El Opus y los Amish.- Thelonius Monk
Fecha Monday, 09 January 2023
Tema 070. Costumbres y Praxis


 

Descubrí la existencia de la comunidad Amish a raíz de la película Único testigo (Witness, 1985) interpretada por Harrison Ford. Este movimiento protestante anabaptista nació en 1693. Su ropa es propia del siglo XIX, trabajan el campo y se movilizan en carruajes antiguos tirados por caballos. Luego de sucesivas separaciones dentro del protestantismo viven aislados regidos por su propio código de conducta.

El Opus en su perfil actual es una extrañeza dentro de la Iglesia al igual que los Amish lo son para los protestantes. A favor de los Amish hay que decir que son esforzados agricultores, austeros y no practican ningún proselitismo...



El Opus ha festejado sus primeros cuarenta años como Prelatura Personal siendo la única organización de la Iglesia que se rige por la citada figura canónica. Ninguna otra iniciativa eclesial adoptó la misma configuración legal que el Opus. Cuarenta años de soledad. Suena raro.

Si acercamos la lupa a sus miembros vemos que el Opus solo está compuesto por presbíteros de la Iglesia Católica dado que las prelaturas personales son refinadamente clericales, sin embargo ellos la consideran una institución laical. Algunos, con ese gesto de autoridad que solo tiene un numerario del Opus cuando explica el Opus, se complacen en afirmar que solo el dos por ciento de los miembros son clérigos. Algo así como considerar que Irán es un estado laico porque los clérigos gobernantes son tan solo una pequeña minoría.

Los numerarios -individuos ajenos a la Prelatura- aseguran que son laicos corrientes pero viven los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia bajo un régimen sumamente estricto. Por cierto, mucho más severo que la mayoría de los miembros de los institutos de vida consagrada existentes; me refiero a los auténticos consagrados, esos que van por la vida sin camuflajes ni disfraces.

La mayoría de los numerarios dedican sus mejores esfuerzos a atender pastoralmente las llamadas “labores” (atención a la terminología) del Opus. Un porcentaje mínimo trabaja en una profesión entendido el término con el significado habitual que se le asigna en la cultura occidental. A lo sumo se desempeñan en colegios o bien en Universidades de la Prelatura que tienen un claro fin proselitista. También varias órdenes religiosas se dedican desde hace siglos a la educación con bastante éxito. Los del Opus, en su obsesión por diferenciarse de los religiosos, argumentan que sus colegios y universidades son distintos porque lo hacen con “mentalidad laical” (otra vez la terminología). Por ello se sienten fuertemente impelidos a distinguirse porque su identidad laical no se percibe de modo intuitivo. Es más fácil entender a George Clooney explicando su complejo plan para asaltar un casino en Las Vegas que a un numerario intentando demostrar que es un católico de a pie. En cualquier caso, puedo conceder, cediendo y sin ánimo de recuperar, que son laicos pero desde luego que son raros lo son.

Las mujeres -cooperadoras orgánicas que se conocen como numerarias- cumplen análogas funciones a las de los varones pero las que mejor viven el espíritu son las que se encargan de la gestión doméstica de las casas donde viven los numerarios. No tienen voto vinculante en la elección del Protonotario Apostólico Supernumerario y basta que sean discretas. El Opus no se destaca en la promoción de la mujer dentro de la Iglesia ni en la sociedad, aunque ellos se autoperciban como tales.

Ellas siempre han sido rigurosas con la vestimenta. Cualquiera que haya tenido oportunidad de conocerlas reconoce a una numeraria en la calle y, no digamos nada, si la ve en misa.

En una época se las identificaba por las largas faldas que disimulaban la silueta natural de la mujer. El “look” Opus no tuvo ninguna relevancia social salvo el de identificar a las numerarias.

Se resistieron largamente al uso de los pantalones pero al final se rindieron. Sin embargo, uno sigue advirtiendo un no sé qué monjil. La prohibición del uso de los bikinis sigue en pie avanzado el siglo XXI aún cuando piadosas mujeres ajenas a la institución lo llevan. Hay que admitir que también ellas son raras.

Han mistificado la figura del Fundador de modo irracional y sin ningún respeto por la verdad histórica. En una época escuché a encumbrados sacerdotes afirmar que había una especie de vacío en la Iglesia desde la época de San Pablo que se colmó con la llegada de Escrivá. De este modo asignaban en la historia de la Iglesia el rol de modestos actores de reparto a Ignacio de Loyola, Francisco de Asís o San Bernardo. Pobres hombres al lado del gigante de Barbastro.

Tanto clérigos como numerarios y numerarias viven sujetos a un legalismo religioso que dispara la culpabilidad y reclama sumisión incondicional. Olvidan que en Juan (21,15) la pregunta que se formula tres veces no es “Pedro mantendrás los mandamientos” sino sobre una cuestión bien distinta y mucho más profunda.

Pensar -no niego que pueda llegar a darse- que en el Opus, a propósito del pedido clemente del Papa Francisco, pueda generarse un debate inteligente, pluralista y abierto de sus miembros que decante en una reforma de fondo me resulta algo parecido a que los Amish por propia iniciativa reformen sus comunidades, incluyendo vestimentas, carruajes y código de conducta.

La Iglesia Católica puede cómodamente tolerar en su seno, dentro de ciertos límites, a unos sujetos que por su rareza sean los Amish católicos. Es que los del Opus no es que sean raros; son rarísimos.

Thelonius Monk

 







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