El bien, el mal y la familia.- Daniel
Fecha Wednesday, 13 October 2004
Tema 900. Sin clasificar


EL BIEN, EL MAL Y LA FAMILIA

Saludos, gente variada:

Poco a poco se ha ido calentando el ambiente, hasta que se les ha puesto a los orejas entre la espada y la pared por el asunto de seguir publicando las cartas de aquél al que denominé "supercooperario auxiliar".

Este vocablo debería ser incluido en la terminología opusina oficial, porque hablar de los ex de buen espíritu, para empezar, no refleja todas las cualidades de esta clase de personajes, y, sobre todo, no suena bien eso de "ex de buen espíritu", le falta el toque tecnicista-elitista.

Se ha producido una polarización muy fuerte de los que quieren que JC siga publicando, y los que no, pero posteriormente, esa firme separación de lo que debe ser y lo que no... se ha diluido un poco, hasta el punto que se ha sugerido a los orejas, como ya hizo una colaboradora-escritora-lectora, que habiliten otro espacio virtual informático para JC y sus secuaces, de modo que sus pensamientos reflejados en la pantalla, no perturben la lectura (y las tripas) de los que sienten sus cartas cual rejalgar en boca.

Vaya, vaya, ¡ya no está tan claro eso del bien y del mal!; ya no tenemos tanta seguridad de cuándo una cosa está bien o está mal.

Me gusta.

Pero aun hay quien lo tiene muy claro, y eso es peligroso; la vida familiar nos lo enseña continuamente, al menos a mí.

Cuando digo "vida familiar", me refiero a lo que sucede en una familia al estilo de aquellas películas de Paco Martínez Soria, en las que el padre soñaba que el Cielo era un gran espacio silencioso; la madre, lo mismo; los niños, una casa grande donde poder gritar y meter cabras y gallinas sin ser recriminados.

Si hablo de tertulias, no me refiero a ratos de conversación sobre la última carta del Padre, o la lista de pitables (yo los llamaba "puteables", pero nunca lo dije), o lo bien que suena el motor del nuevo coche del Centro... para acabar en "per signum crucis..."

La tertulia verdaderamente familiar, es algo espontáneo, vigoroso y enriquecido con la gracia natural del crecimiento infantil:

- ¡A mí no me miréis, que ya sabéis que mis pedos no huelen!

... o bien:

- ¡No, no, si nos dirás que tus pedos no huelen... pero asustan!

Cierto día entró a la cocina, por vía aérea, un mosquito de esos grandotes, patudos y torpones, que asustan más que otras cosas, también aéreas.

He aquí, que niño de doce años que mide casi metro ochenta, el muy capullo, detecta intruso perfectamente identificado (pobre y despistado mosquito) en la sala donde habitualmente plancho, friego y a veces estudio, discuto, lloro (como hoy), hago los deberes con hijitos putativos, preparo la comida, río, plancho, escribo cartas a mano, hago como que me despierto por las mañanas, plancho, bebo agüita fresquita, plancho...

He aquí, que niña de diez años, robusta, alta y vivaracha, detecta intruso también: bicho malo que pica, porque mamá me lo ha dicho.

He aquí que habíamos cenado, y el reloj marcaba una hora más intempestiva e indecentemente adelantada de lo que nos habría gustado ver en esos momentos; el cansancio se notaba en todos; me tocaba fregar, para realizarme y dormir con la conciencia tranquila.

A pesar del cansancio, los principios de cada uno estaban muy claros: protección del débil. ¿Pero quién era el débil o desvalido en esos momentos?

Para niño de metro ochenta, el desvalido era: mosquito tonto que no sabía salir por donde había entrado.

Para niña decidida: diligente fregador y cuidador de la familia, esta vez en peligro de ser vilmente atacado por bestia mutante voladora infecta.

Diligente fregador, había salido de la cocina para usar el ordenador antes de disponerse a la labor del "fregue"; desde lejos oía y observaba:

Niño entra a cocina, apaga luz y abre ventana todo lo que puede.

Acto seguido, a espaldas de protector de mosquito, entra niña cual "Xena, princesa guerrera" y hombre de Harrilson, enciende luz, localiza mosquito... (terribles escenas que no me atrevo a relatar, no sea que no me las vayan a publicar)... apaga luz, sale de cocina, cierra puerta (pof).

Cierro ordenador... voy a fregar... niño me acompaña mosqueado... encendemos luz, y vemos mosquito despatarrado en suelo; algunas patas separadas de cuerpo; sangre.

Niño sale corriendo hacia dormitorio de hermana.

Hermana sale tiritando de dormitorio temiendo resurrección de mosquito y esperando "congratuleisions", al mismo tiempo.

- ¿Qué pasa?

Niño da manotazo con mano izquierda a niña en hombro derecho, con la suficiente agresividad para que ella se sienta castigada, pero con la suficiente delicadeza como para poder decir en caso de reprimenda: "si sólo le he dado un toque..."

- ¡Tonta, gilipollas!, ¿para qué matas al mosquito?

Niña a medio llorar:

- ¡Imbécil!, ¿por qué me pegas?

Todo fue muy rápido. ¿Qué hice?

- ¿Qué hacéis aquí discutiendo a estas horas de la noche?, cada uno a su cuarto y adormir los dos.

¿Cuál de los dos hizo bien?, ¿cuál de los dos hizo mal?, ¿hice yo mal?

¿Podemos seguir estando seguros de nuestras decisiones y juicios como cuando teníamos un criterio tan "perfecto"?

¿Hemos adquirido suficiente madurez como para ponernos siempre en el lugar del otro antes de emitir un juicio o una acción derivada de una opinión?

Daniel







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=3169