¿Hay coacción en el opus dei? - Eilad
Fecha Monday, 22 April 2024
Tema 010. Testimonios


 

¿Hay coacción en el opus dei?

Eilad, 22/04/2024

No puedo dar una respuesta completa a esta pregunta, entre otras cosas porque mi experiencia se limita a mí. Voy a intentar explicarlo lo más claro que pueda, y que cada cual piense si esto es generalizable, o no, a otros. Mi conclusión provisional es que en mi caso hubo mentira al pedir la admisión; y después hubo coacción en las subsiguientes incorporaciones. Y explicaré el por qué.

Una primera aclaración terminológica. Uso la palabra «coacción» (definida en el rae como «fuerza o violencia que se hace a alguien para obligarlo a que diga o ejecute algo») en el sentido de «coerción» cuyo significado en el rae es «presión ejercida sobre alguien para forzar su voluntad o su conducta». Y lo hago así porque la palabra coacción es muy común, mientras que coerción lo es menos…



1. Algunos textos del opus sobre coacción

En el documento «Experiencias sobre el modo de llevar charlas fraternas» de 2001 aparece lo siguiente:

«Es doloroso, pero cierto: casi todos los que salen de los conventos, lo mismo que los que abandonan el sacerdocio ⁠–⁠algunos con muchos años de vocación– intentan justificarse, diciendo que no supieron, al entrar, lo que hacían o que los coaccionaron, y así ⁠–⁠con coacción– recibieron el sacerdocio» [De nuestro Padre, Carta 2-II-1945, n. 23].

No me resisto a poner un par de breves comentarios. Primero que cuando afirma «casi todos», me pregunto si tenía una muestra insesgada. El otro comentario es una cita de Antonio Pérez-Tenessa, que se ordenó en 1948: «Me opuse a la ordenación hasta donde pude (le consta a Pedro Casciaro, que era entonces secretario general), pero todo fue inútil.» A mí esto me suena a coacción, pero que juzgue el que lea.

En los siguientes textos, las negritas son mías.

En el «Vademecum del Gobierno Local» de 2002, se afirma:

«La lectura y comentario a fondo de los escritos de nuestro Padre (cfr., por ejemplo, las Cartas del 28‐III‐1973 y del 14‐II‐1974) constituye una magnífica oportunidad para enseñar a todos a ser audaces, a no acobardarse por ciertas propagandas que coaccionan las conciencias».
«La coacción que ese ambiente ejerce se convierte así en un serio inconveniente para quienes desean llevar una vida cristiana, y dificulta no pocas veces la entrega a Dios en celibato apostólico».

En la «Instrucción sobre la obra de San Gabriel», de 1941, se dice:

La colecta, entre los santos, para los santos, se hace un deber. Pero, con una doble delicadeza, San Pablo deja libres a sus cristianos: para que no pese la coacción de su presencia,…

La siguiente frase es de «Amigos de Dios», n.29:

«El indeciso, el irresoluto, es como materia plástica a merced de las circunstancias; cualquiera lo moldea a su antojo…»

Es decir, en estos textos del opus se reconoce ⁠–⁠porque es de sentido común– que el ambiente y ciertas propagandas pueden coaccionar a las personas. Además, la presencia de algunos, a los que se considera importantes, también puede coaccionar. Por último, admiten que esas influencias pueden ser mucho más eficaces cuando uno está indeciso, como cuando le plantean la vocación a un adolescente.

Sin embargo, en el catecismo de 2010, parece que piensan que el «ambiente» y la «propaganda» que se usan en el proselitismo que la obra hace con adolescentes «indecisos» e «irresolutos» no tiene los efectos coactivos que se han señalado más arriba.

289.— Con este trabajo constante de proselitismo de los fieles del Opus Dei, ¿no se coacciona a las almas?

Con este trabajo constante de proselitismo de los fieles del Opus Dei, no se coacciona a las almas, porque se trata de una propuesta para vivir con plenitud una entrega que enriquece la libertad, al conformar a cada uno con Jesucristo.

En ediciones anteriores a la de 2010, se añadía: Además, en asunto tan importante, como es el de la vocación, no admiten coacciones más que los débiles mentales. Y ésos no sirven para la Obra.

Es curioso que el catecismo de la obra justifique la ausencia de coacción por el fin que se persigue. La coacción, si existe, se sitúa en los medios y no en los fines. Pero parece que, para ellos, como el «trabajo constante de proselitismo» busca dar «una propuesta para... conformar a cada uno con Jesucristo», ya no hay coacción, independientemente de los medios que se empleen. Son claros los medios que el opus emplea en el proselitismo. Hay una planificación inicial para hacer listas de los nuevos candidatos, casi siempre adolescentes, a los que se les va a plantear la vocación. Luego se les somete a un marcaje o, con otros nombres, a una propaganda y ambiente obsesivos y constantes. Esa presión se ejerce sobre adolescentes que, por su edad, suelen ser indecisos e irresolutos. La presencia de alguien con autoridad, como el sacerdote, que corrobora la vocación del candidato, ¿se parece a la presencia de San Pablo en las colectas?

2. En qué consiste la coacción/coerción

He leído un montón de textos sobre qué se entiende por coacción y coerción, sin demasiado fruto por mi parte. Pero voy a poner un ejemplo y un intento de descripción.

Ejemplo. Cuando estuve en Roma coincidí con un chico de Palermo. Le pedimos que nos contase historias de la mafia. Nos dijo que no tenía ninguna, pero ante nuestra insistencia nos contó lo siguiente. Tenía un compañero de facultad, hijo de un conocido mafioso, que suspendió una asignatura. Su padre fue a ver al profesor que lo suspendió y le dijo (pongo junio/septiembre para que se entienda, pero no recuerdo si es lo mismo en Italia): «ha hecho muy bien en suspender a mi hijo en junio porque no sabía, pero no se preocupe que, en septiembre, sabrá».

Cualquier partidario del mafioso afirmará con seguridad que no hubo coacción: «lo único que hizo es decirle al profesor que obligará a su hijo a estudiar». ¿Podemos ⁠–⁠en el sentido de negar que hay coacción– igualar la postura de los del opus a la de los partidarios de los mafiosos? La respuesta a esta pregunta no es clara, y depende de los prejuicios de cada uno.

Pienso que la coacción (coerción), también la que se usa en la obra, consiste en controlar el entorno del candidato de modo que se le hace ver o imaginar que de todas las opciones que tiene la menos mala es la que quería el controlador. De este modo se pueden decir las dos cosas: que la víctima es libre porque ha elegido, cosa que es verdad, y también que ha habido coacción, porque se han manipulado las opciones entre las que podía elegir. Si la víctima no se da cuenta de la manipulación, pensará con razón que lo ha hecho libremente, sin embargo, le han controlado el entorno, y con ello las posibles elecciones, por ejemplo, no dejándole que hable con sacerdotes ajenos a la institución, o a veces incluso con los padres.

Voy a intentar dar una descripción más pormenorizada. Explica muy bien mi posición Stephanie cuando dice: «Haciéndome pensar que el Opus Dei es el único camino que fuera de él no hay salvación». Coincido con EBE cuando afirma que el convencimiento es clave para comprender la eficacia del opus, porque la vocación es algo que no se puede comprobar. Los siguientes pasos se hacen normalmente por miembros convencidos de que están haciendo algo agradable a Dios (por lo menos antes; ahora no sé), lo que les da más fuerza. Y durante todo el proceso usan el llamado «love bombing».

  • Primero seleccionan a sus candidatos con algunos criterios.
  • Luego tratan al candidato para que incorpore una serie de prácticas destinadas a que la presencia y el peso de Dios en su vida sea más importante. Esto es algo bueno, y la víctima lo reconoce como tal, además le da confianza en los que lo tratan, porque piensa y ve que son buena gente.
  • Una vez que comprueban que Dios ha pasado a ser algo con suficiente peso en la vida del candidato, le dicen (después de haberlo decidido en el cl tras recoger información sobre él) que Dios le está «llamando» a hacerse del Opus Dei. El argumento normal es el de la providencia: «si estás aquí, es porque Dios ha querido, y lo lógico es que te esté pidiendo ser del Opus”; si no, Dios te hubiese colocado junto a los jesuitas o a los dominicos, etc. En este paso puede haber coacción o no según el modo en que lo planteen. Casi nunca se trata de algo espontáneo.
  • La coacción entra con toda su fuerza cuando en el paso anterior uno se ha mostrado indeciso o irresoluto. Te intentan moldear por dos frentes: (a) Zanahoria: lo feliz que vas a ser respondiendo que sí a Dios, lo bien que te lo vas a pasar, si dices que sí, te irás al cielo tú y muchos de tus seres queridos, etc. (b) Palo: si tienes miedo, eso es un síntoma claro de vocación; si dices ahora que no a Dios, puedes terminar en el infierno, etc. Todo esto no tendría ningún sentido para la víctima si los del opus no hubiesen conseguido que confíe en ellos como de algún modo representantes de Dios. Aquí es muy importante el sacerdote, y tiene una responsabilidad muy alta.
  • Más de coacción. Si la víctima dice que no, porque sigue teniendo dudas de si Dios la llama, ellos (que son los que la han ayudado a que Dios sea más importante en su vida) van a seguir insistiendo con «ese trabajo constante de proselitismo», y actúan y hablan como si ellos tuviesen la «certeza» de que Dios la está llamando, lo que es mentira y coacción; es un intento de moldear, mediante las circunstancias, la materia plástica del indeciso e irresoluto. Y esto es coacción porque la única «certeza» válida que se puede alcanzar es la del candidato, nadie puede decirle que tiene esa «certeza» por él.

3. Mi caso

Hay una anécdota que contaba uno de la obra que ya murió que me va a servir. Aquí va. Un amigo del embajador de USA en Egipto lo visitó en ese país. Le dijo al embajador que le interesaba comprar una alfombra. El embajador le dio la dirección de un conocido que vendía alfombras. Fue a verle; eligió una que le gustaba y le preguntó el precio. El vendedor le dijo: «$1000». Sacó la chequera y le dio un cheque por esa cantidad. Más tarde el vendedor llamó al embajador diciéndole que había dicho $1000 para empezar a regatear (que es el modo normal de vender allí), pero que su amigo había pagado sin comenzar el regateo. No sé si además le preguntó si devolvía parte del dinero o no.

Lo que quiero decir con esta anécdota es que quizá el que me planteó pitar, al decirme «esto es para toda la vida», pensaba que era un modo de decir, y creía que yo no me iba a tomar en serio esa frase. Aun suponiendo que hubiese sido así, en algún momento de los largos 6 años y medio siguientes se me debería haber dicho que esa frase era «un modo de hablar», pero esto no sucedió, sino que fue lo contrario. La verdad es que me da mucha envidia lo que, al explicar su vocación, dice un jesuita: él sí que sabía que su compromiso al entrar no era para toda la vida.

Voy a tratar de explicar cuál es la base objetiva de la coacción que ejercieron sobre mí. Son las tres siguientes afirmaciones que todo el mundo reconocerá, y a lo que voy a llamar «esquema»:

  • Lo importante para ser santo es cumplir la voluntad de Dios.
  • La voluntad de Dios viene a través de los directores.
  • El mandato más fuerte es un «por favor».

Ahora voy a intentar explicar la base subjetiva de mi coacción (no creo que en mi caso fuese por indeciso o irresoluto, aunque puedo equivocarme). Me parece que solo he hecho dos test de personalidad en mi vida. Uno al entrar en las milicias universitarias (del que no sé el resultado), y otro que me hicieron en psiquiatría de la clínica universitaria de Pamplona, cuyo resultado principal me lo comunicó el director del centro (sí; era así como se hacía). El director dijo que me habían clavado; no lo sé, es difícil conocerse a sí mismo en estos aspectos. El diagnóstico fue: «tiene una personalidad excesivamente coherente con sus propios planteamientos». Es verdad que detecté en las preguntas del test un montón de trampas lógicas que traté de responder coherentemente, pero más por no contradecirme que por mi carácter.

Otro aspecto de mi personalidad. Mi madre me ha contado muchas veces que nunca me pegó, y es verdad. Y me decía que era así porque cuando mi hermano y yo éramos pequeños, y hacíamos una trastada, nos llamaba diciendo: «venid aquí que os voy a dar una paliza». Mi hermano salía corriendo, pero yo me acercaba a ella y le decía que venía a que me «diese una paliza», con lo que le era imposible pegarme. Con esto quiero decir que no soy nada rebelde; al contrario: soy muy dócil, no voy a protestar aunque algo me parezca mal.

No recuerdo casi nada de las sucesivas «incorporaciones y renovaciones» posteriores a la petición de admisión, con lo que no puedo dar testimonio de mi voluntariedad en estos casos. Normalmente, en las incorporaciones, el de delegación era muy formal y preguntaba si libremente querías. Respondías que sí libremente. La coacción no estaba en ese momento; había estado en todo el constante bombardeo anterior donde la única opción posible para estar a bien con Dios era decir que sí a la incorporación o a la renovación, porque lo contrario era ser infiel a tu vocación de la que nunca debías dudar, y la casi seguridad de irte al infierno si decías que no, etc.

Como no me acuerdo de estos momentos de renovaciones…, pero sí me acuerdo de otros similares, voy a contarlos para que se vea cómo funcionaba en mi caso la coacción.

El verano tras pitar, mi padre me había buscado un trabajo en Londres, pero en la obra no me dejaron ir (comenzaba a funcionar el «esquema»). Mi padre se enfadó tanto que el director me propuso ir a Inglaterra de convivencia al año siguiente. A mitad de junio del año siguiente me sugirieron (un “por favor”) que si, en lugar de Inglaterra, podría ir a tal país. ¿Qué idioma se habla en ese país?, pregunté. No sabía nada de ese idioma, pero fui (era la voluntad de Dios). Una vez en ese país todo era en el idioma del sitio. El que llevaba mi charla, que hablaba bien castellano, pero no tan bien como para dominar los matices, me propuso quedarme en ese país. ¿Me apetecía?, ¿quería? Ni de broma. Lo que más me gustaba de ese país era que las chicas me parecían muy guapas, pero esto no era una razón para quedarse. Apliqué el «esquema». Me costó más que pitar, pero (coaccionado por el «esquema») dije que sí, convencido de que era lo que Dios quería para mí.

Tras eso, me incorporé al centro de estudios en mi propio país. Recuerdo que me dijeron que pidiese una matrícula en una asignatura. Nunca lo había hecho, pero, con bastante vergüenza, lo hice. Cuento esto porque creo que influyó en lo posterior. El profesor me dijo: Tienes un 10 en los problemas, pero un 6 en la teoría (lógico, en el centro de estudios no se podía estudiar, y quizá tampoco hubiese estudiado de no estar en el ce). Así no te puedo dar matrícula. En el examen final, en la parte de teoría no sabía demasiado pero demostré que un teorema famoso que él había dado tenía un fallo. Me dio la matrícula, y a los pocos días me invitó a su casa a tomar café y me propuso quedarme en la facultad de ayudante. Le dije que tenía que irme a la mili, y me contestó: Bueno, pues te doy una beca de investigación y te incorporas el año que viene. No fue el único profesor que me propuso quedarme en la facultad, pero fue el primero, y sobre todo se portó extraordinariamente bien conmigo siempre.

Ese verano, fui otra vez a «mi» nuevo país de curso anual. Al volver del ca, tras unos tres meses de mili, me reincorporé al centro de estudios para hacer inmediatamente el curso de retiro, y nada más terminar el curso de retiro, a mitad de curso, me plantearon ¿quieres irte a tal ciudad? (tenía apalabrado lo de ayudante de la facultad, pero la voluntad de Dios está sobre todo). ¿Me apetecía?, ¿quería? NO. Voluntariamente, pero coaccionado por el «esquema» dije que sí, y a esa ciudad (que estaba en otra delegación) me fui. Se lo comuniqué al profesor, que lógicamente me dijo no entender nada, pero me puso en contacto con otro profesor que había ganado una cátedra en la ciudad donde yo me iba; fui a verle, y quedamos en comenzar el curso siguiente cuando él llegase a esa ciudad.

Al poco de llegar yo a esa ciudad me llegó una carta dirigida a mí en mi antigua dirección («abierta» donde en el sobre habían escrito: «enterarse») con la concesión de la beca de investigación. Como no tenía muchos ingresos, me dijeron que no renunciase, y así lo hice, aunque yo ya no tenía relación con la universidad que me daba la beca. Por último, de la delegación me insistieron en que me presentase a oposiciones (no solo a mí, a todo bicho viviente). Por mi situación no quería, puse pegas, pero el «esquema», la voluntad de Dios… Sin estudiar nada y pensando que no sacaría ninguna, me presenté a dos y saqué las dos. Obtuve un destino en otra ciudad que pertenecía a otra delegación.

Otra vez a la mili, y al acabar el campamento, me llamó el de san miguel de la comisión (Miguel A. Montijano, q.e.p.d). Me preguntó qué quería hacer: (a) irme a «mi» nuevo país o (b) incorporarme al destino que había conseguido tras la oposición. Todo esto lo recuerdo con precisión, por la sorpresa que me produjo. Tuve que preguntarle dos veces «¿estoy entendiendo bien?», «¿puedo elegir?». Me dijo que sí, que estaba entendiendo bien. Pensé: ¿la voluntad de Dios del «esquema» es que yo ahora elija lo que quiera? Era la primera vez que esto sucedía desde que estaba en la obra. Y elegí la opción (b).

Espero estar explicándome bien. ¿Hice todas las cosas voluntariamente? Sí. ¿Hice todas las cosas coaccionado? Sí. El «esquema» significaba que, si querías cumplir la voluntad de Dios, tenías que decir que sí a todo lo que dijeran los directores. Y eso hice. La primera vez que me dieron a elegir me sorprendió muchísimo, lo que indica que en las anteriores indicaciones ⁠–⁠fueron muchas, y de las que te cambian la vida– no me dijeron claramente que la voluntad de Dios incluía la opción de decir no a lo que me planteaban, con lo que yo aplicaba el «esquema». Estoy seguro de que si en las renovaciones hubiesen incluido como opción compatible con la voluntad de Dios (es decir, discernir) decir NO a seguir en la obra, hubiese elegido ese NO. ¿Soy débil mental, y por tanto no sirvo para la obra, estaba seriamente coaccionado, o las dos cosas? Dejo la respuesta en el aire, pero las consecuencias para mí han sido graves.

No entiendo por qué no protesté, porque uno de los mensajes claros que recibí antes de pedir la admisión era que la obra no se iba a meter en mis decisiones profesionales. Ellos pueden pensar que el cambio de ciudad no era una decisión profesional, pero impidió que aceptase mi primera oferta profesional y me dedicase a lo que realmente me gustaba y, aunque sería muy largo de contar, tampoco me dejaron volver a la facultad en intentos posteriores. Pienso que, siguiendo lo que estoy diciendo aquí, no protesté porque te manipulan el entorno para que tomes las decisiones que ellos quieren que tomes, y además te hacen pensar que lo haces libremente. Esto, me parece, es el núcleo de la coacción.

El escrito ya es bastante largo y voy a dejarlo aquí, no sin antes decir que esto de que «en la obra se respetan las opciones profesionales» es como lo de «la obra es una organización desorganizada», lo de «en la obra se respeta el discernimiento», lo de «en la obra nunca hemos hecho proselitismo en el sentido malo: siempre ha sido apostolado». No califico estas afirmaciones, porque la calificación es evidente.

Eilad.







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