Proclamas de felicidad.- Antrax
Fecha Wednesday, 15 September 2004
Tema 100. Aspectos sociológicos


Proclamas de felicidad

Creo que las más recientes corresponden a Tomás López, pero no son las únicas. En mi corta pero intensa singladura opusiana hube de pasar por un sorprendente proceso de autosugestión que conducía inexorablemente a creerse uno mismo extraordinariamente feliz y hasta a contárselo a todo bicho viviente. Con frecuencia estas proclamas me causaban a posteriori una notable sensación de bochorno, dicho sea de paso. Ese estado de dicha inenarrable había que asociarlo, naturalmente, a la pertenencia a la institución, de forma tal que uno era institucionalmente feliz, más o menos.

La felicidad institucional tenía su complementario negativo en la gente que no era nada feliz, puesto que pertenecía al ámbito extra-institucional, denominado alternativamente "por ahí" o "fuera de casa" y culminaba en la decretada infelicidad para aquellos que abandonan la institución, ergo la vocación, ergo la divina voluntad.

Sin embargo, la experiencia vivida dentro y fuera es que uno es feliz e infeliz alternativamente, probablemente excepción hecha de algunos santones indios que no deben de ser ni lo uno ni lo otro por aquello de su voluntaria cosificación.

Por ejemplo:

Yo no soy feliz en el sillón del dentista.
Yo soy feliz leyendo novelones a mis anchas.
Yo no soy feliz cuando se me olvida apagar el fuego y se queman las lentejas.
Yo soy feliz cuando compruebo que aún les gusto a algunas señoras.
Yo soy bastante feliz cuando me va bien en el trabajo.
Yo soy bastante infeliz cuando meto la pata en el trabajo.
No soy nada feliz cuando escribo la declaración del impuesto sobre la renta.
Soy mucho más feliz cuando escribo una obra de teatro, aunque sude la gota gorda a lo largo del proceso.

Y todo ello acontece con o sin visión sobrenatural añadida, palabra.

Y les juro por la gloria de mi madre que no es mentira, que "eso me ha pasao a mi", como si fuera un fandango.

Por otra parte, no necesito darle pena a Don Tomás ni a todos esos admirables seres felices, a quienes, no obstante, agradezco sus sentimientos conmiserativos hacia la humanidad doliente que no goza de ese estado de nirvana tan cojonudo.

Saludos a orejas y restantes amables y admirados apéndices.

Antrax







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