Para Amapola -ex numeraria auxiliar- de ex-supernumeraria.- Tibete
Fecha Monday, 18 October 2004
Tema 077. Numerarias auxiliares


(Nota: Traducción del correo de Tibete a Amapola del pasado 15 de octubre. Las gracias a Daniel.)

¡Amapola, te quiero mucho!

Yo fui una supernumeraria muy joven. Estarás pensando: "¿qué me querrá decir esta criatura?" ¡Pues nada nuevo! Solo quiero decir que te admiro, y a todas las numerarias auxiliares que aun pertenecen a la Obra. Te admiro, Amapola, porque tuviste la fortaleza y coraje de salir, y la voluntad y sinceridad de compartir tu experiencia. Por todo ello, ¡gracias!

Quiero añadir algo a tu mensaje del 4 de octubre: Amapola, el proceso de reconstrucción personal es (y fue) doloroso para todos nosotros. Yo fui supernumeraria, y solamente ahora, después de 20 años de mi salida, hablo más o menos abiertamente del asunto. Mi historia no es nada comparada con la tuya, o con la de la mayoría de las personas que escriben en este website (situación que, debo confesarte, me inhibe inmensamente. Tal como escribiste, algunos escriben tan bien, que me quedo paralizada).

Mientras fui del Opus Dei, tuve contactos con numerarias auxiliares. Pienso que eso fue parte de mi formación. Yo era una supernumeraria no casada, que en un futuro tendría un hogar; ese hogar debía ser en ejemplo "opusino": padre, madre, hijos y yo entregada al Opus Dei. Con todo, independientemente de lo que me habían instruído, para mí, las numerarias auxiliares, mis "hermanas pequeñas", eran las MAYORES de la Casa. ¡Mayores que las numerarias, que ya eran muy grandes!

Siempre me cuestioné cómo era posible que existieran personas que se hicieran servidoras de otras para toda la vida. Para mí, esas personas eran las más santas de todas, a las que yo admiraba extasiada.

Una de las cosas que recuerdo, fue que en el momento de mi salida de Casa, no tuve ninguna numeraria auxiliar que me acompañara a la puerta. No digo esto por un sentimiento de falta de atención, sino por la falta de una compañía de complicidad, de entendimiento mutuo… entre mí y las numerarias auxiliares de aquella casa… que antes podía existir, pero… como Amapola describe, no era consentido… percibo yo ahora, después de leer lo que relatas, Amapola.

Yo tenía unos 16 o 17 años, recién pitada, cuando me pidieron que diera lecciones de Geografía a las numerarias auxiliares, con objetivo de prepararlas para los exámenes nacionales de 9º grado (no recuerdo con precisión el momento de esta historia). ¡Acertaste!: por supuesto, fui presentada como un objeto adquirido. Lo peor vino cuando hablé a mis padres de lo que iba a hacer. Según ellos, sería explotada. Lo comenté en la charla fraterna… y menuda bronca me cayó. Lo recuerdo bien, porque me sentó como jarro de agua fría. Me pagaban 20 escudos/hora. Vean lo ridículo de la cantidad, incluso siendo en el año 1976, o 77 o 78, no estoy segura.

Pasé entonces a frecuentar un centro de numerarias auxiliares, en la calle Juan Crisóstomo. Me parece que se llamaba "Miralar", pero no tengo certeza. De esta experiencia hay varios aspectos que me marcaron, pero nunca me di cuenta de ellos antes de leer el relato de Amapola. Entre esos aspectos, están los siguientes:

- Nunca había gente en el oratorio: entre planchar y usar las disciplinas estaban siempre ocupadas.
- Empecé a asistir a misa diaria allí, pero me sentía avergonzada. Estaba tan a disgusto, que el cura se dio cuenta. Le dije que oiría misa en otro sitio.
- Durante mis clases de Geografía, que yo hacía todo para que fueran amenas, las numerarias auxiliares DORMÍAN.

Sentía su cansancio, y sólo las despertaba al finalizar la sesión. Había otras que me atendían durante todo el rato. (Por los relatos de Amapola, debían de ser las que todavía no eran de Casa).

Sirva este mensaje para decir a Amapola:

Lo que viviste y aquello a lo que sobreviviste, han hecho de ti una gran mujer. ¡Ten confianza, porque tú eres LA MAYOR!

Déjame abrazarte con aquel abrazo que no tuve al salir de Casa; un abrazo de "complicidad" porque ambas vamos a salir.

Tibete







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