Dos anécdotas y situaciones que quiero compartir.- Camilo Rios
Fecha Friday, 16 June 2023
Tema 105. Psiquiatría: problemas y praxis


 Hola Agustina.

Te escribo desde Colombia. Fui numerario, vivo en este momento en Bogotá. Me han gustado mucho los videos de Antonio Moya y todo lo que se escucha en Coloquio en Libertad. Un saludo y un agradecimiento a ti, a Antonio y a todos los que hacen posible ir entendiendo y sanando.

El tema del que han hablado sobre temas siquiátricos, especialmente el escrito titulado “Sobre el tema psiquiátrico…” de “Desde Sudamérica”, me trajo a la memoria dos anécdotas y situaciones que quiero compartir…

La primera tiene que ver con el estado emocional de los numerarios. En un centro en el que viví, el director fue víctima de una depresión muy fuerte, y también algunos de los residentes, un numerario mayor y los curas. Pero recuerdo especialmente a un numerario relativamente joven, que tenía una situación mental y afectiva muy compleja. Era un hombre sujeto a muchas presiones y peleaba con los directores y el vocal de San Miguel.

Como medida para ayudarle lo remitieron a un sicólogo que era supernumerario (creo que ya no lo es) y el director lo llevaba a las citas bajo cierto silencio misterioso porque salían después del desayuno y como con cierta actitud de que a nadie le interesaba a dónde iban. Con el tiempo ese supernumerario desapareció, como muchos, y el numerario enfermo empezó a tener citas con un siquiatra.

Recuerdo que en el centro varios residentes, entre ellos los curas, tomaban un medicamento que se llama Valcote, que entiendo es un medicamento para temas de convulsiones y cosas siquiátricas.

Ese numerario viajó a España a la beatificación de Alvaro del Portillo, pero además de asistir a la ceremonia en Madrid y a las posteriores actividades en Roma, se separó por unos días del grupo con el que viajaba porque el objetivo primordial de su viaje era entrevistarse con un siquiatra de la obra, de la Universidad de Navarra, en Madrid. El tema fue informado desde la comisión a Roma, y lo que se hacía era que desde Roma se indicaba con qué siquiatra debía entrevistarse en Madrid, pero creo recordar que fueron muy prudentes sobre el nombre del numerario durante las comunicaciones, aunque me imagino que en algún momento el nombre se tendría que revelar para la logística de la cita como tal.

Pasaron los años y ese numerario se fue de la obra, aunque sin referencias laborales creo que no tiene trabajo completo y estable. Escuché de un numerario cercano que a ese ex le dieron unas horas de clase como profesor en un colegio que tiene la obra en Bogotá, lo cual me llamó mucho la atención porque recuerdo que, si alguien se iba de casa, automáticamente perdía su trabajo en cualquier entidad relacionada o vinculada con la obra.  

El segundo recuerdo tiene que ver con un curso anual en una hacienda muy grande que tiene alguna de las asociaciones privadas de la obra en Colombia y que se llama Guaycoral, cerca de la ciudad de Medellín.

No recuerdo cuántos estábamos, pero sí recuerdo que vino a estar con nosotros un cura del Consejo general. En alguna charla, un numerario relativamente mayor habló sobre la pobreza y dijo dos cosas que generaron reflexión, pero también cierto silencio incomodo.

La primera fue relacionada con el tema de las comidas que teníamos en el comedor durante el curso. Eran muy buenas, pero siempre llamaba la atención que además de la comida general, había 16 “menús especiales”, es decir, comidas diferentes porque unas tenían azúcar, otras no, unas harina, otras no, unas chocolate, otras no. Es decir, que en una familia numerosa y pobre no se pueden dar el lujo de tener menús diferentes para cada comida, y resaltaba que para las numerarias auxiliares que atendían el curso eso implicaba mucho más trabajo. Y luego dijo que llamaba la atención ver a tantos numerarios con “pastilleros” – unas cajas plásticas o metálicas – con medicamentos. Cuando cayó en cuenta de lo que había dicho, trató de corregirlo diciendo que bueno, que, si necesitaban menús especiales, pues está bien, pero que eso obligaba mucho más trabajo a 5.000 kilómetros de distancia. No sé si lo molieron a correcciones fraternas por ese desliz, pero sí recuerdo que los días posteriores lo vi más callado y distraído. 

Gracias, Camilo Rios 









Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=27871