Salir de la Matrix (III) There is no spoon.- FranzJagerstatter
Fecha Wednesday, 17 May 2023
Tema 030. Adolescentes y jóvenes


 

Anteriores

Salir de la Matrix (I) Follow the white rabbit

Salir de la Matrix (II) La píldora azul

 

Salir de la Matrix (III) “There is no spoon”

Una vez adentro de la Matrix, Tomás adaptaba sus ideas a las ideas de la Matrix, incluyendo la más importante de todas, que era la de la entrega, someter todo y ponerlo al servicio de la causa de la Obra. La misma mañana en que tomó su píldora azul ―cuando escribió esa carta al “Padre” (un sujeto a quien no conocía y a quien, sin embargo, debía escribirle como “queridísimo Padre”)― le dijeron que ahora le iban a dar “algunas charlas”... Y claro, se venían más de 100 charlas de “formación” (las charlas de “apartados”). La primera se la dieron ese mismo día. “No sabía esto, pero bueno, no es tan terrible”, se decía para sus adentros…



Lo invitaron a que se quedara a cenar en Neb, el centro, y se sintió incómodo porque no supo decir que no: “¿Qué más tienes que hacer?”... Y la verdad es que no tenía nada que hacer, excepto hablar con sus padres para contarles que su adolescente hijo acababa de entregar su vida para siempre. No pudo hablar con ellos, y se quedó a cenar en Neb. Mayor fue su sorpresa cuando le dijeron que al día siguiente había retiro mensual. “¿Tú vienes, cierto?”, le preguntó el director delante de todos los demás. Tomás no sabía que esas preguntas de los agentes de la Matrix se harían cada vez más frecuentes: preguntas en las que uno supuestamente es libre de responder como quiera, pero que en realidad es “esperable” que responda afirmativamente ―sobre todo si se suman todas las balas que le disparaban mediante diversos medios de formación: “entrega hasta el holocausto”, “generosidad heroica”, “disponibilidad total”, “los numerarios somos como peones de ajedrez”, etcétera― y que es casi imposible de decir que no… Así que tuvo que decir que sí, que iría al retiro mensual.

Antes de irse fue a hacer el examen de la noche con los del centro. Inmensa fue su sorpresa cuando vio que todos se tiraron al suelo para besarlo y decir serviam, comenzando una oración en latín. Fue raro, pero entró en su cabeza, por primera vez, “la justificación”: “Si lo hacen todos aquí es porque es parte de lo que se hace en el Opus Dei, que es de Dios, es algo dispuesto por un santo canonizado por la Iglesia y algo aprobado por la Santa Sede”. En esta ocasión se trató de un detalle sin importancia ―algo incluso bueno―, pero sería en adelante la manera en que mentalmente reaccionaría frente a cualquier red flag, cualquier indicio de que algo no estaba bien… cualquier manifestación de que se trataba de la Matrix, una realidad paralela. Todo lo que él no sabía, todo lo que no le habían dicho, todo lo que era “secreto”, tenía una explicación… y más aún, le dijeron que “no son secretos”, así que hay que reprimir la idea de que los secretos son secretos: “es que los demás no entenderían”, “esto es así por tal razón, no es malo, pero es conveniente que otros no lo sepan”. Y si él sentía un impulso espontáneo de rechazo, debía asumir su error y suscribir la “justificación”. Ahora todo tenía explicación, una solución, una respuesta, y había que aceptarla y repetirla a otros, para cuidar la unidad de la Obra.

Llegó tarde a su casa, y su padre estaba durmiendo. Tuvo que decirle al oído ―mientras estaba en estado de somnolencia― no solamente que había pedido la admisión, sino que además al día siguiente partiría temprano a Neb a un retiro mensual. Era chocante, pero era su nueva realidad. Ya no podía cuestionarse esas cosas: debía obedecer. “Ahora ya no soy mío, soy de la Obra”.

Comenzó una vida muy intensa, diferente y nueva, con mil cosas nuevas que no conocía. Algunas le gustaron mucho, otras le impresionaron profundamente, pero trató con todas sus fuerzas de “asimilarlas” todas, de “coger nuestro espíritu”, “encajar en Casa”: “hacer el Opus Dei en la tierra, siendo tú mismo Opus Dei”. La primera que no entendió bien fue que le dijeron ―desde el día de su “pitaje”― que en adelante hablaría con Morfeo, y no seguiría hablando con el director (con el que él supuestamente trataba el tema de su “discernimiento”). Él acató sin protestar, porque “a través de los directores nos llega la Voluntad de Dios”, porque debía “recibir sus consejos como si vinieran del mismo Jesucristo”.

Su vida aceleró muchísimo: charlas de apartados, meditaciones semanales con los demás “adscritos” (además de la meditación de san Rafael), confidencia y confesión semanal, círculo de adscritos (además del círculo de san Rafael)... Y poco a poco fue “aprendiendo”, como con un plano inclinado (no sabía que estaba comenzando a ser manipulado, hasta ser completamente capturado por la Matrix). Fue conociendo las primeras capas de la cebolla que es la Obra, debajo de la cáscara. Conocer tantas cosas nuevas tenía su encanto: era especial, sabía cosas que “los que no son de Casa” no sabían, y tenía una vocación especial, algo único. Eso motivaba su afán de entrega y sus ganas por dejarlo todo por la Obra, sacrificarse para que se realice.

Pero ese plano inclinado fue cambiando su visión sobre lo real. Lo que dicen lo debes creer sin dudar. Aunque todo te diga que algo anda mal, lo dice la Obra, así que debe haber una explicación… incluso las cosas más locas. Yo estoy mal, la Obra está bien. “There is no spoon”, decía un niño en la película Matrix: miraba una cuchara y era capaz de doblarla con su mente, porque se convencía de que la cuchara no era real. “There is no spoon”, “No existe la cuchara”. La realidad no es lo que ves, no es lo que tu juicio te dice, sino algo más. En el caso de la Obra, lo real es lo que te indican tus directores, la versión de la Obra es la que cuenta, la explicación de la Obra es la que vale. Por eso, cuando por casualidad buscando cosas sobre la Obra se encontró con OpusLibros, su docilidad lo llevó a preguntar a su director, quien le dijo que es gente muy herida, muy rencorosa, que mezcla cosas reales con mentiras… y Tomás le creyó.

Algunas cosas de esa realidad distinta eran bonitas y agradables. Otras desagradables. La primera cosa que le impresionó tuvo lugar planificando una convivencia de verano. El viaje era largo, y no sabían cómo alcanzar a ir a misa. Entonces Tomás, que ya llevaba varios meses yendo a misa diariamente, dijo: “pero si ese día no es domingo”. Y en ese momento Morfeo le dijo: “¡Pero si tú tienes que ir a misa!”. Y así Tomás se dio cuenta de que “el plan de vida” era un deber, parte de su compromiso: hay que ir a misa todos los días, sin excusas, sin excepciones, a cualquier precio. Desde hace cinco meses él iba a misa diaria, pero lo hacía por amor al Señor, y en su charla hablaba de su misa diaria, pero nunca pensó en verla como una obligación. No obstante, para sus adentros surgió la “justificación”: este es el espíritu, debo asimilarlo, debo encajar. “Es parte de mi vocación: antes iba a misa sin saber que era mi obligación como numerario, ahora lo haré porque es parte de mi vocación”. Y así también cortaría su relación con mujeres, dejaría de asistir a panoramas con sus amigos, se distanciaría lentamente de su familia, comenzaría a usar medios de mortificación corporal, leería “publicaciones internas” cuya existencia era desconocida por los demás y nueva para él, revelaría incluso algunos secretos íntimos de amigos suyos de San Rafael a sus directores… “Si lo dice la Obra, está bien, es la Voluntad de Dios”. “There is no spoon”.

<<Anterior>>  

 







Este artículo proviene de Opuslibros
http://www.opuslibros.org/nuevaweb

La dirección de esta noticia es:
http://www.opuslibros.org/nuevaweb/modules.php?name=News&file=article&sid=27838