Contestación a Carlos F.- José Carlos
Fecha Friday, 15 October 2004
Tema 900. Sin clasificar


Querido Carlos F. (3-X):

Me pediste que te contestara, y lo vuelvo a hacer con mucho gusto. Por lo extenso de tus preguntas voy a tratar de ir directamente al grano, pero me va a ser imposible ser lo conciso que quisiera. Me lo he reflexionado bien y te digo lo que sinceramente pienso: no sería coherente si lo hiciera de otra manera. Ahí va.

La obediencia. Has identificado en mi habla esos giros de expresión, muy de la Obra, que se han integrado en mi forma de expresarme. En el Opus Dei se nos explica que la orden más fuerte es un "por favor", y ahí me tienes escribiendo "se les puede pedir", "se les anima", "se dan consejos". La verdad es que esto concierne a la formas, no al fondo: en el fondo, son verdaderos mandatos, aunque se expresen con delicadeza.

Si son mandatos, ¿tienen la autoridad legítima para mandar? Aquí hay que distinguir entre lo que puede mandar un obispo a sus feligreses, por ejemplo, y lo que puede mandar un superior de una orden religiosa o un director del Opus Dei a los miembros de su institución. Cuando uno entra en la Obra pone enteras áreas de su vida, sobre las que como católico corriente y moliente retenía libre autonomía, al servicio de su nueva vocación. Pongamos por caso, por no discutir, que lo hace libremente: se compromete, pues, a vivir lo mejor que pueda el espíritu de la Obra en todas sus facetas.

Ya me referí, en mi anterior escrito de controvertida memoria, a cómo ese "vivir el espíritu de la Obra" - sobre todo para los numerarios - abarca numerosos aspectos de su existencia, incluso los que se supone que deberían mantenerse al margen; porque siempre se pueden encontrar razones apostólicas o de vida de familia que aconsejen ciertas pautas de conducta.

Sobre si desobedecer es ofensa a Dios: creo que depende de la gravedad del asunto. En cuanto a comprarse una prenda de ropa cualquiera o tomarse un pacharán, yo nunca le di mayor trascendencia, y no te van a echar de la Obra por eso; pero si a alguien se le dice que asista a los medios de formación y se niega repetidamente, no está viviendo algo clave a lo que se comprometió. Mucho depende de las disposiciones de la persona: la misma "tertulia pirata" (tertulia fuera del horario establecido, generalmente por la noche, entre gente a la que le va la juerga) puede ser un acto de virtud para el que lo hace por hacer felices a los demás, o un acto menos virtuoso para otro que prefiere pasarlo guay excluyendo de su compañía a quienes no le caen bien.

Mi experiencia es que cuando te mandan cosas que afectan profundamente a tu vida (por ejemplo, dedicarse a labores internas o trasladarse a otro país), se suele dejar más espacio a la libertad de la persona. En mi caso, se cercioraron repetidamente de que yo me quería quedar en Estados Unidos, sin orientarme en una dirección u otra e insistiendo que era decisión mía, y que no era "de mal espíritu" decir que no. Pero como se insiste en los medios de formación que un numerario ha de estar disponible para lo que sea, creo que subconscientemente si estás "en buen plan" siempre tienes el impulso de acceder a lo que se te propone.

La dirección espiritual. El que se reciba "in actu" (ver Vademecum de los Conselos Locales, p. 63) y no por parte de una persona determinada es algo tan característico del Opus Dei y tan explicado en la formación inicial, que me sorprendería que la Santa Sede no estuviera al tanto de ello, pero no te sé decir con certeza porque no trabajo en el Dicasterio de marras. Como mínimo, todos los numerarios que reciben confidencias (en USA, casi todos) conocen la práctica. Estoy de acuerdo con que se debería explicitar claramente cuando alguien pide la admisión en la Obra, o antes. El sujeto, al hacerse del Opus Dei - pongamos por caso que libremente, por no discutir -, libremente pondría esa esfera de su intimidad en manos de los directores. Si nadie le obliga hacerse del Opus Dei, nadie le obliga a revelar cosas de su interior en ese modelo de dirección espiritual. De ahí que sea fundamental salvaguardar la libertad absoluta del candidato en cada paso de incorporación. Los pasos jurídicos y los medios para que así sea existen.

La información obtenida en la dirección espiritual es algo delicadísimo, un tesoro precioso, una frágil filigrana de cristal. En manos de los hombres, a veces se afea y quiebra. Cuando esto ocurre, la confianza lógicamente puede desmoronarse. Creo que has identificado un posible problema: que el gobierno y la tarea de dirección espiritual corra a cargo de las mismas personas (es como si no hubiera la separación de poderes que vemos en el ámbito político democrático). Es muy difícil mantener esa información al margen de decisiones fundamentales para la vida del interesado, como su lugar de trabajo o de vivienda. Han de concurrir mucha caridad, mucha experiencia, mucha prudencia y mucha santidad por parte de todos para que este aspecto se viva con el suficiente respeto a la dignidad de cada persona en todo momento. La intención ahí está; la realidad puede ser otra.

La idoneidad. Está previsto que una persona no pueda hacer la incorporación definitiva (la fidelidad) hasta los 23 años. La primera incorporación temporal (la oblación) no puede ocurrir antes de los 18. Desde los 14 y medio, un candidato puede empezar a vivir todos los aspectos que la entrega de numerario comporta (primero como aspirante, y desde los 16 y medio habiendo pedido la admisión). En esa etapa, aunque los pasos de incorporación contengan importantes repercusiones jurídicas y el interesado mantenga el derecho a no renovar el contrato, en realidad uno vive pensando que ha recibido una vocación perpetua. Es frecuente que la falta de idoneidad se manifieste en esos años, y yo mismo he visto a directores y candidatos que han llegado a esa conclusión de mutuo acuerdo y con cordialidad.

Confesarse con sacerdotes ajenos al Opus Dei. No es pecado, porque la Iglesia así lo dice. Me imagino que dependiendo de las intenciones o disposición del individuo, en algún caso podría ser una falta de algo (de humildad, de sencillez, de confianza). De todas maneras, hay situaciones en las que me parece fundamental poder buscar un punto de vista distinto, con tal que provenga de una persona prudente con probada vida interior y fidelidad al magisterio. Pero nunca he visto en la Obra que se le aconseje a alguien que así lo haga. Tu comparación de la madre y la hermana del chico en bicicleta es muy acertada.

Los menores de edad. Yo ya he dicho que opino que cuando un menor de edad está considerando su vocación al Opus Dei, sus padres deben estar al tanto de su decisión. Así lo he visto vivido siempre en Estados Unidos. Hace ventitantos años en España, a mí se me indicó que no lo hiciera: me parece mal. A los padres se les debe explicar todo, porque a ellos corresponde velar por la seguridad de su hijo, como estás haciendo tú. De todas maneras, en la práctica puedo entrever una situación en la que a un chico se le aconseje no enzarzarse en discusiones con sus padres por mantener la paz familiar, y que eso se interprete - por parte del chico o por parte de los padres - como el no querer hablar de cosas que los padres desean conocer.

La correspondencia. Es uno de esos temas a los que no les di la menor importancia. Aquí en USA tienen un sano despego de ciertos criterios variables (la famosa "manga ancha"). Lo que esté escrito en un vademécum o unas glosas son indicaciones que se aplican en cada sitio con la prudencia de los que mandan, me parece a mí, sin que sean los Diez Mil Mandamientos Esculpidos en las Tablas de la Ley. Recuerdo la primera carta que escribí a un amigo desde mi primer curso anual (Aldebarán 1981): no sabía todavía lo de la correspondencia y la mandé cerrada, y en ese caso me hubiera gustado que la leyera antes el director porque ¡le dije unas burradas! Luego, cuando me tocó ser director, no me acuerdo de leer casi nada que no estuviera dirigido a mí.

La amistad. Puntualizo: sí se pueden compartir intimidades con amigos de fuera de la Obra, porque como tú dices la confidencia es bidireccional. Pero no se comparten con miembros de la Obra, por no desarrollar las "amistades particulares." Lo de no escribirse con otros miembros, yo lo hice pero creo que no estaba bien visto: si tú has vivido en un centro con diez personas, y te mudas y sólo le escribes a uno en particular, demuestras preferencia por él; aparte de que terminas conociendo a multitud de numerarios y no te podrías corresponder con todos. Esto me costó mucho, por ejemplo, cuando tenía amigos míos que terminaron haciéndose de la Obra y luego nos separamos: en teoría les podía escribir antes de que lo fueran pero no después. Yo no lo llevé a rajatabla.

La vida de los numerarios. Quién soy yo, después de explicar por qué me fui, para decir si es natural o no, si te cohíbe o te realiza. Yo he visto a numerarios con muchos años en el Opus Dei realizados y verdaderamente felices. En general, suelen ser personas sencillas, trabajadoras, alegres, desprendidas, que no se toman las cosas por la tremenda y a quienes por su personalidad, por sus experiencias o por su vida interior no les cuesta ese estilo de vida. También he visto a muchos - asimismo personas buenas - para quienes la vida de numerario suponía un obstáculo insuperable, que les quitaba la paz y les impedía desarrollarse sanamente como cristianos: yo mismo he facilitado la salida de algunos, y he visto cómo la gran mayoría se despedían amigablemente.

Y también he visto (y leído) a este otro grupo, no menos nutrido, de personas -también buenas - que comenzaron con los mismos deseos e ideales que los demás; que con idéntica generosidad y recta intención dijeron que sí a Dios y sacrificaron lo indecible; y que tras confrontar lo que para ellos fue una desilusión brutal y un cruel desengaño ahora sufren, mientras intentan recomponerse y rehacer su vida. Algunos han perdido la fe. Sus testimonios y sus experiencias han de darnos pausa (además del profundo dolor que me causan): no sólo a ti y a mí, también a los directores de la Obra y a las autoridades de la Iglesia. Pero para que esto ocurra, pienso que han de coincidir un conjunto de circunstancias que requieren otro enfoque.

El ejemplo que das al final de la mujer que le exige a tu hijo todo lo que la Obra le exigiría no es adecuado, porque la esfera que uno entrega en una vocación eclesial es distinta de la que entrega en el matrimonio. Mi mujer tiene todo derecho a mi tiempo, a mi atención, a mi cariño, a mis energías por contribuir a su sustento, a mi esfuerzo por construir nuestro hogar, a mis sonrisas, a mi corazón, a mi comprensión, a mis bienes, a mi cuerpo, a mi paternidad; pero no tiene por qué indicarme cómo rezar, cómo santificar mi trabajo o con quién hacer apostolado de amistad. Eso es parte de mi propia autonomía como persona singular, que por razones sobrenaturales yo puedo poner libremente bajo la jurisdicción de otra persona o institución.

Total: que como te decía en mi correo anterior, todo depende de si uno verdaderamente cree (1) que el Opus Dei es una institución válida de la Iglesia como otra cualquiera, aprobada y reconocida por las autoridades competentes; (2) que Dios puede llamar a alguien a seguirle por ese camino; y (3) que Dios puede valerse de los directores del Opus Dei para ayudar a esa persona a santificarse. Si un padre no está convencido de que estas tres cosas son posibles, no tiene ningún sentido dejar que tu hijo se arriesgue de esa forma.

Pero al contrario, si uno admite que todo eso puede ser verdad, podrá opinar que hay materias del Opus Dei que requieren estudio y posible corrección, como en cualquier organización formada por seres humanos; pero también admitirá que si Dios está por medio, se puede confiar en que Él proveerá y que nunca nos abandona. De eso tengo una certeza absoluta.

Bueno, no sé si esto te ayudará o no. Tampoco sé de dónde eres, pero te reitero la invitación a conversar en privado electrónicamente, o si lo necesitas y prefieres, yo paso por Madrid el martes que viene (19-X) de camino a un congreso; es una estancia relámpago en varias ciudades de mi España querida, pero no me importaría charlar un rato.

Un abrazo y mucha suerte,
José Carlos


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A María Cristina (13-X): Me ha sobrecogido tu relato: te agradezco tu preocupación por mí y tus consejos. Gracias a Dios, nuestra vida conyugal parece ser muy distinta de las duras experiencias que te tocó vivir, y creo que mi querida mujer te diría lo mismo. Somos muy felices, y nos lo decimos con frecuencia. Lo que no entiendo, por no ser canonista, es cómo un matrimonio puede ser inválido para uno y válido para otra: si es inválido debería ser inválido en sí mismo para ambos ¿no? Pero mira qué bien, te casaste en una Iglesia que reza al mismo Dios y cree en el mismo Jesucristo.

A Daniel (13-X): También te agradezco a ti tu preocupación por mi salud psicológica, y lo que dices me hace pensar. Ya me pasarás factura (¿es tu
trabajo, no?) :)

A Sagimar (13-X): Totalmente de acuerdo contigo. Hay temas mucho más interesantes que el dedicar un segundo de atención a mi persona: pero yo no controlo lo que publican unos y otros.

A gpa (13-X): Sí que me gustaría entablar contacto contigo, aunque no te he localizado. Parece mentira que todavía te acuerdes de esa pandilla después de tantos años. ¡Qué bien lo pasamos! ¿Te acuerdas de la que "ni se ve ni se oye"? Para los que no estaban en Aldebarán, era una chica joven que hacía la limpieza de la finca, y se quedaba de palique, escoba en mano, con los numeraritos recién estrenados, pasando totalmente de las "Regulae Internae pro Administrationibus", muy a pesar del sofoco de los gerifaltes de turno. Hurgando en ese baúl de los recuerdos yo también descubro cosas de otros que se me habían quedado cristalizadas en alguna recóndita neurona. Para mí, es señal que lo que hacemos y decimos siempre impacta a los que nos rodean, aunque no nos demos cuenta.

Un abrazo a todos,
José Carlos







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