Reflexiones y algún consejo.- Aquilina
Fecha Sunday, 31 October 2004
Tema 040. Después de marcharse


Leìa ayer la intervenciòn de Julieta en la web y sentì la necesidad de compartir algunas reflexiones y, quizàs, de dar algùn consejo (que siempre se puede aceptar o no). Por lo que escribió Julieta en otro email suyo, los 23 años a los que alude no son los que ha transcurrido en la opus, sino que es la edad que tiene actualmente. Y me naciò una sonrisa, porque ese es un pensamiento muy "de anciana", y me parece una edad muy temprana (23 años) para sentir cierta desesperación por poder llenar un vacío sentimental.

Pero no es de esto de lo que quiero hablar, sino de otro argumento, relacionado con este, que ya saliò en el pasado de la web, pero que puede ser bueno profundizar porque, a lo mejor, puede ayudar Julieta a enfrentarse y resolver sus problemas. El asunto al que me refiero es la "educaciòn en la sinceridad" que recibimos en la obra y que tantos problemas nos causa después de la salida.

Ya una vez dije en esta página que la "educaciòn a la sinceridad" nos deja, a la salida, totalmente indefensos en la vida de cada dìa. El ex (numerari@, agregad@ o supernumerari@), si realmente luchò por encarnar el buen espiritu -cosa que segùn mi parecer es lo que ocurre en la mayorìa de los casos, al menos de los que acaban saliéndose- cuando ya se encuentra fuera del opus està totalmente indefenso frente a colegas de trabajo, amigos y hasta familiares. La ùnica reacciòn posible a cualquier pregunta es contestar francamente aunque esto pueda producir un daño, grave o leve, a su persona.

Por esta razòn quiero compartir algunos pensamientos acerca de la sinceridad, hechos a la luz del sentido comùn y de la experiencia personal, más que en un sentido filosófico y teologal.

Leì en un libro que me ayudò mucho en mi desarrollo, "La depresiòn y el cuerpo" de Lowen, que la capacidad de mentir cuando es necesario, es uno de los primeros mecanismos de defensa de su propio yo que aprende el niño en la vida social. Esto me hizo pensar. Me parecìa que habìa algo profundamente acertado en esta afirmaciòn, puesto que experimentaba en mi misma cómo esta incapacidad que tenìa de decir algo distinto de la verdad, no solo con las palabras que pronunciaba, sino con mi lenguaje no verbal (la cara que ponìa frente a una situaciòn que me afectaba, la emociòn que no conseguìa ocultar, la verbosidad al contestar a una pregunta descendiendo a detalles innecesarios, etc.), me ponìa a menudo a merced de las personas con las que me enfrentaba, y que no siempre tenìan buenas disposiciones hacia mì.

No obstante, aunque me pareciera que hubiera cierta verdad en esta afirmaciòn, al mismo tiempo parecìa contradecir la indicaciòn moral: "no mentiràs", que en la religiòn en la que continuo reconociendome es un Mandamento, y que en todo caso parece ser indispensable para intentar fundar una convivencia civil honrada.

Pero tiempo después alguien, creo que otra vez un libro, pero ni me acuerdo ya cual, me hizo notar que ese Mandamiento no dice exactamente "no mentiràs", sino "no diràs falso testimonio", algo asì como si la mentira empieza a ser radicalmente mala cuando afecta la fama y el bienestar de alguien. Mentir es radicalmente malo cuando, mintiendo, hago daño a alguna persona afirmando falsamente algo que no es cierto. No en otros casos, y principalmente cuando una mentira me permite poner una muralla defensiva entre quien quiere hacerme daño y yo.

Empecé a tomar en consideraciòn la posibilidad de utilizar alguna vez la mentira para volverme màs fuerte en situaciones criticas de mi vida social, y después de algunas tentativas, me di cuenta de otra cosa: ¡yo no sabìa mentir, yo no lograba mentir!

Poco a poco, reflexionando acerca de este asunto, empecé a darme cuenta de que mi sinceridad no era, por lo tanto, una virtud (cosa que yo pensaba que sí era). Toda virtud, efectivamente, por ser un acto superlativamente humano, no puede sino fundamentarse en una honda libertad. Yo no era libre de no mentir, por lo tanto -asì empecé a bromear sobre mi misma hablando con algùn amigo o amiga- yo no era virtuosamente sincera, sino neuroticamente sincera. Yo era sincera no como manifestaciòn de maxima libertad, sino como compulsiòn ineludible.

Y a este punto de mi vida acepté que no solo era posible pactar con la mentira en mi vida, sino que era necesario. Necesario es adquirir la "habilidad" en mentir para llegar a dos cosas: la primera, utilizar la mentira cuando las circunstancias me sugerieran que en cierta momento era prudente hacerlo; la segunda, para adquirir la libertad interior que me permitiera ser "libremente sincera" cuando mi conciencia me sugiere que esto lo requieren las circunstancias.

De este descubrimiento salen otros dos corolarios, también importantes en la vida de relaciòn y también, creo, en la vida afectiva: yo tengo el deber hacia mi misma, ademàs del derecho, de guardar para mì ciertas circunstancias de mi vida, actual y pasada, que por cualquier razòn entienda que no son para compartir, al menos de inmediato. En consecuencia, tengo que reconocerle el mismo derecho a quien se relaciona conmigo.

Si no defiendo este derecho en lo que se refiere a mì, hay que preguntarme si soy una persona realmente madura, alguien que tiene una relaciòn de amor no por necesidad sino por sobreabundancia de energìa vital que me lleva a rebosar mi interioridad, mi intimidad, con otra persona que me parece amable y que me polariza. Tengo que preguntarme si realmente "me poseo" para poderme entregar en una fusiòn que no tiene que ser un anonadamiento. Si no defiendo este derecho por lo que se refiere a los demàs, yo estoy manipulando a la otra persona, utilizándola como un medio y no como un fin, cualesquiera que sean las apariencias de bondad y de generosidad que puedan tener mis sentimientos hacia ella.

Cuando leo en el mensaje de Julieta: "Otra cosa que destaco, es que al conocer a un chico y empezar los primeros pasos de una relación enseguida aparecen las preguntas: ¿cómo nunca tuviste novio?, ¿estuviste 23 años en un taper?, etc. A lo que en general, surge una explicación pseudo teológica de lo que es la Cosa, y qué hice yo ahí toda mi adolescencia y juventud"... me nace sugerirle que se haga un poco la misteriosa, que diga y no diga, que haga entender que tuvo una historia que no acabò bien y de la que no le gusta aùn hablar... Ninguna de estas cosas es una verdadera mentira: màs bien, es un no necesitar contarlo todo y enseguida, sobre su propia biografía. Ademàs tiene la ventaja de cierto misterio, que aumenta un aura de seducciòn que ayuda, en estos momentos ;-). También ayuda darse cuenta que, sin haber "pitado", muchos otros también tienen problemas de no haber tenido pareja: por haber estudiado demasiado, por una familia especialmente severa, por tantas razones. Entregarse poco a poco, dándole tiempo al otro a que se encariñe con lo que somos hasta quitar importancia a lo que nos pasò; con libertad interior para decidir "qué" contar y "cuándo" contarlo, y sabiendo exigir que el otro respete nuestros ritmos y nuestras exigencias.

Ademàs hay que saber escucharse a sì misma. Cuando "Julieta dice:

1) "Creo qué es muy pronto para iniciar una relación,
2) "Estás seguro de que podés lidiar con mi pasado"
3)"No quiero que me lastimes, no quiero volver a pasar lo que ya pasé al salir de la Cosa"

son razonamientos que tienen su lógica.

A lo mejor dos años y pico pueden ser aùn pocos para iniciar una relaciòn, y no porque haya un tiempo determinado, sino porque tú misma de alguna manera, detectas que algo debe acabar de madurar dentro de ti. Esto no quiere decir que te vas a cerrar a toda forma de vida sentimental, sino que debes aprender a ser màs "frivola", màs espontánea en tus relaciones con el otro sexo, sin estar perennemente en la actitud de Susanita, a la busqueda de una pareja. Yo creo que si hicieramos una encuesta entre ex con cierta "ancianidad" y experiencia, la mayorìa votarìa por aplazar la época de los compromisos afectivos después de la salida. Muchos errores dependen de la prisa por recobrar el tiempo perdido sin habernos reconstruido suficientemente. Lo que sucede es que no nos atrevemos a reconocerlo porque nos damos cuenta que no se escarmienta en cabeza ajena... y nosotros fuimos los primeros en cometer estos errores.

Pero si se opta por esta soluciòn, también es màs facil resolver el segundo "tic" porque el pasado se va metabolizando y deja un rastro meno contundente.

Respecto al ùltimo "tic" el miedo a sufrir no depende de nuestro paso por el opus: es algo que cada cual tiene que asumir en su vida, si quiere vivir con plenitud. La opciòn alternativa es vivir en un invernadero, intentando no sufrir pero teniendo como ùnica seguridad que tampco se va a gozar.

Respecto a las marcas del cilicio, no te preocupes que muy pronto se veràn borradas por otras marcas que la vida deja en nuestros cuerpos, y ademàs te desafío a encontar a un hombre que se dé cuenta de ello. Tus ojos ven esas marcas tan evidentes porque es tu alma la que aùn no superado del todo lo que esas marcas del cilicio significan para tì, pero si sigues en tu labor de reconstrucciòn de ti misma, pronto te vas a olvidar de ellas y ya no las veràs.

Gracias a tod@s las que participan en esta web, activa y pasivamente, y ùn màs gracias a los Orejas que dirigen el trafico.

Besos cariñosos desde Italia de

Aquilina









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