Llevo tiempo pensando y hablando con varias ex numerarias auxiliares, unas que fueron Instructoras y otras que no. Decidí compartir en este escrito lo que me llamó la atención y me gustaría saber la opinión de quien se desempeñó en tal cargo. Me estoy refiriendo a la numeraria auxiliar cómo Instructora en los centros de estudios, no en las escuelas hoteleras que tenía el opus dei.

Le decían que el Prelado le pedía ser aún más fiel dando ejemplo enseñando a vivir el espíritu del opus dei. Me parece una exageración hacerles creer que el Padre estuviera al tanto de esos nombramientos. No las nombraba la directora del centro, sino la directora de auxiliares de la Delegación. Me sorprende porque el Prelado a partir del año 1995, sólo se ocupaba directamente de asuntos como la dimisión de numerari@s Inscritos y nombramientos de los distintos cargos en la Comisión y Asesoría Regionales. De los demás se ocupaba el Consiliario - Vicario de cada Región. Era un nombramiento formal eso de ser Instructora. 

Ese nombramiento parecía ser una manera de inflar el ego y poner la famosa tuerca y contratuerca en alguien que estaba pasando por una crisis vocacional y así retenerla por más tiempo. No consistía sólo en desarrollarse cómo encargada de un área laboral. Seguramente, demostrar cierto fanatismo por la obra, era una de las condiciones para ser nombrada Instructora.

Varias comentaron que la mayor presión que sentían y les agobiaba era tener que ser ejemplo de cómo vivir y hacer que se viva el espíritu del opus dei, además de la perfección en el trabajo.

Te cambiaban de centros, hasta de país a veces con tal de que le siguieras sirviendo. Ellos te decían que era "Dios quien te lo pedía”. En cambio, si ya estabas muy enferma o cuestionando cosas parece que "Dios les hacía ver" a las directoras que mejor la fueran dejando de lado. Un abandono en “plano inclinado” para que un día tomaras la decisión de irte de la obra, eso sí, con gran sentimiento de culpa porque como ¡no estoy dando buen ejemplo! ¡No estoy ayudando a las demás!... la única salida que parece que me están dando es que me marche. Te dejaban sola tomando esta decisión a la que ellos mismos te habían llevado.

Si una Instructora se enfermaba por un tiempo, como le sucedió a una argentina, y no pudo cumplir con su trabajo al 100%, se enteró de que ya no lo era por casualidad. No se lo dijeron formalmente, al contrario de cuando la nombraron.

Llevaba unos días enferma y vio en la cartelera, donde se ponían distintos avisos y planes, una lista que decía: “Convivencias de Instructoras” y su nombre no estaba. Cuando le pregunta a la directora del centro por qué ella no aparecía en la lista, le contestó que no lo sabía, que llamara y preguntara a la Delegación. Obvio, no llamó, no hacía falta. Se dio cuenta de que ya no era Instructora, ya no les servía. Tanto piripipí y todas las condiciones que le habían dicho que tenía cuando la nombraron y ahora ni siquiera le avisaron de su destitución. No les costaba nada a las directoras decirle una mentira más. Mínimo le hubieran dicho: hasta que te repongas, te quitamos la presión ꟷque sí lo era lo de ser ejemplo para las demás, de que el trabajo salga prefecto, etc., etc., ꟷy por ahora dejas de ser Instructoraꟷ. Pero eso no pasó.

Me pregunto si ser Instructora era tan duro, tan exigente, tan desgastante y si realmente las personas reunían las cualidades para ese nombramiento.

Me encontré con Instructoras que te inspiraban, te animaban a seguir con su ejemplo, con su actitud y también con otras que me infundían mucho respeto, casi al límite de tenerles miedo, tal vez más exigentes e intransigentes que la misma directora. En realidad, ser Instructora ¿era algo así como un premio, una distinción a la numeraria auxiliar o un beneficio para el consejo local?

Con más dudas que certezas, acá termino con este escrito. Sería bueno conocer las distintas opiniones. Gracias como siempre por el espacio para poder expresarme.

Saludos. Tuces.