Reorganización de la prelatura con palabras del fundador.- Rumbo
Fecha Friday, 21 July 2023
Tema 070. Costumbres y Praxis


 

 

         Leyendo Conversaciones con Mons. Escrivá de Balaguer, se saca una idea de la Obra que es distinta de la que se vive en realidad. Envío unos puntos que se me han ocurrido para la reorganización de la prelatura elaborados en gran parte con palabras del Fundador sobre el Opus Dei en ese libro. En la denuncia por "fraude normativo institucional" que se anunció en esa página web, se sugiere como pena refundar la Obra; pienso que podría hacerse con las palabras que el propio Fundador expresa en Conversaciones. Con pocos numerarios, los que mandan en la Obra tendrán que repensar la organización, y esto es solo una humilde sugerencia. Naturalmente me refiero al "futuro"; no quiero decir con esto que no se tengan que reparar los errores del "pasado"...



 

        1. Que los laicos, y los sacerdotes que lo deseen, vivan donde quieran, con sus familias o en residencias, donde se pueden organizar los que quieran como las residencias de agregados. De este modo se cumple lo que dice el Fundador: La mayoría de los socios la casi totalidad (con mi propuesta, todos menos algunos sacerdotes) viven por su cuenta, en el lugar donde vivirían si no fuesen del Opus Dei: en su casa, con su familia, en el sitio en el que desarrollan su trabajo". (Conv. 63). "Así, todos viven su propia vida, con las consecuentes relaciones y obligaciones, y acuden a la Obra para recibir ayuda espiritual" (Conv.63) Y allí donde está, cada miembro de la Obra cumple el fin del Opus Dei: procurar ser santo, haciendo de su vida un apostolado diario, corriente, menudo si se quiere, pero divinamente eficaz. (Conv.63). Esto, me parece, lleva implícito que el que quiera participe en la vida de la Iglesia: asista a actos parroquiales, rece en la parroquia, etc.

 

         2. Que en los centros (que se pondrán en función de dónde viven los laicos) sólo residan sacerdotes (los que quieran), y que se organicen como los centros que han venido existiendo hasta ahora, pero evitando que las personas que toman decisiones que afectan a otras personas los directores, para entendernos, aunque se diga que esas decisiones solo afectan a la organización material del centro lleven dirección espiritual. De hecho, sería una buena práctica que se pudiesen elegir a los directores espirituales entre sacerdotes de otro centro, o cualquier otro sacerdote de la diócesis. Además, se pueden usar locales apropiados, alquilándolos, o lo que sea, para la formación de los laicos. Estos sacerdotes tienen su labor en sus centros, en esos locales, y en otros muchos sitios.

 

         3. Que la labor de la prelatura consista sólo en "que a todos los socios llegue el espíritu genuino del Evangelio espíritu de caridad, de convivencia, de comprensión, absolutamente ajeno al fanatismo. (Conv. 35). "Toda la actividad de esos organismos (los que gobiernan la Obra) se dirige solamente (pone fundamentalmente, pero para evitar equívocos) a una tarea: proporcionar a los socios la asistencia espiritual, doctrinal-religiosa y humana... Al llegar a ese límite, a ese momento, la Asociación como tal ha terminado su tarea aquélla, precisamente, para la que los miembros del Opus Dei se asocian, ya no tiene que hacer, ni puede ni debe hacer, ninguna indicación más. Comienza entonces la libre y responsable acción personal de cada socio. Cada uno, con espontaneidad apostólica, obrando con completa libertad personal y formándose autónomamente su propia conciencia de frente a las decisiones que haya que tomar, procura buscar la perfección cristiana y dar testimonio cristiano en su propio ambiente, santificando su propio trabajo profesional". (Conv.19)

 

         4. No creo que haya inconveniente en que algunos laicos especialmente preparados puedan llevar dirección espiritual, si los que reciben esa dirección, sin ningún tipo de coacción, los eligen voluntariamente. Pero, evidentemente, estos laicos no tienen ninguna jerarquía sobre sus dirigidos, usan solo del sentir de la Iglesia y del carisma para aconsejarles, y no pueden comunicar a nadie lo que los dirigidos les comunican en esas confidencias. En caso de duda pueden consultar un caso de conciencia ocultando todos los detalles relevantes con nombres como Cayo... o los nombres hipotéticos que les quieran poner, evitando por todos los medios que el que recibe la consulta pueda identificar al interesado.

 

         5. La organización de la prelatura se reduciría al gobierno de los centros de sacerdotes y a organizar los medios de formación para los que quieran recibirlos, por lo que sólo sería necesaria "un mínimo de organización" (Conv. 19); supongo que, con tres personas por delegación serían suficientes, porque solo consistiría en pensar las tareas y distribuirlas entre los que las van a ejecutar. No es necesario que vivan en un centro aparte, pueden vivir en uno de los centros de sacerdotes. No habría ningún gobierno jerárquico sobre los laicos, excepto el de confirmar que algunos laicos pueden llevar dirección espiritual o dar charlas de formación, porque los consideran preparados y fieles al carisma.

 

         6. Esta modificación de la estructura actual, pienso, respondería a la descripción expresada por el Fundador: "Quiero decir que damos una importancia primaria y fundamental a la espontaneidad apostólica de la persona, a su libre y responsable iniciativa, guiada por la acción del Espíritu; y no a las estructuras organizativas, mandatos, tácticas y planes impuestos desde el vértice, en sede de gobierno". (Conv 19).

 

         7. Por último estas ideas aunque probablemente otros con más conocimiento que yo podrían sugerir otras más acertadas tienen como propósito evitar las malas consecuencias que el Fundador vaticina a quien gobierna sin respetar en serio la libertad (he cambiado las palabras "Iglesia", "jerarquía" y "los cristianos"; el resto es literal): "Uno de los mayores peligros que amenazan hoy a la Obra podría ser precisamente el de no reconocer esas exigencias divinas de la libertad cristiana, y, dejándose llevar por falsas razones de eficacia, pretender imponer una uniformidad a sus miembros. En la raíz de esas actitudes hay algo no sólo legítimo, sino encomiable: el deseo de que la Obra dé un testimonio tal que conmueva al mundo moderno. Mucho me temo, sin embargo, que el camino sea equivocado y que lleve, por una parte, a comprometer a la Obra en cuestiones temporales, cayendo en un clericalismo diverso pero tan nefando como el de los siglos pasados; y, por otra, a aislar a los laicos, a los cristianos corrientes, del mundo en el que viven, para convertirlos en portavoces de decisiones o ideas concebidas fuera de ese mundo". (Conv. 59).

 

Rumbo

 







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