Qué lamentable... y qué estupendo.- Fede
Fecha Tuesday, 21 October 2003
Tema 130. Agradecimientos, felicitaciones


QUÉ LAMENTABLE... Y QUÉ ESTUPENDO

Enviado por Fede el 21 de octubre de 2003

En general, basta con leer la correspondencia unas horas para apreciar que aquí predominan la alegría, el buen humor y un maduro y acendrado amor a Dios y a su Iglesia. Eso sólo puede inspirarlo Dios, así que las personas que están detrás de este sitio necesariamente han de ser sus amigos: amigos de Dios. Casi todo lo que publicáis y vuestra voluntad con obras de ayudar a quienes se plantean dejar la Obra contrasta con la vida de miles de sus miembros que siguen rezando en un pedestal o como el publicano, que recorren el cielo y la tierra para ganar un prosélito y luego lo machacan, que sólo ven almas y no personas, que aún no han encontrado a Dios ni tienen visos de encontrarle por estar muy pagados de sí mismos y que andan podridos por dentro y bien blanqueados por fuera.

Toda esta energía que dedicáis a destacar las sombras de una institución de la Iglesia para que sea vea que no es oro todo lo que reluce, que no todo es "Dei" en el "Opus", y que sirva de "aviso para navegantes", deja traslucir una enorme fe en Jesucristo y en su Iglesia. Es patente que sólo os mueve un inmenso amor, como demuestra tanta maledicencia como arrostráis con una sonrisa y, por supuesto, el haberos expuesto a laudos más arbitrarios que arbitrales, mientras se redirecciona vuestro sitio hacia páginas pornográficas o se os clasifica entre ellas.

Seguiré rezando por vosotros, para que sigáis con este sitio que tanto bien hace a tantísimas personas. Y también lo hago por quienes no os entienden, para que se les abran los ojos y vean. Y seguiré ofreciendo penitencias en desagravio y expiación por todo el mal que ha hecho y hace el Opus Dei en su concreta materialización histórica, empezando por el infligido a los propios miembros de la Prelatura. Me inmolaré en amor a Jesucristo y a su Iglesia en servicio a mis hermanos y, expresamente, hermanas; hablaré en lo sucesivo siempre bien de Dios y no utilizaré su nombre en vano, y, sobre todo, no callaré lo malo del Opus Dei, para que nadie pueda decir que fui cómplice de sus desmanes con mi silencio.

No callé dentro (y por eso me prohibieron acercarme a un centro de estudios, el Colegio Mayor Almonte de Sevilla, donde "salvé de la quema" a dos "numeraritos" que, palabra, se me habían abierto en confidencia en un descanso de un partido de baloncesto y me habían dicho que, sabiendo que yo estaba dispensado entonces de vivir en un centro, querían saber qué era eso y qué tenían que hacer para dejar el centro de estudios y la Obra, porque veían que no encajaban y tenían miedo de los directores, de quienes ya habían recibido, al manifestar sus dudas, uno amenazas y el otro burlas); no callé dentro, digo, y no quiero callar fuera.

Soy ex-numerario (Padre Pedro, va por usted), y empiezo a estar harto de cómo los directores del Opus manipulan arteramente a unos y otros para que, sin haber leído nada del sitio y pretendiendo haber llegado aquí por error o casualidad, intenten "contrarrestar con buena doctrina" las verdades como puños que relatamos todos cuantos, gracias a Dios, nos fuimos. Que sepan esos ingenuos adalides de la Obra que, el día que no sirvan o no encajen en la camisa de fuerza que les querrán vender como traje muy secular, se exponen a recibir el trato dispensado a tantas y tantos: el equivalente a una patada y, si te he visto, no me acuerdo.

O un portazo físico en las narices, como me hizo a mí un miembro de la dirección de un centro que trabajaba en la Delegación de Sevilla y que se ve que conoció "de oficio" que yo había solicitado la dispensa de los compromisos adquiridos al "hacer la fidelidad", y, perteneciendo yo aún formalmente a la institución por no haber recibido la dispensa, al ir a ese centro ("Plaza de Cuba") por motivos exclusivamente profesionales (para retocar con otro numerario un artículo conjunto para un proyecto de investigación), al abrirme ese "oficial de delegación" la puerta, me gritó ante todos y sin soltar el pomo: "¡¡Traidor, infiel!! ¡¡Hijo de puta, fuera de aquí, que sólo vienes a joder!!" Y cerró con fuerza la puerta, golpeándome en la cara y en la frente. Hacía apenas una semana que yo había escrito la carta de "despitaje" (que me hicieron repetir, ¡manda huevos!, por decir cosas que "no eran de buen espíritu", lo que me movió a adjuntar unas páginas exponiendo los motivos por los que me encontraba en tal tesitura, y que algún día publicaré). Por supuesto, esa persona, de tan buena educación, máster incluido, jamás se disculpó. Y yo, lo juro, movido de tanto amor y espíritu de reparación como el dolor y rabia que sentía, mientras se me saltaban las lágrimas bajando las escaleras, ofrecí ese mismo dolor y humillación por la Obra y sus directores, para que siempre fuesen de verdad "opus dei". (Si es que manda huevos la cosa; y, encima, yo seguía, según uno de los directores de la Delegación, sin tener "rectitud de intención"...)

Que sepan esos ingenuos adalides de la Obra (Berenice, va por ti, si es que además de escribir lees algo de lo que aquí se dice) que si, Dios no lo quiera, algún día la Obra o sus directores les tratan como a mí me maltrató ese iluminado, en este sitio tendrán, al menos, a uno dispuesto a prestarles acogida, consuelo y ayuda, en lo que de mi mano esté. (Que recuerde, en esos momentos sólo dos personas me acogieron, consolaron y ayudaron de corazón, y jamás podré agradecérselo bastante: Jacinto Choza y José Luis Murga.)





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