Hay que ver en los directores al mismo Dios. Para Carlos F.- Jorge
Fecha Monday, 27 September 2004
Tema 060. Libertad, coacción, control


Estimado Carlos F.:

Continúo facilitándote textos internos para que tengas elementos de juicio. Antes aclaro que por cuestiones de espacio no podría transcribir todos los textos, pero que no por ello los estoy descontextualizando (me adelanto en la aclaración para evitar que se me llegue a tachar de ex – manipulador, que retoma textos para acomodarlos a su antojo. Te garantizo que no lo soy). Frente a ello quizá sería aún mas interesante que la misma Obra de Dios haga públicos (de forma íntegra) todos sus textos internos (incluidos guiones de círculos, las meditaciones, instrucciones, intenciones mensuales, cartas del Padre, etc.), para que la gente tenga acceso total a su “filosofía institucional” antes de ingresar. Si es “de Dios” nada habría que perder… ni temer ¿o sí? Mas bien al contrario, aportaría “su” doctrina al mundo ¿o no?

Sigamos, entonces…

Retomo la pregunta 1 (¿Qué tipo de cosas pueden mandar los superiores y cuales no?) para continuar mostrando cómo al parecer “todo” lo que diga un director es “motivo” de obediencia.

En Meditaciones II, después de aludir a unos textos de San Pablo (I Thes. II, 8; I Thes. II,13) en que se presenta como enviado de Dios, encontramos:

“Dios da a algunas personas la misión de gobierno, con la gracia conveniente para ejercerla. Vienen de parte de Dios, como ministros suyos, a llenarnos de bienes (…) En todo lo que legítimamente nos indican, sea éste o aquel Director el que lo disponga, se trate de un asunto de gran envergadura o de un pequeño detalle…; en todo hemos de ver la autoridad de Dios. (…) Con este convencimiento, procuramos vivir, desde que llegamos a la Obra, una obediencia delicada con los que hacen cabeza, pues el Director –quien sea- representa a Cristo, y es instrumento de Dios para hacernos conocer su Voluntad.” (Med. II, Tiempo de Pascua, Semana III. P. 516-517).

Desde que uno llega a la Obra es adoctrinado bajo dicha mentalidad: los directores representan la voluntad de Dios para uno. Por lo tanto ¿qué persona que ingresa a la institución se atrevería a oponerse o a no obedecer a cualquier indicación venida de quienes “representan a Cristo” –los numerarios y numerarias directores-? ¡Difícil de creer ¿no?!

Pero continuando con la meditación, viene el maquillaje para hacer “amable” la obediencia (a pesar de que en ocasiones no se comprendan las indicaciones), vienen las justificaciones “bíblicas”, los “motivos sobrenaturales” ante los que los miembros -personas con buena voluntad y deseos de amar a Dios- son (y fuimos) capaces de bajar la cabeza con verdaderos deseos de entrega a Él:

“Recibid con docilidad la palabra divina que ha sido injertada en vosotros, y que puede salvar vuestras almas” (Iacob. I, 21). Lo contrario supondría cerrarse a los beneficios que Dios otorga, despreciar los bienes que El generosamente ofrece. No importa la persona, ni importa cual sea el conducto por el que nos llega la Voluntad divina. Debemos obedecer siempre con igual delicadeza, viendo a Dios en los Directores, pues “no hay potestad que no provenga de Dios, y Dios es el que ha establecido las que hay; por lo cual, quien desobedece a las potestades, a la ordenación de Dios desobedece” (Rom. XIII, 1-2).”” ( Ibid., p.518).

Si hay que ver en los directores (no olvidar que son laicos) al mismo Dios; si hay que obedecerlos “siempre con igual delicadeza” “no importa la persona”; y si hay que hacerlo porque su potestad viene de Dios y si se les desobedece se desobedece al mismo Dios… ¿cómo se atrevería uno a cuestionar sus indicaciones? ¿a cuestionar su “persona”?

Pues Carlos, un adolescente difícilmente lo hace cuando ingresa ilusionado a la Obra tras haber entregado generosamente su vida toda al Señor. Adviérteselo a tu hijo por favor, estás a tiempo.

Seguimos con el maquillaje:

“El Señor nos pide obediencia, pero no nos coacciona, porque “lo gobierna todo con suavidad” (Sap. VIII, 1).” También en la Obra se gobierna con suavidad, respetando la libertad; muchas veces son insinuaciones, que quizá no se repiten si no encuentran eco en nosotros: y esa falta de un respuesta positiva es desobediencia, obstáculo a las riquezas que Dios quiere verter en nosotros” (Ibid., p. 518-519).

Anteriormente me había cuestionado qué entiende la Obra por “indicaciones legítimas” para justificar que los directores en ese sentido pueden pedir cualquier cosa (en otras palabras, uno nunca se acaba de enterar qué era lo “legítimo” cuando al parecer cualquier indicación de un director es Verbum Dei, y cuando a uno le dicen que irá comprendiendo las cosas solo con el tiempo, “como por un plano inclinado”, y le piden someter su inteligencia a la “fe”). Pero ahora queda patente algo absurdo: incluso las “insinuaciones” (¿?) que no se atienden son desobediencia y hasta estupidez (¡por obstaculizadores desperdiciados!).

Luego, lo de el “respeto de la libertad” ¿se puede seguir creyendo en dicha “libertad” después de las siguientes ideas que parecen adormecer la conciencia? En la Obra, a quienes dudan, a quienes cuestionan, ordinariamente se le inculpa (o les falta piedad, o lucha; o les sobra soberbia y egoísmo –falta de Amor-). El caso de la “obediencia” no es la excepción: aunque se dude, vale mas “seguir las indicaciones” (pero no se cuestiona el por qué se duda, ni si tal duda o actuar de otra manera puede traer mayores frutos):

“Obedece sin tantas cavilaciones inútiles… Mostrar tristeza o desgana ante el mandato es falta muy considerable. Pero sentirla nada más, no sólo no es culpa, sino que puede se la ocasión de un vencimiento grande, de coronar un acto de virtud heroico. No me lo invento yo –nos dice nuestro Padre-. ¿Te acuerdas? Narra el Evangelio que un padre de familia hizo el mismo encargo a sus dos hijos… Y Jesús se goza en el que, a pesar de haber puesto dificultades, ¡cumple!; se goza, porque la disciplina es fruto del Amor (Surco, n.378)” (Ibid. p. 519).

Prefiero ya ni comentar lo anterior. Para concluir con esta primera pregunta deseo advertir sobre algo: Al interior de la Obra se dice que en los medio de formación el fundador utilizaba la “psicología del anuncio”. Descubrió que la repetición de ideas específicas -algunas de las cuales se denominan “ideas madre”- era un medio “eficaz” para que la gente se convenciera de las cosas. Pues la idea de “el que obedece nunca se equivoca” es una de ellas.

Si a lo anterior simplificamos la “fórmula” martillada de continuo en los miembros, entonces se pueden comprender muchas de sus actitudes, de sus reacciones y de sus miedos:

Indicaciones de los directores = la voluntad de Dios para cada uno = deber de obedecerlas = nuestro bien = fidelidad = felicidad = a…

“El Señor se vale de quienes tienen función de gobierno para mostrarnos el camino que conduce a la felicidad, y es el Espíritu Santo quien por boca del Apóstol Santiago nos aconseja: “sea todo hombre pronto para escuchar” (Iacob. I, 19); así, con deseo eficaz de obedecer fielmente y sin dilaciones, estaremos también dispuestos a poner por obra lo que Dios quiere de nosotros” (Idem).

¿Se pueden entrever, por tanto, las consecuencias de actuar en sentido contrario?

Estimado Carlos ¿alcanzas a ver que tu pregunta no se queda en un plano externo o superficial?

Hasta la próxima.

Jorge







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