una casa de familia numerosa) y chicas mayores que yo, con las que en general me entendía mejor que con las de mi edad. Eso sí, de vez en cuando alguna me preguntaba ¿Cuántos años tienes?, y cuando yo decía: “doce” o “trece”, meneaban la cabeza y decían: “claro, es que pareces mayor”. En fin, el tiempo pasa y al fin llegué a los catorce...



Además, en fase religiosa; a los trece años, en un periodo de pasión por Darwin y los fósiles, yo había llegado a la conclusión de que lo de Adán y Eva era mentira y, por tanto, lo de Dios también; pero a los catorce estaba en plena mística romántica (la pubertad, entre otras cosas).

Por aquella época apareció M. Era estudiante de Bellas Artes, empezó a ir a buscarme a la salida del colegio, y nos hicimos amigas. De verdad que sí, que aparte del “proselitismo” M. era sinceramente mi amiga; a pesar de la diferencia de edad, las dos amábamos la pintura y la poesía, hablábamos el mismo lenguaje. Para mí, descubrir que había más gente como yo, que no era un bicho tan raro, realmente me abrió el mundo. La recuerdo con cariño y tristeza ¿qué habrá sido de ella?

M. era numeraria “de plantilla”. Me hice amiga también de dos adscritas, P. y A. Claro que yo no lo sabía. Lo que sabía es que eran gente de mi mundo, con las que podía hablar de cosas “importantes”; chicas que no estaban obsesionadas por lucir modelitos y pescar un novio, con las que ir de vinos por el casco antiguo, leer poesías… Siempre me había sentido fuera de lugar con las niñas de mi edad, y por fin encontraba a “mi gente”.

Pero no del todo. Algo había, que a mí me dejaba fuera. Por eso yo me esforzaba en hacer ver que era una de ellas, y cuando finalmente hice los catorce y medio, pitar fue lo más natural. En una excursión, durante una charla con P. , yo hice un comentario cómplice sobre algo que había dicho “el Padre”, y al día siguiente la Directora de la Casa me propuso la entrada.

No recuerdo cómo fue exactamente. Lo que si tengo claro es que no sabía dónde me estaba metiendo. Yo tenía la sensación de que aquello era algo así como las “Montañeras de Santa María”, algo a “tiempo parcial”. Desde luego, no elegí si quería ser numeraria o otra cosa; eso lo dieron por sentado, y fue después, poco a poco, cuando fui tomando conciencia de en qué consistía la vocación que habían elegido para mí.

Eso es lo que me parece más escandaloso de todo este montaje, montaje de secta pura y dura. No solo no es de recibo proponer una decisión de ese tipo a una niña de catorce años y medio, cuando ¿qué sabes del mundo y la vida? ¿cómo se puede elegir una vida de celibato a los catorce y medio? Es que ni siquiera te presentaban un panorama claro de a qué te estabas comprometiendo: hermosas y vagas palabras de entrega a Dios, de amor y generosidad. Amor a Dios en medio del mundo; no celibato, vivir en una casa de la Obra, sacrificar tu profesión, renunciar a tener amigas, a tener intimidad, a elegir tus libros. Amor y entrega, no religiosidad burocrática de normas a horas fijas, no cilicios y disciplinas, y control de la correspondencia, y dormir en tabla. Todo eso te lo van diciendo luego, poco a poco, (“el plano inclinado”), y te lo van sacando como lo más natural, como si tu lo hubieras sabido desde el principio, porque esa es la vocación que “tú” has elegido. Si en algún momento tienes alguna duda, es una tentación del demonio: sobre Fé, Pureza y Vocación, no hay que pensar, cualquier duda viene del demonio. Y tú, por muy precoz y muy lista que te creyeras, no eres más que una niña de catorce y medio, de quince, y cada vez estás más atrapada en la telaraña. Todavía hoy, treinta cinco años después, me admira que fuera capaz de salirme de ella.

Pero eso os lo contaré en otra ocasión







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