Contesto a Zartan y yo también confirmo que en la sede central de Roma de las mujeres, existían en todas las habitaciones comunes y en los trabajos de la administración, un micrófono que conectaba con el Padre para poder oír, cuando lo quería, lo que en ese planchero o esa cocina o esa sala de estar estaban hablando.
Se comentaba como una gracia porque a veces el Fundador corregía a una nax por algo que había expresado mal. Ni yo misma pensaba que nos estaban espiando. Era más bien una alegría saber que el Padre podía oírnos y podíamos hablar con él directamente. Después eres consciente que correcciones fraternas que caían eran debidas a que nos oían lo que decíamos o hacíamos.
Realmente, éramos unas ingenuas y nos creiamos que era bueno y bonito todo lo que se nos decia. Espiadas constantemente. Yo, como directora, sabía que si decía algo inconveniente se iban a enterar, y sin quererlo, vives en una desconfianza (y confianza a la vez) que ni tú misma eras consciente.
Hasta que me salí después de 44 años hasta años después, no eres consciente de todo lo que has vivido. Y tampoco lo recuerdas. Ahora porque Zartan lo ha escrito.
Muchas gracias por todo y contestaré lo que voy recordando al leeros.
Septiembre