Liberté, liberté chérie!.- FranzJagerstatter
Fecha Monday, 19 February 2024
Tema 040. Después de marcharse


 

Ha sido un largo día. Salí a trabajar al despuntar el alba, y chambié todo el día sudando la gota gorda.

 

Si siguiese siendo del Opus no habría tenido tiempo ni para hacer la oración de la tarde. Mi trabajo es el mismo, pero ya no tengo esa rutina, ¡ese meter-las-normas-cueste-lo-que-cueste!... Nunca podré olvidar esa "percepción basal" de tener la sensación de que me falta tal o cual norma por hacer. La misa y la oración de la mañana venían como incluidas fácilmente en la rutina de madrugada; un rosario rezado a toda carrera en el camión rumbo a mi lugar de trabajo (¡qué distinto es para mí rezar ahora, de vez en cuando, un rosario con mi chica!). Después, a trabajar. La lectura, la oración de la tarde y las contemplaciones de los misterios fácilmente eran postergadas en la práctica (aunque en mi cabeza seguiría con un permanente piquete de conciencia por no "dar el ancho"). Después, en el centro, que el círculo, que la confidencia, que hablar con los super o con los chicos de San Rafael... y por fin, la noche. Examen de conciencia y dormir. No había tenido ni un segundo para sentir, para reflexionar en silencio, para leer, para detenerme en silencio a saborear el ahora. La oración no servía para eso (salvo mis últimos años en la Obra, en los cuales sí fue oración verdadera), ni mucho menos el examen de conciencia, que no pasaban de ser una planificación estratégica de normas y mortificaciones y/o un análisis FODA.

 

Recuerdo que en mis años "en Casa" no podía quedarme leyendo por la noche... ¡tiempo de la noche, claro! Ni tampoco conversar cinco minutos, ni escribir (¡ni hablar de ver una película!). Y sin embargo, a pesar de sentirme siempre muy compelido interiormente a no desobedecer, ya desde el centro de estudios yo en este punto desobedecía. Si el agotamiento no lo impedía, encontraba un pequeño espacio de silencio y paz, de lectura incluso... escondido en el baño. Una locura pensarlo, pero ¡me encerraba en el baño!, y allí escuchaba alguna canción con el teléfono (a pesar de que habían cortado el wifi del centro), o leía un capítulo de algún libro, o simplemente pensaba algo. ¡Ese era mi pequeño reducto de libertad! No faltaron las correcciones fraternas por "tardar demasiado en irme a la cama", pero en el baño nadie me veía, por lo que de vez en cuando tenía ese momento de paz. 

 

Ha sido un largo día. Salí a trabajar muy de mañana, y chambié todo el día sudando la gota gorda. Pero llego a casa y encuentro paz. Me tumbo en el sofá, abro una botella de tequila, enciendo un cigarrillo. Después, busco la interpretación de Herbert Von Karajan de la Novena Sinfonía de Beethoven, o alguna de la Música para los Reales Fuegos de Artificio de Handel. Conecto la bocina (ya no necesito usar mi celular al mínimo volumen) y suena la música. Levanto la mirada hacia la ciudad —una vista maravillosa—, a las luces de las ventanas en los edificios, que serpentean en medio de la oscuridad nocturna. Respiro hondo y digo: ¡así se siente la libertad!

 

Silencio. Lloro, de alegría y de paz, de tener por fin espacio, de no estar asfixiado... Lloro, y rezo, y sonrío para mí mismo. Así se siente la libertad. Y rezo por los que no la tienen, por los que todavía se sienten ahogados y no saben cómo escapar o no pueden escapar. Liberté, liberté chérie!... Combats avec tes défenseurs!

FranzJagerstatter









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